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El Juego Perverso De Julián Cazares

El Juego Perverso De Julián Cazares

M. T

4.9
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Capítulo

Julián Cazares es inteligente atractivo y arrogante, su vida esta rodeada de lujos, mujeres y dinero sucio, aunque esta obligado a guardar las apariencias y fingir que es el político respetable que todo el mundo cree que es, cuando en realidad podría ser el hombre más pecaminoso y perverso de todo México. Camila Olivares es una buena estudiante, pero debido a los problemas económicos de su familia se ve forzada a buscar la ayuda de Sofía, una chica de la cual se sospecha es una prostituta, y aprovechando la desesperación de Camila, Sofía la emplea como una participante en un juego perverso donde las mentes más perturbadas pueden comprar a quien sea y Camila deberá soportar los juegos que su comprador demande para ayudar a su familia, pero para su desgracia deberá jugar con el temible Julián Cazares

Capítulo 1 Prefacio

-¿Por qué no me besaste mientras hacíamos el amor?- dijo la sensual morena mientras enrollaba su figura desnuda en las finas sabanas de seda de la cama del hombre del cual ella parecía estar fascinada.

Se encontraban en la habitación de uno de los departamentos más lujosos de la Ciudad de México y por supuesto, este le pertenecía al soltero más codiciado de la ciudad, Julián Cazares, el diputado más justo e inteligente que la cámara legislativa había tenido en mucho tiempo o al menos eso se creía de él.

Había trabajado mucho para conseguir aquel puesto y claro está, que el público que más lo apoyaba era el femenino, no solo por su atractivo, según ellas, sino por su bondad, aunque realmente su campaña electoral había sido un teatro que había odiado hasta el último segundo, pero que al final había rendido sus frutos.

Uno de los beneficios de los cuales más disfrutaba, eran las fiestas desmedidas que los empresarios más adinerados del país realizaban con el propósito de darle un jugoso soborno, maletines llenos con varios miles de dólares para conseguir contratos jugosos con el gobierno de la ciudad, aunque por supuesto, Julián aprovechaba esos eventos para encontrar entre los invitados una buena "Distracción" amigas de una sola noche con las que "Jugaba" hasta el amanecer y vaya que se había divertido aquella noche.

La sensual morena se había parado no muy lejos de él, era la segunda esposa de un rico empresario dueño de una empresa constructora, le había dado una buena mordida para esconder evidencias sobre una investigación que se estaba llevando a cabo por causa de un par de muertes debido a una negligencia de su equipo de ingenieros; por supuesto Julián no había rechazado su pequeña donación, aunque no sin antes disfrutar del increíble cuerpo de la mujer que le había dedicado un par de miradas y un buen sexo express en el baño durante la fiesta, pero Julián no era de los hombres que se conformaban con eso, él deseaba mucho más y por esa razón aquella fabulosa mujer había llegado a su departamento de "Juegos"

Después de la noche que habían tenido, él ya no sentía el más mínimo interés por ella, así que mantenía la mirada fija fuera del ventanal de la sala de estar, mientras acomodaba su corbata en su lugar para ir a trabajar, los rayos del sol aparecerían sobre los edificios en cualquier momento y aunque él no era del tipo romántico, apreciaba la vista cada vez que visitaba ese sitio.

-Muñeca parece que estás confundida -dijo después de soltar un suspiro y ver su figura en el reflejo del vidrio, así que giro hacia ella con una expresión sería para después tomar la chaqueta de su traje azul marino. La mujer, un tanto desconcertada frunció el ceño, parecía no comprender a qué se refería Julián - yo jamás hago el amor con nadie, lo que tuvimos solo fue sexo.

-¿No fue especial para ti?- su voz aparentemente sonó perpleja e inocente, aunque probablemente no lo era. Creyendo que tal vez podría convencer a Julián de volver a la cama y no ir a trabajar se acercó a él con una mirada coqueta.

-¿Especial? ¡Por favor! ¿Es un chiste verdad?- soltó una pequeña carcajada al escuchar aquellas palabras, las mujeres siempre le habían parecido ingenuas y tontas por creer que por un poco de sexo ya eran dueñas de él y su corazón, patrañas en las que no creía.

-Sé que soy casada, pero eso puede arreglarse- le insinuó mientras poco a poco habría la sabana que había tomado de la cama de Julián para cubrirse. Esa chica tenía a penas 29 años de edad, las facciones de su rostro eran hermosas y su cuerpo, el cual ya había pasado por una sala de quirófano tenía curvas bastante pronunciadas que habían llamado, precisamente la atención de Julián, pero a pesar de que la mujer dejo caer la sabana- me estuviste buscando toda la noche, dijiste que estabas muy interesado en mí.

-Efectivamente-dijo en cierto tono burlón- estaba interesado en ti, pero ahora no, así que tapate y vístete, en un par de horas alguien vendrá a limpiar, no quiero que alguien te vea aquí.

Julián miró el reloj en su muñeca que hacía unos minutos se había puesto sobre su muñeca, para verificar el tiempo que tenía para trasladarse a su oficina, aún tenía un par de minutos, pero no pensaba desperdiciarlo con ella.

