Nomey Ross
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Libro y Cuento de Nomey Ross
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Venganza desde la Cuna
Gavin El frío de la muerte aún se aferraba a mis huesos, recordándome la sangre en mis sábanas y el dolor lacerante de perder a mi hijo nonato.
Todo esto, mientras mi esposo, el Príncipe Alejandro, consolaba a mi propia hermana, Valentina.
Ese recuerdo se desvaneció como un fantasma al amanecer al despertar y sentir la mano del médico en mi vientre.
"Estás embarazada de casi dos meses. El bebé está sano", dijo con una sonrisa.
¿Embarazada? Una ola de emociones me golpeó: la alegría, la desesperación pasada y una furiosa esperanza.
Recordé la verdad con aterradora claridad: cómo mi hermana, egoísta y hermosa, rechazó este matrimonio, alegando amor por un plebeyo.
Yo, que amaba en secreto al príncipe, ocupé su lugar para salvar el honor familiar.
Recordé su regreso meses después de mi primer embarazo, llena de arrepentimiento y celos, seduciendo a Alejandro con insultante facilidad.
¡Escuchaba sus risas resonando por los pasillos mientras yo me marchitaba en mi habitación, su traición la daga que causó la pérdida de mi bebé y, finalmente, mi propia muerte por una "fiebre repentina"!
El Príncipe Alejandro entró con su sonrisa perfectamente ensayada al escuchar la noticia.
"¡Sofía, mi amor! ¡Seremos padres!", exclamó, abrazándome con frialdad y el ligero perfume de otra mujer en su ropa.
Fingí una sonrisa tímida, pero por dentro, mi corazón era un témpano de hielo: este hombre solo un peón, mi hermana, mi propia sangre, el verdadero objetivo.
Tenía una segunda oportunidad. No para amar, sino para vengarme. El Precio del Hambre y Amor
Gavin El olor a frijoles fritos con chorizo me abría el apetito, un tormento en una casa donde la cuchara de mi madre solo servía porciones miserables para mí.
Pero una tarde, vi el brillo de una oportunidad: cincuenta pesos, el premio de un concurso de dibujo que gané con la esperanza de saciar mi hambre por fin.
Corrí a casa, el billete apretado en mi puño, solo para ver cómo la sonrisa de orgullo de mi madre se convertía en codicia al quitármelo.
"A tu hermano le hacen falta unos zapatos nuevos para el fútbol", dijo, sellando mi destino con sus palabras y su acto.
Esa noche, mientras el agua fría lavaba los trastes, el hambre en mi estómago se transformó: era un hueco en el pecho, una injusticia ardiente.
¿Cómo podía mi propia madre robarme así, negándome hasta el derecho a la comida?
No era solo sobre el dinero; era sobre mi valor, mi existencia.
Comprendí que si quería algo en este mundo, tendría que tomarlo, sin pedir permiso, sin esperar caridad.
El hambre dolía más que cualquier golpe, y yo estaba dispuesta a pagar cualquier precio por saciarla. El Fin de una Obsesión
Gavin La noche en que el palacio anunció que el Príncipe Heredero elegiría a su consorte, Sofía, mi prometida, no regresó a casa.
La esperé toda la noche, con el puño cerrado y el corazón apretado, en esa mansión Sánchez donde crecí como su huérfano "adoptado", destinado a ser su leal protector y, creí, su futuro esposo.
Pero al amanecer, una carroza real trajo no solo a la arrogante figura del Príncipe Alejandro, sino también a Sofía, pálida y con la mirada perdida, su vestido arrugado.
Él me entregó una prenda íntima de ella que yo mismo le había regalado, la olfateó lujuriosamente frente a mí y luego, con una sonrisa venenosa, declaró que Sofía tenía una piel increíblemente suave y que visitaría su habitación con frecuencia.
Mi propia familia adoptiva, los Sánchez, me miró con servil alegría, ignorando mi dolor y vendiendo mi humillación sin dudarlo.
Sofía, la mujer que amaba, me pidió con fría determinación que aceptara mi destino como un "cornudo por el bien de la familia".
Un golpe que me lanzó al suelo, pero el verdadero golpe vino cuando mi "padre" adoptivo, el señor Sánchez, me azotó con un látigo, mostrándome que yo no era más que un perro guardián, un peón en su ascenso social.
