Serendipia
o de pollo que su tía, con tanto esmero, le había preparado. Se tomó cada segundo para degustar el cilantro y las papas criollas que est
dejar los platos lavados y secos en su respectivo lugar Gabriel s
día directamente a la sala, que tenía muebles de cuero y un televisor pantalla plana tan grande que Gabriel pensó que las telenovelas se deberían ver en tamaño real. Las paredes, de un blanco cremoso, estaban llenas de fotos familiares y decoraciones aleator
zaba a desaparecer, y la plaza contenía una barahúnda de personas que se deslizaban por las aceras con la confian
ban, unos más altos que otros, sobre todo. Gabriel no pudo evitar compararlos con piezas de dominó. Luego estaba la iglesia, tan imponente, tan grande en comparación con las casas que la rodeaban, tenía dos torres que
a su espalda y le hizo dar un resp
mujer avanzo hasta la vent
la virgen. A
eguntó, sin tenerlas del tod
un reflejo del sol, o tal vez una señal divina
dicen? - preguntó Gabrie
otros que son malas. Otros dicen que es cada vez que le concede un milagro al alg
? - preguntó Gabri
a, yo te tenía en mis brazos y te mostraba un avión. Pero tú estabas más interesado
tó con una sonrisa en los labios al imagin
uería, ni siquiera quiso darle su apellido, pero.
se en un terreno peligroso. Su tía se alejó de la ventana y
....... ...........
nía una enorme "T" pintada en la madera que anunciaba el nombre de su anti
te para abrirla. Estúpidamente se sentía poco preparado. Entrar al pueblo y a la casa de su tía parecía una simple visita, algo superficial y poco personal. Pero entrar al cuarto que
no se equivocó cuando lo hizo. Una cama pequeña y estrecha, pero lo suficientemente amplia para una persona, un pequeño nochero de color marrón manchado de pintura y un armario con la puerta rota. Nada más. Gabriel se sintió
se sentó en la
............ ........
ual quería desprenderse como mantequilla en cuchara caliente. Se incorporó despacio hasta que, perezosamente, logró alcanzar el interruptor y accionarlo. La luz cegadora de la bombilla lo obligó a tener que cerrar los ojos
pedazo de pan que encontró por ahí, pero luego se halló si
n, pero no encontró nunca el control remoto. Buscó bajo el sillón, tras los cojines y entre todo
había allí afuera tan solo con mirarla fijamente. Casi inconscientemente su cuerpo se puso de pie, dejando caer la revista al piso y avanzando con pasos suaves, casi tímidos, hasta el umbral. Cuando estuvo
lles era abrumadora y el frio que le calaba hasta la medula no era normal. Se tragó los nervios que le bajaron como gato en reversa y pensó que tal vez la gente allí se acostaba demasiado temprano. Av
eguros uno ochenta se movían con decisión, cada paso traía consigo una fuerza medida, todo él desprendía un aire misterioso y atrayente, incluso su cabello negro que bajaba, suelto y libre, hasta la altura de sus hombros, se movía con
o y habló ahora mirando a Gabriel - ¿acaso estas perdido? - los otros dos lo rodearon y Gabriel negó con vehemencia, con las palabras enredadas en la lengua
, rompiendo las reglas? - Gabriel no contestó a eso, se quedó observando como com
ar los veinticinco, pero no le gustaba para nada el tono que llevaba esa conversación -nadie ha querido romper las reglas y hemos estado muy aburridos
la vez- todo se fue a la mierda en un segundo, y Gabriel lo supo cuando el hombre de cabello largo, de un par de zanca
usta jugar de otra manera- le dijo
seguridad de saber que podría con los tres en un par d
comandante? – uno de
ero rompiendo el toque de que
licarle un correctivo- el hombre se ace
una puñalada atravesando todo su torso, llegó y se desvaneció en un instante y
se quedó ahí parado. Uno de los gemelos le lanzó un patético puño a la mandíbula y él logró sostenerle la mano entre el brazo y la axila, levantó la pierna y golpeó el torso, no lo hizo con la fuerza necesaria como para romperle una costilla, pero estaba seguro que le dolería. Cuando el muchacho se a
presión en su cuello se desvaneció, y el cuerpo del hombre fue alejado de él como arrancado por la fuerza de un huracán. O
a. Gabriel no reconoció la voz, ni mucho menos la espalda, pero ese cabel
cabello largo, se había quitado la camisa para limpiarse la sangre, Gabriel vio que tenía un torso mus
esos juegos, t
las reglas- le anunció el h
o para eso- Gabriel, al igual que los gemel
bre a Axel apuntándole con el dedo,
el hombre se fue, cabizbajo
ido de las peores experiencias que había vivido, hasta ahora. Su primo lo tomo del antebrazo con una fuerza que le pareció abrumadora y lo condujo hasta la puerta de la casa, casi arr
lían por toda la camisa que traía. Ya no era un niño, a pesar de que sus ojos azules y su cabello rubio intenso seguían iguales, ya no era el mismo primo sobre protector que recordaba, ese que destapaba los frascos
musitar Gabriel, pero la disculpa
en que te has metido?, acabas de romper una de las reglas más importantes de
interrumpió ya comenza
ión de cambiar, de dejar tu antigua vida en el pasado, y
ueda, nadie me lo dijo- siguió defendiéndos
e aquí, por eso te dije que n
ra empezar yo ni siquiera quería venir aquí- Axel pa
es que recordarme que estas aquí porque te obligaron y
juzgues
rte? ¿cuántas noches en vela pasamos cuando te desaparecías todo un fin de semana temiendo encontrar tu fotografía la mañana siguiente en los obituarios? Hace años no hablamos, per
de verdad quiero cambiar -miró a su primo que tenía las manos como jarras -ayudame -soltó un sollozo, esta vez si i
ato, y sintió ahora si de verdad como mucha tensión se iba, después de un rato, cuando se había ca
ntestó, y sintió como se
or qué el destino lo habría traído hasta allí, qué razón tendría la vida para ponerlo en ese camino, y se quedó dormid
de la virgen brill