Mira más allá
No entiendo qué es lo que expresan. Dejo pasar apenas segundos antes de levantar
s lo que sal
o que mi abuelo y yo contamos sobre mi vida es mentira. Es en parte mi culpa, pues no recordé que la otra entrada a la ter
na id
cusa, nada que pueda hacer que Ian no c
que se me
illos-. Y no sé cómo esperabas que no escucha
los de mi pantalón y me bala
ue esto pasó, ¿de acuerd
pelea con tu mejor amiga, pero no algo com
an dispersos que ahora pago mi frustración con él-. Tu solo has lo q
elvo a verlo para encontrarme con el mismo rostro: no hay preocupación, ni emoción, solo un ceño medio fruncido y unos labios apretados. ¿Por qué ahora
ue soy todo el tiempo por una vez, ¿y decides actua
ud -forcejeo para que suelte mi brazo, per
s lo que pasa aquí?
que quiero irme -insisto
do, me levanta y acomoda sobre sí de form
pataleo en el
que estábamos. Acierto, entre mis quejidos y su silencio escucho como mueve la perilla y abre la puerta.
iendo con cierta rabia
gradable, y que muy poco me importa lo que me rodea -alza la voz, parado frente a mí-.
rusca de nuevo, pero por fin capto lo que su
re sus padres que se suponía estaban muertos no es algo que se tome a la ligera. Tal vez yo me equivoqué y la relación que tengo co
e siento en el borde de la cama y observo al chico, tod
? -le pregunto, porque no
-aunque omite el admitirlo, c
omo pueda, o el privilegio de gozar de una terraza casi para él solo. El cuarto es del mismo tamaño que el mío, aunque luce mil veces más pequeño por el gran desorden que hay: ropa tirada en el suelo, instrumentos -muchos instrumentos- acaparando la gran parte del espacio, estantes llenos de cosa sin n
s, lápices y, medio tapado por una ch
, ¿sabes? Si estás preocupado p
aunque secos al fin. No
o que esté acostumbrado, es raro -bufa. Sigue
curioso, Ian Lukas
e lo
cama, sentándose a mi lado. Luce muy tenso, incomod
masculla-. Uhg, od
o último puede que sí sea cierto-; sin embargo, lo estoy descifrando de forma distinta. Nunca ha sido bueno para socializar, eso supongo. Teniendo en cuenta lo q
solitaria y poco sociable, no dudaría en actuar casi de la misma manera que Ian. Así como él, acabaría aceptando su comp
a cabeza-. No aquí, no ahora... Qué desastre -me tapo
fuera del tema actual. Me sorprende porque de todas las cosas que pod
on las nueve de la no
de, con una linterna
n yendo a altas horas de la noche al bosque? ¡S
o vuelve a hablarme -suspiro, pensando e
deje indagar en si a Ian le afecta mi cercanía con mi mejor amigo. Nada-. Sea lo q
io -aclaro, a
an le ha sorprendido y enojado. De por sí, el rubio tiene una muy mala impres
quieras ir -digo-. Mucho men
das a la cama-. Es un buen lugar donde despejar la mente y olvidarte de
espejar la mente es más algo que él necesita. ¿Por qué?
ro quiero cambia
estás, da
caballos, tú busca lo que sea que quieras llevar -me levanto de la
terraza para devolve
ado, solo llevo una chaqueta extra. Meto en mi mochila una manta rosa, bocadillos, mis llaves y mi teléfono. Todo esto si
ces en el comedor, mas la puerta está cerrada así que no me ven pasar. De resto, la sal
i los caballos están allí a esas horas. A estos los dejamos libres para que correteen cuando anochece. Son mansos y los tenemos desde que son potril
de mi campo de visión poco a poco. Ya frente a la puerta del establo, enc
e es irme al bosque con Ian, pero fue su idea, y tal vez su amabilidad no dure demasiado. Él mismo lo dijo, no está acostumbrado a estas cosas. Las cosquil
del establo y apago la luz. Cuando ya está frente a mí veo que tiene una linterna en la mano. Me h
ncaminamos juntos a la cerca que
tarra en la mano izquierda. Me pregunto cuál guitarra será, pues vi al menos tres en su habitación colgadas en la pared. Tamb
ras nos adentramos en el bosque. Supongo que es
Algunos los guardé e
scuchado toca
rse una batería al bos
los apr
gusta de verdad -llevar una conversación con él me gu
e vuelve más tenebroso. El bosque, para mí, es hermoso, mas a esta hora tengo ganas de salir corriendo
s, sabía que ver películas de terror so
ros, un encendedor,
sene p
l años tratando de encen
i cuerpo. Ian no parece tener temor para nada, porque ya lo ha hecho antes, y si
sobresalto cada minuto por un insecto que pasa volando cerca, por haber visto alguna rana a metros de distanc
la de un árbol al otro, haciendo que yo grite y por poco me caiga
niña -dice Ian
estamos en el bosque, esto d
cho producir su habitual bufido, que
ata. Ponemos las mochilas sobre
ódico y prenderlo. Como no pretendo hacerlo sola, me le pego a Ian detrás y buscamos juntos, encontrando rápidamente ramas algo gruesas y cortas que nos
ue esta, rápidamente, se empiece a consumir en llamas. Al fin logro ver todo bien, y no a través de la luz de la linte
sí que no me preocupa que se ensucie. Sobre ella pongo los bocadillos que traje: gall
meo yo mirando la bolsa de malvaviscos, galletas de chocolate,
e lo como yo solo
e ser tan seria como él, pero
todo en un silencio que me agrada bastante. No pienso en la situación con Mike, ni en nin
Ian venir aquí? ¿Po
e él, algo me dice que lo que en realidad espera es que yo lo haga. Me trag
unto al chico, que está sentado en el borde de la manta y apoya su espalda
a borrar mi memoria
de chica feliz. No siempre se puede estar así-. Es algo que
unque puede que se haya encogido de hombros. Esa es ot
estar más cómoda, hasta
s eso, teniendo en cuenta que no ha
o es como que pase algo en ella
ción hace un rato, tal vez ni lo recuerde y lo haya dicho por accidente, per
que sea a que se trata de eso-. Dejaste tu vida anterior atrás, ahora
. Su mirada, a pesar de lucir muy fría, transmite verdad-.
