La Cuarta Generación
ella me hubiera qu
su grandiosidad efímera y
sa, sin haberme sa
ltima
a... Si fuer
ajo Dios, y me dijo que
a Dios que ya ni
voz y me dormí p
llo catorce. Se había despertado varias veces en la «noche» y le costaba dormirse otra vez... Tenía el libro robado escondido bajo la suav
mo negro, filtrándose por sus fosas nasales ha
mirar ba
la cuenta de las horas por su inexplicable insomnio. Se levantó colocando las planta
evantó tan alta como ella. María gritó desgraciada, cuando su padre Eduardo abr
-La miró con una sonrisa-.
charco negro. Mamá trabajaba en el segundo reactor durante la noche marciana, así que su padre la acomp
ina de acero del módulo,
es n
os y la sonrisa enmarcada en los surc
a
la com
ón. Las luces se apagaron y María quedo sola en la oscuridad... Escuchando la débil
desgarro... María gritó, desesperada, implorando que parará, que le dolía mucho... Pero aquello no acabó hasta q
como una tenaza ardiente... Cada vez que su madre iba de guardia al reactor, su padre abría la compuerta con un silbido de descompresión. María es
espués de usarla le hostigaba con amenazas cruentas. María se sentía sucia y empalagosa cada vez que
es enseñaba matemáticas, anatomía y ciencias. Los entrenaba en dinámicas de grupo para el desempeño óptimo en el refugio, pero... Había muchas cosas que la IA ignor
ro era desconocido para los otros jóvenes, como si estuvieran aislados de aquello esencial... Supo que
treinta y tres. Pero antes, su madre Elena había estado en su despacho, fue a buscar a su madre encont
que narraba y terminó escondiendo el corrosivo texto para fines malévolos. La primera vez que lo leyó, no lo entendió por su complicado lenguaje. La
lo que era «correcto para los jóvenes»... Un filamento de la barrera la envolvía desaparecía, y estos filamentos cada vez eran menos; separándola de los otros ignorantes... a través de un grueso cristal
ecién llegados del otro planeta. Pero últimamente casi ni hablaba y le hacía preguntas incómodas a la IA, preguntas que los demás no en
a IA ante el descontento de los otros. Antoine era u
ía a la pared de metal respondi
sta no está
falso... Había cierto auto desprecio en formular aquella pregunta. Jeremí
tu pr
en el planeta rojo eran altos y menudos por la poca gravedad, tenían huesos frágiles y
podrías
do su revoltoso cabello castaño-... Ven
demos estar solos-recalcó
lo va a
erminaron, María tomó de la mano a Jeremías y juntos caminaron desde el pasillo veintidós al pasillo catorce, el joven se quedó largo rato mirando al pasillo trece, esperand
poco para la hora del almuerzo en el comedor, así que debía hacerlo rápido. En su habitación estaba la cama de gomaer? -Preguntó el jove
ebes respo
ué
en el pas
como si María lo hubiera abofetea
o puedo
IA sobre matar, en frente de todos
levó las mano
sabías. Sólo quie
ió en el pasillo trece, por qué los adultos miran a ese lugar con desagrado y por qué
. Era eso entonces, habían asesinado a la doct
ía con los ojos adoloridos, s
negó con
la cue
a se tambaleó y se sentó en la cama de goma junto a Jeremías, él le pregunto el por
é alguie
ordiéndose el labio-. Pero también
somos la Generación de la I
ferente a los llegados de la Tierra. Son muy inteligentes y pragmáticos, son como máquinas p
privando d
tros compañeros. Cosas cotidianas q
ómo
los ojos
a los
había imaginado y... estiró los labios hasta tocar los del joven con un cosquille
é fu
se rub
mucho
tu cara se
scompresión atmosférica. Eduardo
hace
pies. Jeremías escondió el libro en una es
ad
eña aventura con Jeremías. El joven se fue ante una mirada acusadora... Su padre vestido completamente d
preguntó Jeremías esperán
cturno del segundo reactor había terminado y el laboratorio de carnes cultivadas cerró su
retando los dientes-...
s trag
oría era sobre un pueblo en la Tierra con muchas ocurrencias fantásticas. Cuando
o las puntas del cabello, pero terminó ocultándose bajo las sábanas... Una respiración dificultosa agitó
y un genio. ¡Es muy estresante estar todo el día al pendiente del reactor desde que me asignaron el cargo! ¡Una falla y todos morimos! -Su padre se quitó los pantalones, María se enc
ojalata olía a hierro frío... Calló, nadie podía salvarla del monstruo que la engendró. Las luces blancas parpadearon en el instante en que el monstruo de c
corriendo por su mandíbula, cada palabra acompañaba una embestida b
estiró la mano y se pinchó la palma con las tijeras afiladas y puntiagudas, intentó quitá
ran altas y delgadas... y anunciaban b
tera caía sobre ella. El hombre se transformó en un demonio negro de ojos espectra
destruían su alma y envenenaban su cuerpo. Escuchó una voz, una petición del ser bajo la cama
rdo cayó al suelo temblando, sus ojos saltones miraban el techo, al estremecerse. Aquello que la hacía humana h
tal
cuchaba muy lejos pero
pegajosas... y gritó... La habitación quedó a oscuras y las manos negras se cerra
pecadores a la hora