-Ahora me doy cuenta de que todos los rumores sobre ti son totalmente ciertos -soltó como si aquellas palabras tuvieran el poder de herirlo, era cierto que había rumores sobre Julián, sobre el cómo utilizaba a las mujeres y siempre obtenía lo que quería, sexo, pero ninguna de ellas era lo suficientemente audaz como para atarlo al matrimonio o mínimo una relación a corto plazo.

-No eres más que un imbécil que solo vale una noche porque dudo que realmente seas un hombre-expreso aquella chica mientras subía los peldaños para poder ir a la habitación, tomar su ropa e irse-incluso que tengas corazón.

-¿Acaso eso te importo para acostarte conmigo?-él le dedico una sonrisa perversa-no eres más que una zorra, por esa razón, para mí las mujeres no son más que un juguete sexual que puedo desechar.

-¿Así que solo somos un juguete?- tomo la mano de Julián para que la palma de su mano tocara su pecho desnudo- el día que menos lo esperes, una mujer aparecerá en tu vida y te arrebatara el corazón, pero ¿Sabes que será lo más satisfactorio para mí?

-Verte suplicar por el amor de uno de tus juguetes-le reveló con una sonrisa arrogante.

-Estaré esperando ese día- la reto, aunque sabia que en el mundo no había nadie para él, pues esa chica que le había arrebatado el corazón estaba dos metros bajo tierra y a menos de que un milagro se la devolviera, no había forma de que su corazón volviera a sentir algo por alguien, ademas a esas alturas de su vida, no quería volver a sentir ese tipo de sentimiento. ¿De qué servía?

Julián pensaba que el amor era una perdida de tiempo y más que nada dolor o al menos así había sido para él. Se había dado cuenta de que el amor no era más que una debilidad, sobre todo en los «negocios» no puedes confiar en nada ni nadie, ni mucho menos en las mujeres.

Las manos de la morena jalaron el cuello de Julián para corresponder a un beso apasionado que volvió a encender esa llama pasional entre los dos. Esa acción tan impulsiva, le hizo entender a Julián que tal y como lo había pensado, esa mujer era como todas las zorras que habían caído en sus redes, despreciable e hipócrita, pero ya que nunca volvía a repetir a ninguno de sus juguetes sexuales, no tenía problemas con eso mientras tuvieran un buen culo que saciara su más pecaminosa necesidad.

Sus manos recorrieron las curvas de sus caderas hasta llegar a sus glúteos voluminosos que le hicieron caer en tentación de nuevo, los masajeo suavemente y le azoto una buena nalgada. La piel de la chica se erizó bajo la palma de su mano, le fascinaba, le excitaba e incitaba a volver a probarla antes de partir.

Su mano viajó hasta su vientre y sus dedos bajaron lentamente hasta encontrar su sexo completamente depilado, era tan suave y delicado. Cuando la mujer lo sintió tentando con delicadeza, gimió al momento de rozar su dedo sobre la superficie de su flor sexual.

Julián la alzó y la llevo hasta un sofá dejándola ferozmente para tomar sus piernas y abrirlas para él. Ella lo anhelaba y su mirada le suplicaba que la tomara y Julián no lo dudo ni un instante, deseaba poseerla, penetrarla, hacerle saber que ella se había convertido en una zorra más en su lista, un simple juguete, pero debia irse.

El trabajo, antes que nada era lo más importante y no le agradaba llegar tarde.

Observo el reloj de su muñeca, tenía cinco minutos, no desperdicio el tiempo en pequeñeces, la tomó de los glúteos para acercarla un poco más hacia él, después subió sus piernas a sus hombros para observar en todo en su esplendor la lubricación que le había generado un simple roce sobre su clítoris. Se acomodó y acerco sus labios para lamer sobre la cima, la punta de su clítoris, ella se arqueó, mientras él pasaba su lengua delicadamente, al principio con suavidad, probando el sabor de su lubricación para después lamer un poco más fuerte.

¡Sí!

Ella era suya y su cuerpo se lo gritaba en cada gemido y a él le enloquecía ese sonido mientras su lengua bailaba sobre su sexo, sin embargo, aquel acto de poder sobre la debilidad femenina fue interrumpido por el reloj de su muñeca, eran la siete en punto.

Repentinamente, Julián se alejó y observó que ella se levantó confundida.

-¿A dónde vas?- reclamó llevando su mano hacia su vagina húmeda, la acaricio con suavidad y deseo, invitándolo a seguir.

-Al trabajo, nena- explicó al momento que anudaba su corbata azul.

-¿No quieres terminar lo que empezaste?- cuestionó en un tono seductor sin dejar de tocarse para el placer de Julián y el suyo.

-¿Quieres que llegue tarde al trabajo por estar cogiéndote?-cuestiono Julián en burla- nena, tengo mejores cosas que hacer.

La excitada mujer frunció el ceño y alejo su mano de su sexo, se levantó y enseguida busco sus bragas. Julián la observo con placer y al alzar la vista, las vio encima de la lámpara de la cama, eran rojas y sensuales.

Después de unos segundos, ella vio su ropa interior y rápidamente las tomó, se las puso sin dejar de dirigirle una mirada feroz, eso le agradaba a Julián.

-Estúpido- le dijo al pasar cerca de él. Esa era la frase que todas sus zorras le decían al amanecer, les gustaba jugar con él, pero no sabían quién era realmente y no conocían al monstruo que él escondía debajo de su ropa elegante y su imagen de un buen político

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