o. De inmediato me tapo la boca, pues ac
o capta al segundo-. Típico de ti -pon
así que te dolió d
incumbe, Mi
incumbe lo que
dife
esa llamada, pero si buscas que me abra a ti, tú debes hacerlo también, n
a. Con la luz amarillenta del f
te, Ian. Ya te lo he dicho, e
ón algo apagada, diferente a todo
y pone sus brazos en las rodil
que soy y lo mucho que hablo -trato de b
to -bota aire-. Si mis padres no se hubieran llevado l
que le dije que quería ser su amiga, y él no me apartó. Luego de
irme que era molesta y que te dejara en p
almada, concentrándome en ser su amiga primero. ¿ya me t
ucho menos si se trata d
ien -as
diferencia mucho a Ian y a Jake: uno de ellos me gusta. De la forma más irracional, acabé enamorada de quien no me trató para nada bien en un inicio. Seguramente Brit
En este momento no importa qué lógica tengan
dos mayores -es más difícil de lo que creí que sería-. Nunca fuimos una famil
cuento todo, adaptando la historia a la de una familia normal, no a la de unas celebridades. Omito ese dato porque el instinto me dice que debo permanecer callada. Siento una gran conf
nto -continúo-. Amaba cantar, pero me obligó ta
ugar, evitando clavarse a los suyos, chocando ambos por accidente más de una
y mi madre dijo que, si no quería estar bajo sus reglas, que entonces me fuera -los ojos se me humedecen, no por mi madre, sino por Mike. Cada vez que recuerdo cómo se dio vuelta, me miró y se fue, siento un cuchillo en la espalda-. Si me iba, no volvía, así lo dijo y si
e mi hermano, quien a pesar de mi claro rechazo no dejó de insistir. Así llegamos a la noche de hoy,
scuchaste. Me decepcionó y me dejó cuando más lo necesitaba... -bajo la mir
culpable. Jake es siempre a quien le cuento mis problemas, mis sentimientos... Desde que el chico que tengo frente a mí mirándome a los ojos llegó, eso ha cambiado. No s
de eso, también tengo una enorme calma dentro
la boca. Yo lo imito para romper la incomodidad. No comenta nada, ¿es porque no s
hasta que, ahora que me he quedado viénd
o momento antes. Cuando hablé, me miró a los ojos a l
guaje corporal ha cambiado d
o de decir algo, mas se arrepiente y cierra los labios. E
e esto -menea la cabeza
ner mi mano sobre su pierna a modo de apoyo-. Sea lo que
se pasa la mano por el cabello. Tarda unos tres minutos antes de poder decir algo, tiempo que se me hace eterno. Pienso en qué
-empieza, casi en un susurro-. Digo, sí fui, solo que... -vuelve a re
zón y me saca el aire. Suena como si le pegaran en el estómago y apenas pudiera
uro sale de mi b
nrisa sombría. La primera que veo en su rostro-. Él me enseñó lo que era amar a alguien que no compartía tu sangre, un amor tan puro que logró hacerme pasar los mejores momentos de mi vida -me paralizo al ver un brillo en sus ojos, uno que me susurra la palabra "tristeza"-. Se suicidó -él trata de no romperse, mas lo tenso que se pone
ojos no m
stiradas encima de la manta, amarrando mis brazos detrás de su cuello, pegando nuestros cuerpos de una manera desconoc
anza sollozos casi inaudibles, haciendo que su pecho suba y baje. De no estar tan cerca, no podría escuchar su tristeza. Comienza como un pequeño llanto, y eventualmente es todo un desahogo.
zos flacuchos y aun así fuertes, me rodea la espalda. Ya n
a tierra por miles de años que al f
que, por fin, liberó el dolor q