Tierra De Leyendas - Por Caminos Oscuros
illaba, aunque el día en verdad era muy fresco pues una brisa soplaba refrescante. De los arboles circundantes se escuchaban los sonidos y los cantos de la aves. Sabía
o Blas ya había perdido la cuenta, él estaba en los límites de su pueblo, en donde nació y había vivido en su niñez, ayudando a su padre en las labores de la tierra y de la pesca. Después de mucho tiempo volvía a casa. Pero ahora era todo diferente. Blas ya no era aquel joven curioso y emocionado p
sos, otros eran caminos polvorientos y otros eran simplemente intransitables debido al fango. Las jornadas de cabalgata eran bastante extenuantes. Desde que el astro rey brillaba con sus primeros rayos hasta que ya la tarde empezaba a caer y en las noches acampaba, si la suerte estaba de su lado lo hacía en los poblados a los que alcanzaba a llegar, si no al aire libre. Cualquier otro, dado lo difícil y agotador de su tarea, había desistido. Pero Blas seguía firme en su intención de cumplir con la misión de Grindal. Y era el mago quien habitaba en todos los pensamientos de aquel hombre. Grindal había sido más que su maestro y mentor, con el tiempo se convirtió como en su segundo padre. Al pasar de los días y de los años, Grindal había sido su única familia, el viejo mago lo instruyó, le enseñ
los controles de seguridad que el ejército de Moravia tenia a lo largo de aquel vasto territorio. El hombre fue testigo del avance de la maquinar
r aquella vieja casa en donde treinta años atrás, su maestro había dejado al heredero al trono de Sarabia. Pero al parecer no era el único que estaba interesado en encontrar a dicho med
lugar donde está la casa?-.
e la tierra, pero esas dudas se fueron cuando Blas le ofreció unas
ante de Blas. El hombre condujo a Blas por un camino pedregoso que se desprendía de una vía prin
le mostraba el hombre estaba prácticamente en ruinas,
po-. E invitando a Blas a seguirlo dijo –Venid-. El campesino caminó hacia la parte trasera de la casa y atravesando lo qu
escrituras estaban casi ilegibles. Agachándose limpió la suciedad retirando la vegetación y la mugre y al final en una letra desgastada y poco legible leyó en la primera de las lapidas el nombre de Tamir y en la otra
za –Después de la muerte de s
a donde s
vió a negar c
eatriz, lo único que lo tranquilizaba era saber que los hombres que habían venido antes que él tras la pista del medio-elfo, quizá también hubieran perdido su pista, pues aquello era un callejón sin salida. Blas vol
y encontrándose muy cerca al lugar donde habitaba su familia
cercaba le salieron al encuentro un par de perros que ladraban ante la presencia de un intruso. El ladrido de los canes de
calmar a los canes y tomar en su mano un machete de trabajo. Blas se acercó entonces hasta la mujer y dio un saludo que esta última respondió escuetamente. Blas enton
ombre supiera su nombre y aun aferrada a s
¿Es que no m
a mujer se detuvo a mirar fijamente a aquel hombre. Lo miró de tal manera como tratando de reconocerle
o hacia atrás aun con su machete en la mano. Blas notando el evidente n
Aquel abrazo le devolvió parte de la vida, alegría y esperanza al corazón de Blas, que estaba acongojado por la desaparición de su maestro y por el fracaso de la misión que
a, luego llamó a sus pequeñines, tres
cayó como un baldado de agua fría sobre Blas. Si bien sabía que al marcharse tan joven, como discípulo de Grindal, todo contacto con la familia, amigos y conocido
depresión. Él os quería ver de nuevo -. Le dijo mirando a Blas. -Aun en su lecho de muerte, mi padre preguntaba por vos. A comparación de madre, el murió de una mane
de mis padres-. Dij
ían sido los mejores para Blas en todos sus trece años de vida. Todos los días se sentaba frente al mago a escuchar sus historias fantásticas, de este modo el joven Blas comenzó casi que a venerar a Grindal. Grindal era un h
ovadas, listo para el viaje a su casa. Fue allí cuando el joven Blas le abrió su corazón al mago diciéndole que quería acompañarlo y ser su discípulo. Los padres de Blas por supuesto se escandalizaron, no estaban dispuestos a dejar marchar a su joven primogénito, pero la voluntad de Blas por marcharse con el mago era tan inquebrantable que al final terminaron cediendo. No sin antes con la intervención del mago quien convenció a los padres del joven para dejarlo ir con él. Así de este modo, a la edad de trece años, Blas partió con Grindal dejando atrás su hogar, a sus padres, hermanas, s
erarse y luego el mismo destino dictó que la vida de Grindal y Blas debían estar unidas. Ahora que su maestro, mentor y amigo se había ido, Blas tenía que cumplir con su destino. No podía rendirse, no debía hacerlo. Tenía que encontrar a aquel medio-elfo y protegerlo como una vez su maestro, muchos años atrás lo hizo. Ya era hora que pusiera en práctica todo lo que Grindal le había enseñado. Así qu