La Cuarta Generación
cuando p
que fue cierto aún cua
al de «ah» p
el olor de tu cab
o recuerde despué
i cerebro viven
iento, salen a hacer travesuras, s
pensar, se quedó sentado en la cama de goma mientras el doctor medía su presión sanguínea y revisaba sus latidos rítmicos; acompasados con su
amortiguada por la gruesaa vez como una grabadora descompuesta. El doctor Ezequiel Azdrubal lo hizo desnudarse para examinar el v
.. Se sintió fatal, la forma en que lo tocaba el hombre lo espantaba. En su mirada h
ras esperando sentir la descompresión atmosférica de la compuerta al abri
ías le preguntaba que ocurría en el refugio, no lo miraban. Las paredes hablab
las luces parpadeaban asustadas las imágenes de su madre siendo molida a golpes por su padre lo arrancaban del sueño profundo... Ca
a su madre cortándose los dedos con unas tijeras de cabello, repetía que le dolían... En ese momento ella saltaba de la cama y le clavaba la tije
brillaron con más intensidad... El hombre anciano atravesó la compuerta con el rostro cansado, del resto de su braz
y se dio media vuelta
compuerta con una descompresión que le erizó el cabello de la nuca y la cerró con una succión. El hombre sin bra
l hombre
. Pero el almirante no pareció notar su presencia... aunque pasó delante de sus narices. Siguió al hombre mutilado por el pasillo catorce, quince, d
gigantesco y bajaron por unas escaleras polvorientas. El hombre no parecía
eaba a mirarlos estos desaparecían. Llegaron al laboratorio de carnes culti
pasillo treinta. Hacía mucho calor en el gran módulo y el
de sangre seca señaló una palanca e
ága
engañoso... Quería habitar en la oscuridad... Miró atrás y vio a un hombrecillo pintado co
incipal, el auxiliar no podrá
zos y tiró del hombre mutilado... Las sombras saltaron de sus escondites y rodearon al fant
Sólo fue un sueño... pensó para calmarse. A veces confundía el estar
cenderse y apagarse intermitentes, al final del pasillo. No había nada allí... Nada. Salvo
aba y pensaba en lo ocurrido, no creía que fuera posible. Necesitaba respu
diante. Se lanzó a él con los brazos abiertos
rieron mi
ejó salir-recalcó María, reprochante-
o ocu
a de hab
de los que gritaban y perdían la razón, pero estaba desesperado po
fav
s labios y lo miró lastimera... No que
ató con una tu
bería de
el reactor que iba a reparar... Desp
sabía, era una equivocación pedir el conocimient
la cara escondido en las manos. María estuvo largo rato a su lado, sin decir nada.
asarán sus tripas por un tubo de goma. Le costó respirar el aire, pero co
ontró al hombre en el suelo, con la frente ensangrentada y el uniforme cubierto de costras secas. Dreyfus no parecía el mismo, había perdido unos di
lo ven?-Señaló u
Preguntó Mar
uieren nuestras almas... De noche nos succionan la vida por la boca, con su
stro deformado por los golpes y la hinchazón. No dejaba de mirar a las esquinas del módulo, como si vi
inó, aquel hombre
rey
desarticuló en una máscara de dolor y rompió a llorar en quejidos
ol... Debíamos tirarlos del autobús por el peso... o, el sol nos quemaría a
en el primer reactor
miró al joven sorprendido y pensó largo rato.
hombre subió a colocarla en su lugar, pero la escalera se rompió y una turbina le enganchó el brazo. Estuvo largo rato con el brazo congelado con la sustancia bajo
e? -Preguntó Jeremías... se aventuró un poco más-... ¿Y
manos a los oídos como si e
s espera al final del pasillo trece cuando se apagan las luces... Una persona... Si escuchas
e y se dio golpes en la
mías -... ¿Cómo llegó aquí?
el hombre y sus ojos se tornaron ne
cuando se estrelló con el duro metal. Jeremías levantó los brazos para cubrirse e
o sufrió una succión como si pasara por un pequeño agujero de goma, esta vez sus tripas se retorcieron con un
ladraban des
e te fuiste,
i, después de her
ser feliz es lo q
iz sin mí, no pu
dios y me dijo que vos, ya
creo en dios, así que o
oñarte