Me obligaron a aceptar el compromiso, a ser el marido de conveniencia, la fachada para su infamia, con la amenaza de horrores peores si me negaba.
La rabia me consumió, el dolor afiló mi mente, y me di cuenta de que no solo querían humillarme; querían deshacerse de mí una vez que cumpliera mi propósito.
Justo cuando la desesperación me invadía y planeaba huir, apareció Isabela, una princesa de sangre real, con ojos violetas y una propuesta inesperada: "Usted y yo tenemos un enemigo en común".
Ella me ofreció una alianza, un plan para exponer su perversión y derribar al príncipe y a la familia que me había traicionado, transformando mi humillación en el arma más letal. El Rosario y la Traición
Gavin En la vasta y apacible Hacienda "La Esperanza" , Elvira creció como una princesa, colmada del afecto desmedido de su tío, Don Ricardo, su único protector tras perder a sus padres.
Pero la noche de su mayoría de edad, un acto de amor prohibido y la intrusión de un rosario sagrado transformaron a su benefactor en un verdugo, exiliándola sin piedad a un internado infame.
Tres años de horror insufrible forjaron cicatrices invisibles, y al regresar, la encontré sumida en un purgatorio doméstico, bajo la indiferencia glacial de mi tío y la cruel manipulación de su prometida, Sofía.
¿Cómo pudo el hombre que me adoraba caer tan ciego ante la maldad, al punto de permitir que me desollaran viva, y aun así creer las infames mentiras que me hundían cada día más?
Ahora, la verdad velada por el fuego y el dolor insoportable ha empujado a Elvira al abismo; pero desde el más allá, su espíritu despierta, marcando el inicio de una ineludible y sangrienta caída para quienes la traicionaron. Ladrona De Mente
Gavin El eco de la sirena de la ambulancia aún perfora mis recuerdos.
Un listón suelto, según ellos. Mi carrera de bailarina, mis sueños en el Festival Nacional de Danza Folclórica, se hicieron pedazos junto con mi tobillo.
Pero la verdadera tragedia fue ver a mi madre, mi única familia, consumirse por el dolor y la injusticia de todo lo que me hicieron. La enfermedad que se la llevó fue un veneno lento, goteando de cada titular que me acusaba de mi propia "negligencia".
"La joven promesa, Sofía, descuidó su propio vestuario en un acto de irresponsabilidad imperdonable", repetían, mientras Catalina sonreía, inocente, detrás de su fachada de preocupación. ¿Cómo podían creerles? ¿Cómo podían culparme a mí, la víctima, de mi propia desgracia?
La desesperación me llevó al borde, pastillas en mano, una carta de despedida a un mundo que me había traicionado. Pero la oscuridad no fue el final.
Un parpadeo. El olor a laca. El murmullo del público. Mi tobillo, perfecto.
"¡Sofía! ¡Sales en cinco minutos! ¿Estás lista?"
Había vuelto. No era un sueño, ni el más allá. Era la noche del Festival, mi segunda oportunidad. Y esta vez, no caería en la trampa. Los Demonios Adoptivos
Gavin El fuego me consumía, pero el verdadero infierno era el odio de la multitud.
Atada junto a mi esposo, Ricardo, escuchaba los gritos de "¡Bruja! ¡Monstruos!", mientras el olor de nuestra carne quemada inundaba el aire.
En mis últimos alientos, no sentí las llamas, sino la helada traición de Camila y Renata, las hijas que rescatamos de un orfanato, a quienes dimos todo.
Ellas nos habían pagado orquestando nuestra ruina, acusando a Ricardo, estéril, de embarazarlas.
Observé cómo el jurado de la turba dictó su sentencia con gasolina y fósforo, y morí con una sola pregunta que me desgarraba: ¿Por qué?
Y entonces, desperté.
El sol entraba por la ventana, mis pies descalzos sobre el frío suelo sabían a renacimiento.
No fue un sueño, era una segunda oportunidad.
El calendario marcaba el 15 de agosto, el día de la cita médica que lo cambiaría todo, el inicio de su mentira.
Sabía que nos acusarían de nuevo, que la prensa nos devoraría y la turba nos condenaría.
Esta vez, no permitiría que destruyeran a Ricardo, ni que nos arrastraran al infierno de nuevo.
Conocía cada uno de sus movimientos, cada una de sus mentiras.
Ya no era la ingenua Sofía, la que solo tenía sentimientos.
Esta vez, estaría preparada.