Apresada. Hasta que la muerte por fin me libere
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aída mientras hago za
voz ronca. Tan ronca que parec
Su voz despierta
s. - Contesta de
mada en curso, y no son imaginaciones mías; pero sobre todo lo miro con la esperanza de ver algún número desconocido o el nombre de algún contacto existente
rba su voz; es tan grave que la
s llevo el teléfono
emenino, que se manifiesta como una pequeña gota de agua helada corriendo a lo largo de l
o la sonrisa se di
rtida y cuelga el teléfono sin dec
sea mi teléfono el que me ofrezca las respuestas a todas mis confusiones, lo miro sin parp
*
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lo conocía. Sin embargo, sé que en algún instante le agradeceré esa llamada, hoy no será, pero quizás algún
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fue la burla de ellos. Imbécil. ¿Cómo no lo vi antes? ¿Cómo no lo supe? Aún estaba sentada en la cama co
ctubre
, incluso antes de q
onde c
rcamiento. Sé que en el trabaj
do
preocupado por mí, me d
casa. Estoy preparando una receta nueva de Buzzfeed.
la de Dominic incluid
blando con otra persona. Siempre
nto para llama
ante. ¿Conmigo sí emplea su ton
cia que tengo en mi cuerpo para no explotar en cuanto vuelva a nuestra conversación. Por unos segu
mucho trabajo. - Lo conozco tan bien, que sé que estaba sonriendo
juntos. -Cambio mi táctica otra
Al salir, i
uno: no vendrá a cenar; dos: no vendrá a la casa; y bueno, creo que imp
uedo evitar sentirme arrastrada mendigando por su tiempo, per
en el fondo se repiten y esta vez escucho risas
de nada, porque finalmente el igual saldrá y no quiero que salga molesto conmigo pues
sabe que no estoy bien, sin embargo, lo más doloroso es saber que a é
, con esas palabras que me hipnotizan. Su voz, casi en susurro
- Suspiro
asa 20 horas desp
*
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que no, y unas inventadas con mucha creatividad. Ofendí a
a!- Grit
rada, por no darme cuenta, por no querer
tro con las manos y lloré. Muchos instantes felices pasaron por mi cabeza en ese tiempo, muchas risas, sonrisas, lágrimas de f
sta que recuperé el control de mis hipidos, y cuando lo hice sentí una paz muy extraña en mi i
rrada y me volví hacia el cuarto. Un rostro me devolvió la mirada. Era una muchacha joven, con unos cuantos kilos de más, el cabello enmarañado, seco y maltr
do arlequín, un ser que les alegró la noche con muchas risas y burlas a su propia costa, un bufón; pero había sido participe de esa situación cuando me olvidé de mi ser y mi persona y me entregué a la c
orita de mi rostro, esta roja e hinchada de llorar. Mi ropa ancha está vieja y desgastada, no beneficia mi figura, que con el pasar de los años y el aumento de mi peso se ha deformado, no tengo ni una gota de maquillaje que resalte mis pómulos, destaque mis pestañas largas o mis labios carnosos. T
ejar de algo que