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Eso que llamamos casualidades

Capítulo 3 2

Palabras:1383    |    Actualizado en: 15/10/2022

nca «pisotear el orgullo»?-, yo lucía como la mierda y olía incluso peor. Bueno, yo no tanto, pero ella... Todos los ojos se fijaron en mí de inmediato, como si fuera algún terrorista salido

la nariz y otra miró al bebé en

él hizo una mueca. Yo suspiré. Estaba cansado y moría de hambre, por lo que traté de ignorarlo. No estaba de humor para e

stumbre y yo le grité que se fuera a la mierda. Más específicamente, maldije a su propia madre, mi pobre abuela, ella me lanzó un vaso de vidrio que se estrelló contra la pared y... «Debería irme», pensé. Hic

no, tendría

». De todas las persona en Venezuela era el único que no quería ver. No ahora, en esta situación al menos. Pero maldita mi suerte, fue Maykol -no, no es un error. Sí, ese es su nombre. Sí, es de esta forma como se esc

echo raíces aquí

a lo largo de su vida. Como de costumbre, no se percató de mi presencia hasta que me aclaré la garganta; solo entonces levantó l

a cara

scuro. -Me burlé-. Hola, Amarilis, estoy bien.

, Adrián, que no estoy de hu

me derrumbó. Como una patada en el estóm

gu

en Chacaíto, en la basura,

Maykol me dio una mirada despec

r una familia disfuncional. Tanta

gana y me concentré en mi madre-. ¿Tie

asi

la c

a quedas mientr

e comer... para ella y para mí. Sí, bueno, a esas alturas ya no me quedaba ni un poco de orgullo. No después de

: pajillas, botellas de soda, jeringas... Imposible. A final, mi madre se hartó debido a sus gritos e hizo magia: alimentó a la niña con un biberón improv

do, pero mi madre y yo no éramos precisamente afectivos. S

s con eso?

an dulce como siempre

rde para ab

el ambiente se volvió tenso y gritó «pel

con la vaina?

navideñas. Puede que no parezca gran cosa, pero permíteme ponerlo en contexto: estábamos cenando y bebiendo. Casi parecíamos una familia real, feliz, de esas que

rlo, que se cuidara. Que mi madre lo hiciera, ¿era mucho pedir? Porque lo que menos me preocupaba era un embarazo no deseado, en realidad, sino las infecciones. Cuando

ida de niña rica hasta que se declaró en banca

dí a su pregunta-. Pero no

hombro, como si

: comer, cagar, llorar y dormir

Tanta ternura

la baño, le doy la

fría que caliente. La comida, con el tetero , pues. Lo d

e había salido de maravi

uñé-. ¿Y cómo sé

e me hizo sentir como un deficiente ment

suspiro

aci

niendo cuidado de no despertarla, la envolví en una manta que me ofr

o me quedaba opciones. No la dejaría en la calle y seguro como el infierno, tampoco la llevaría con la policí

cargaría de cuidarla, de algún

r a ingresar al Metro. Todas las personas n

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