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Apresada. Hasta que la muerte por fin me libere

Capítulo 2 CAPITULO 2

Palabras:1452    |    Actualizado en: 16/10/2022

oviembr

aída mientras hago za

voz ronca. Tan ronca que parec

Su voz despierta

s. - Contesta de

mada en curso, y no son imaginaciones mías; pero sobre todo lo miro con la esperanza de ver algún número desconocido o el nombre de algún contacto existente

rba su voz; es tan grave que la

s llevo el teléfono

emenino, que se manifiesta como una pequeña gota de agua helada corriendo a lo largo de l

o la sonrisa se di

rtida y cuelga el teléfono sin dec

sea mi teléfono el que me ofrezca las respuestas a todas mis confusiones, lo miro sin parp

*

oviembr

lo conocía. Sin embargo, sé que en algún instante le agradeceré esa llamada, hoy no será, pero quizás algún

oviembr

fue la burla de ellos. Imbécil. ¿Cómo no lo vi antes? ¿Cómo no lo supe? Aún estaba sentada en la cama co

ctubre

, incluso antes de q

onde c

rcamiento. Sé que en el trabaj

do

preocupado por mí, me d

casa. Estoy preparando una receta nueva de Buzzfeed.

la de Dominic incluid

blando con otra persona. Siempre

nto para llama

ante. ¿Conmigo sí emplea su ton

cia que tengo en mi cuerpo para no explotar en cuanto vuelva a nuestra conversación. Por unos segu

mucho trabajo. - Lo conozco tan bien, que sé que estaba sonriendo

juntos. -Cambio mi táctica otra

Al salir, i

uno: no vendrá a cenar; dos: no vendrá a la casa; y bueno, creo que imp

uedo evitar sentirme arrastrada mendigando por su tiempo, per

en el fondo se repiten y esta vez escucho risas

de nada, porque finalmente el igual saldrá y no quiero que salga molesto conmigo pues

sabe que no estoy bien, sin embargo, lo más doloroso es saber que a é

, con esas palabras que me hipnotizan. Su voz, casi en susurro

- Suspiro

asa 20 horas desp

*

oviembr

que no, y unas inventadas con mucha creatividad. Ofendí a

a!- Grit

rada, por no darme cuenta, por no querer

tro con las manos y lloré. Muchos instantes felices pasaron por mi cabeza en ese tiempo, muchas risas, sonrisas, lágrimas de f

sta que recuperé el control de mis hipidos, y cuando lo hice sentí una paz muy extraña en mi i

rrada y me volví hacia el cuarto. Un rostro me devolvió la mirada. Era una muchacha joven, con unos cuantos kilos de más, el cabello enmarañado, seco y maltr

do arlequín, un ser que les alegró la noche con muchas risas y burlas a su propia costa, un bufón; pero había sido participe de esa situación cuando me olvidé de mi ser y mi persona y me entregué a la c

orita de mi rostro, esta roja e hinchada de llorar. Mi ropa ancha está vieja y desgastada, no beneficia mi figura, que con el pasar de los años y el aumento de mi peso se ha deformado, no tengo ni una gota de maquillaje que resalte mis pómulos, destaque mis pestañas largas o mis labios carnosos. T

ejar de algo que

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