Deuda Heredada.
ucias botas en lugar de enfrentarse al hombre fr
e apartó del auto y se acerco para
lgo que le faltaba a Emma y tambien la pistola metida en la cintura de sus pantalones. La
S
llos se reducía rápidamente. Se detuvo cuando ella
y se necesitó todo su coraje para no encogerse c
tu preciosa hermanita como compensación. Hasta ahora, he cu
sien
rededor de su mandíbula. Las lágrimas llegaron a sus ojos y fueron rápidamente alej
en el rostro de ella. Sus ojos fríos y marrones la fulminaron. La mayoría lo habría considerado guapo,
nero, o algo
e de calor y frío. Ella le agarró la muñeca por reflejo, pero ésta se deslizó sin esf
por f
pretó hasta el punto de p
do lo que tendrás... es mío, y no hay
tendió a lo largo de ella
al mismo tiempo le impedía a sus dedos insistentes no pasaran el mate
boca, oscura y hambrienta-. Y asegúrate de que es
ocedió tambaleándose
a bola apretada que le hizo querer hacer lo mismo
suceder, -giró sobre sus talones y volvió
alió en un suspiro de asfixia-. No pued
Maybach, Alfredo se giró. -Ese es tu problema, perra. -Abri
jaron, amenazando con hundirla. Pero no pudo. Tenía trabajo y no podía entrar oliendo a vómito y sud
¡Lleg
da de Emma se dirigió al
sien
aridad, -dijo-. No te van
ía llegado tarde ni un solo día en dos años y que sólo eran c
día por tu puesto? -Clara su jefa, continuó con
achar la cabeza y correr detrás del mostrador. Sus zapatillas usadas chirriaban contra el sucio linóleo en su prisa por aleja
staba unido a una hoja de metal manchada que terminaba bajo la ventana de la comida para llevar. Este era uno de los dos trabajos que hacía durante la semana. Sin embargo, no impo
chicas querían cuando su vida era perfecta. Había tenido una madre y un padre y una irritante hermanita. En ese entonces, ella nunca tuvo que preocupar
masiado avanzado. Se había apoderado de su cuerpo aparentemente de la noche a la mañana. Apenas dur
tiempo no estaban en ninguna parte. Su padre se ahogó en whisky, renunció a su trabajo y malgastó su dinero en caballos. Los cheques de la escuela rebotaron. El banco empezó a llamar tres veces al día. Los gabinetes tenían más telarañas que comida y ella tenía una
vida y alguien t
rentó a la bestia gigante de un hombre que tiraba anillos de cebolla grasienta de l
al, Larry se volvió hacia ella. -Todavía e
anto de mi paga de
do trabajando aquí durante dos años. Siempre soy
o? -murmuró con u
zo una
n. Me encontré con al
ros de cebolla en una cesta cubi
acia otro lado, para no mover
ry casi se salen de sus ó
asta el último centavo!, -
nios necesitas
-ella med
ero, -Larry respondió-. ¿Está
¿qué tal
ró-. Ponte
se giró sobre sus talones
de la crème del lujo y estaba sit
al y bancos de madera. Su casillero estaba escondido en la esquina izquierda, lejos de las duchas, la puerta y los baños. En
La grasa y el sudor que le quedaban de su turno de seis horas en la cafetería, se filtraron por la cerradura mientras busc
mientras se quitaba los zapatos y buscaba con su mano libre el uniforme de mucama. El simple conjunto gris y blanco fue un cagujero desde el dobladillo hasta la garganta. Ella se sacudió el polvo con una mano a lo largo
fraternidad, los ricos y sórdidos imbéciles que se divertían mucho con los dólares de sus padres y pensaban que eran dueños del maldito mundo que ella no podía soportar. Al comprobar las habitaciones desde su portapapeles, agarró su carrito y se apresuró a bajar poesperadamente cuando el elevador
ojos nunca se desviaron de los núm
te vas?
os marrón dorado y ojos verdes brillantes. Prácticamente todavía
-resp
lo que había usado. Vació la basura, tiró la ropa en el conducto y devolvió su carrito al encargado del almacén, quien apenas
s la pri
uno de los servidores al pasa
oche y normalmente no volvía hasta las seis de la mañana. Si no lo atrapaba antes de
ndo y resoplando
ta y se inclinó-. Nec
Marcos, sin mirar ni una
asos más en el cuarto de ocho por ocho consumido principalmenla nómina
cesitan tu v
rapada por un par de afilados y oscuros ojos
pensó miserablemente
a emer
cerraron cautelos
n la cantidad alta y trabajar su ca
ien
hizo una m
chillaron cuando se lanzó hacia atrás-. ¿Para
a emergencia o no
re su cara regordeta-. No. Absolutamente no. No voy a
e sido una empleada modelo. Siempre soy puntual. Termino mi trabajo. Nunca
iendo la cabeza d
haría, sino porque la nómina nunca estará
¿qué tal
o máximo que puedo
ntos d
z incluso cuando el miedo se enroscaba en su pecho. Sintió el impu
ía, ni para apaciguar ha Alfredo cuando llamara a la puerta. Pero tal
ura de que no era normal y todo lo que quería hacer era acurrucarse y dormir. En vez de eso, entró tambaleándose en el baño, con cuidado de no hacer mucho ruido mientras se encerraba dentro. Las ojeras debajo de sus ojos verdes tenían bolsas
e la mañana cuando cayó