Átame a ti
ítu
o núme
había corrido tres veces autocomplaciéndose. La recibió vestida con la misma sudadera y el short de
momento, So no se atrevía a nada; no sabía cuáles eran las reglas, límites o lo que sea que había que decidir. Durante su investigación de la noche anterior, h
omear con esa serie, So decía que Lu era idéntica a Eleonor, y ella le respondía que So era tan estirada co
iempre había sido muy responsable que sus obligaciones académicas, creía firmemente en que las cosas a últ
llegado con So. Los gruñidos de frustración porque el agua jabonosa saltaba hacia ella cuando el chorro del grifo caía sobre algún plato o verla pelear con las manchas moteadas que quedaban en las baldosas blancas por un mal empleo del trapeador, era más gracioso q
asistieron a sus
ó a los atestados pasillos del edificio de Comunicación Social en compañía de Jennifer y Thalía. Había conformado un grupo de amigos bastante variado, pero ellas tres habían tenido una conexión ca
rse y comer algún aperitivo en el campus. Los chicos habían encontrado una zona que no era tan concurrida cerca de una j
ibró en el bolsillo trasero de la mochila. Aminoró el paso y desbl
á el baño de número d
por la pregunta. Se detuvo po
por qu
y pregunta por ese bañ
cuantos pasos delante de ella y le cuestionaban con la mirada. La pe
utadora vieja ― explicó sin mirarlas directamente, se sentía estúpida. So no sabía mentir
estudia in
rdad camuflada con su mentira piadosa. Si existía un muchacho en la facultad de ingeniería que quería comprarle su antigua computadora de escri
esperamos donde siempre ― respondió Jen
. La facultad de ingeniería estaba entre la de comunicación social y diseño gráfico, por lo que el viaje no sería tan largo para ninguna de las dos. Aun así, estaba nerviosa porque no conocía el lugar, en los pocos meses que llevaba en la universidad s
bilidad de que se tratase de una nueva orden, su corazón comenzó a latir desbocado. Su mente rememoró las imágenes y artículos que había leído en internet, aquellos que explicaban cuando la relación iba «más allá» y se es
er algo así en
z de ver a alguien a los ojos, el pudor comenzaba a tomar el control de su cuerpo. Pero un pequeño deje de emoción, como la flama de una vela dentro de
a de dicha facultad, distaban mucho de las escasas tres plantas que tenía el edificio de comunicación social. Todo ahí parecía más grande, más moderno y sobretodo, más poblado. Se alejó rápidamente de
que estaban haciendo, uno se quitó unos auriculares para prestar total atención a So
onita... ¿En qué
e está el bañ
rporal cambió a uno más osado, confianzudo. El más alto de los muchachos dio un paso hacia delante, intentando eliminar la d
etros de distancia. - Dentro está el baño número dos... - respondió el chico de los auriculares, acercándose un par de pasos ta
io, me, me está
urla. So bajó la cabeza, intentando que su cabello hiciera una cortina que cubriera su vergüenza, y no e
el resto del campus. Las paredes exteriores denotaban un nulo mantenimiento, las manchas de humedad caían como cascadas oscuras desde las vigas del techo hasta el suelo. La sucia fachada es
e para no toser, cubriendo nariz y boca con el dorso de la mano. Pestañeó un par de veces y barrió el lugar; era un edificio largo, con un par de puertas a
mientras le comía la boca a una rubia menuda parada en puntillas para poder alcanzar a su pareja. La mano derecha del chico apretujaba y sobaba sin descaro el culo de la chica. Otras solo estaban ahí, conversando mientras fumaban pitillos de tabaco y hierba. Reconoció algunos colegas de carrera que también la
carteles de baño de chicas y chicos. Al lado, la rubia ya tenía la mano sobre el erecto miembro viril de su chico y lo masturbaba suavemente. Con el rostro ardiendo y sin pensar, casi corrió hasta las puertas, estuvo a punto de adentrarse al de mujeres, pero cuando estiraba la mano para
giró y le sonrió cínicamente. Vestía una blusa sencilla negra que dejaba su hombro derecho de
ta y saludó irónicamente. So desvió la mirada algo avergonzada por no
acemos aquí? - Lu la miró a través del espejo, con una expresión serena. Abr
. - Cerró la llave y ancló sus ambarinos ojos en los de Lu. La menor de las hermanas sintió la misma sensación de vulnerabilidad, como si fuese la primera vez que la miraba de esa manera tan intensa e intimidante
rtebral cuando se dio cuenta que tenía tanto pánico como deseos de escuchar la respuesta. La humedad en su entrepierna estaba acrecentándose y
atillas Kobe Bryant A. D. Doce que tanto le fascinaban. La mayor se inclinó y por un milisegundo, Ana Sofía pensó que la iba a besar cuando sus labios pasaron a escasos milímetros de los suyos. El olor a menta de su al
Su vientre bajo se contrajo y el calor comenzó a manar por todo su cuerpo. Su rostro estaba en
s a coger