Átame a ti
ítu
li
amente el cielo raso de su habitación, abiertos con la lucidez de una persona despierta desde hacía una hora. El reloj marcaba las seis de la mañana en punto y solo intentaba rememorar cuando había sido la última vez que se había despert
un fin de se
volvió a invadir su estómago. La ansiedad y la emoción batallaban una con la otra en una guerra que parecía libr
rmana! ¡¿Acaso p
ubían y giró sobre la cama. Quizás si había perdido la razón y había arrastrado a L
isa y
el techo en busca de una respuesta a varias interrogantes: ¿Qué signif
a totalmente normal. Después de todo, lo que ocurría entre cuatro paredes, se quedaba dentro de cuatro paredes. Pero las r
xo
rmana? So estaba batallando consigo misma desde muchos flancos diferentes; en primer lugar, ella no era lesbiana. Nunca había sentido ese tipo de at
u
rebuscar en sus recuerdos otra mujer que le pareciera «cogible», repasando actrices
lví loca
emplazó por una sudadera de manga larga color negro con una gran águila tribal de color dorado en el pecho. En la parte posterior resaltaba en número siete y el nombre de su hermana en la parte inferior. Era del equipo de baloncesto femenino de la universida
ivo era llegar a la cocina y preparar un buen desayuno cuantioso, provocando el menor ruido posible. Su hermana tenía un partido amistoso a las diez de la mañana y le gustaba hacerle
par de platos, vertió el yogurt en tazas y dejó caer una lluvia de cereales varios que rápidamente comenzaron a u
casi naranja emergía del pasillo. Lu aparecía bostezando, con la boca pastosa y luciendo solo una cam
uró. Aun sentía los
. Ve a lavarte l
í,
onrió ante el sarcasmo característico de su hermana mayor y se preguntó
nueve de la mañana, So se instaló en su cuarto para revisar unas notas de su clase Comunicación Visual y Fotografía. Su concentración en los apuntes no le impedía mirar de reojo hacia la habitación de Lu. Ésta ya estaba cerrando su bolso deportivo y se preparaba para marcharse, cuando se detuvo en la puerta de la
lcanzado bajo un montón de ropa que yacía sobre la
olvió a guardar las
siquis. Esperaba que en cualquier momento mencionara algo sobre lo de ayer, que le diera alguna... orden, o algo parecido. Empezó a cuestionarse la posibilidad de que lo hubiese olvidado o,
se. Decidió tomar su teléfono y comenzar a navegar por Twitter y, cuando se dio cuenta, eran pasadas las diez de la mañana. El partido había comenzado. Buscó rápidamente
son 5», acompañado del emoji de
orgullo de su vida. No podía negarlo, aunque nunca se había esforzado por hacerlo, sin importarle que eso provocara alguna
sidad que Lu. Amaba su carrera y ese fue su argumento principal, la comunicación social le apasionaba, dar noticias, compartir cualquier tipo de información. Tenía un talento nato
la WNBA. Volvió a reír ante esa tonta meta que tenía metida entre ceja y ceja, la cual parecía más la fantasía de una niña. Penas para continuar de pulir las notas que necesitaba para las clases. Se adentró tanto en el trabajo que se sorprendió c
n accionado un interruptor en s
ué hace
ro que el partido ya había terminado y seguramente, el entrenador las h
aba estudi
aron?
ice 27 puntos
a la casa ¿Quieres
campeo
muero de h
o debes reci
e 12
do vaya en camino
s brazos entumecidos. Buscó algún short de andar por casa para recibir al delivery, pero antes de vestirse, el celu
foto usando sólo
a con su pro
más, y cada vez sentía que su rostro ardía un poco más. Una sonrisa nerviosa se dibujó en su cara y comenzó a mirar en varias direccio
pero efectivo mensaje. Rápidamente comenzó a cavilar, tan ansiosa que las manos habían comen
rden de am
antalla del teléfono se había apagado y en ella podía ver su reflejo; estaba roja,
a desvestirse; la sudadera pasó rápidamente sobre su cabeza, descubriendo unos senos que botaron levemente cuando lanzó el suéter al armario. Su tamaño eran ideales para que una mano los cubriera casi en su totalidad y la ter
rrió su cuerpo entero, desde sus pies y tobillos, pasando por la línea de sus pantorrillas y muslos, advirtió su pubis prolijamente depilado y su abdomen plano adornado por la pequeña joya en su ombligo. La sombra de las costillas se asomaba tímidamente por los costados y los indulgentes senos subía
primera vez que se veía desnuda, pero sí era la p
nacimiento de los muslos. Volvió a la habitación y con teléfono en mano, accionó la cámara de selfies. Cuando se inmortalizó la imagen, descubrió que la tela escasamente
re bajo, enviando pequeñas corrientes hacia su sexo, alterándola aún más. Las alarmas en su mente seguían sonando con vehemenc
endía ni
después de éste suceso le carcomía por dentro. Pero ese «algo» que no lograba identificar se encargaba de
irin
sonó. Miró nerviosa a la puerta de su habitación, vacilan
Abre
izo reaccionar. La
cada vez que alzaba la pierna derecha, dejándola aún más expuesta. Tomó la parte superior, donde
atro rolls variados
la que apenas y le tapaba el coño. Ana Sofía tomó las bolsas que el tipo, congelado, ni siquiera terminó de ofrecer. Dio media vuelta, sintiendo como la tela
onriendo y, acto segu
o la adrenalina correr libremente por su sistema. Un par de minutos después recogió los paquetes y los dejó sobre la mesa, revisó
acerse