Login to MoboReader
icon 0
icon Recargar
rightIcon
icon Historia
rightIcon
icon Salir
rightIcon
icon Instalar APP
rightIcon
El Ceo busca su Cenicienta

El Ceo busca su Cenicienta

Morgan Mikaelson

5.0
calificaciones
41
Vistas
10
Capítulo

Henry Meraz lo tiene todo para triunfar en la vida, es inteligente, apuesto, rico no necesita nada, excepto quizás las ganas de hacerlo, las ganas de esforzarse por algo. Su vida no le causa ningún anhelo, no le provoca ningún placer y está resignado a vivir el resto de sus días de esta manera, solo pensando en trabajar y ver pasar los meses. Todo cambia cuando un día una intrusa se atreve a colarse en una de las fiestas de su empresa, por primera vez Henry siente curiosidad por algo, le intriga esta mujer y cuáles son sus planes. Cuando por fin decide enfrentarla ella acaba huyendo, pero deja atrás un pequeño dispositivo de espionaje y Henry se propone encontrarla. Keily es una hacker con muchas habilidades que suele vender al mejor postor, tiene una amplia red de contactos y muchos trabajos infiltrada y le suele ir muy bien, hasta que un día se confía y casi es atrapada, afortunadamente consigue escapar, pero no contaba con despertar la curiosidad de cierto empresario que se obsesiona con ella. Pronto comienzan un juego de correr y esconderse, Henry la busca y Keily se escapa, tal vez después de todo Keily termina acostumbrándose a este juego, aunque lo niegue y tal vez la obsesión de Henry por encontrar a su Ceniciente lo lleve a salir de su zona de Confort dándole esa adrenalina que tanto ansiaba. ¿Qué sucederá cuando por fin acabe el juego? ¿De quién más está huyendo Keily? ¿Será solo obsesión lo que siente Henry? Qué sucede cuando el príncipe se obseciona con la chica que tiene más de villana que de princesa? Te invito a leer para descubrirlo.

Capítulo 1 Una intrusa

La noche llegó y cubrió con su manto oscuro toda la ciudad. El invierno por fin se había marchado y los días comenzaba a ser más calurosos, aunque al caer el sol las temperaturas aun continuaban bastante frescas. Era justo el clima favorito de Henry y lo disfrutaba en la terraza con un cigarrillo en la mano. Su elegancia innata y belleza oscura atraía la atención de las mujeres, pero su carácter tosco y seriedad les advertía a no acercarse. Con una mano dentro del bolsillo del pantalón de su traje y en la otra el cigarrillo Henry observaba a la noche desinteresado de su alrededor.

Un joven de cabello rizos y desenfrenados se acercó mientras con un pañuelo secaba el sudor de su frente.

- Señor Meraz la fiesta está a punto de comenzar, ya han llegado todos los invitados, es su turno para comenzar la celebración. – Henry se giró en dirección a la voz, aun con la mano en el bolsillo y el cigarrillo en la boca mientras daba una larga calada, recorrió de arriba abajo con indiferencia al muchacho frente a él, volvió a darle a la espalda mientras apagaba el cigarrillo en un cenicero y dejaba la colilla al tiempo que decía un escueto

- • Voy - cuando pasó por al lado del chico se detuvo un segundo y con la vista fija al frente y sin mirarlo a la cara agregó – tomate un minuto, seca tu frente y recomponte, si vas a trabajar conmigo debes aprender a dejar de lado los nervios e inseguridades. Solo los más fuertes sobreviven en este mundo y se mantienen en pie. – sin esperar respuesta Henry retomó su camino al interior del salón donde se celebraba la fiesta de la cual él sería el anfitrión.

EL chico observo la espalda de su jefe y sonrió con admiración, una vez más se secó el sudor de su frente y apartó los rizos de su cara. Henry era su ídolo y su modelo para seguir, a pesar de ser 2 años menor que él, era un genio de los negocios y a los 22 años había revolucionado toda la industria volviéndose el empresario más importante de toda la cuidad. EL chico se había esforzado para conseguir aquel trabajo y daría lo mejor de sí para mantenerlo y poder seguir al lado de su ídolo

- Vamos, Elías, tú puedes. – se reconforto y luego siguió a su jefe al interior de la sala.

A Henry le gustaba su trabajo, era bueno en ello, ganaba dinero con ello, se sentía en paz haciendo dinero y gastándolo, la parte que no soportaba de su trabajo era esta, dar la cara a las masas, interactuar con sus trabajadores, asistir a eventos y estar rodeado de hipócritas y personas que solo le daban dolor de cabeza. Usualmente no solía asistir a ninguna fiesta o actividad de la empresa, pero sus empleados le habían ayudado a ganar mucho dinero ese último año y les había prometido que si sobre cumplían el plan mensual durante 6 meses les iba a compensar con un gran bono y una fiesta a la que asistiría. Les había puesto un objetivo ridículamente alto, pero de alguna manera ellos habían cumplido, así que sin más opción tuvo que cumplir con su palabra.

De reojo observo al nuevo asistente que secaba el sudor de su frente en la terraza y bufó, era demasiado sensible, no duraría mucho a su lado. Antes de subir al escenario a dar su discurso miró a Robert, su secretario principal, mayordomo, padre y amigo, la única figura adulta que había tenido a su lado toda su vida.

- Podías haberlo hecho mejor, el chico es un manojo de nervios –recriminó en una voz tan baja, que era casi imposible de escuchar, pero Robert escuchó y con la mirada fija en el salón y los invitados respondió

- Estoy seguro de mi elección, dele una oportunidad. – Henry no respondió y subió al escenario donde el director general de la empresa lo esperaba con un micrófono. Su primo Félix había estado entreteniendo a los invitados, ya que su carácter totalmente alegre y animado, (todo lo opuesto de Henry,) solía tener mayor aceptación.

- Bueno y ahora con ustedes el diamante de nuestra empresa, el hombre que hizo posible que engordemos nuestras carteras y las cuentas del banco se llenen de ceros, sin más preámbulos, el Ceo Henry.

- Gracias todos por asistir a esta encantadora velada – saludó Henry con voz monótona una vez que tuvo el micrófono en la mano – quiero felicitarlos a todos por este gran logro que alcanzaron – su vista se pasó por el salón y terminó en Robert que le hizo un discreto gesto indicándole que siguiera adelante con el resto del discurso motivador que le había preparado, pero Henry lo ignoro completamente – creo que la mayor muestra de agradecimiento es el cheque que hoy han recibido todos, así que espero que disfruten la velada y lleguen mañana llenos de energía y hagan un mejor trabajo para que puedan ser merecedores de su tan generoso sueldo. – sin nada más que decir bajó del escenario y luego de un pequeño momento de confusión general todos los empleados rompieron en aplausos.

- Oh, nuestro jefe es el mejor.

- que palabras tan alentadoras.

- Fue conmovedor

- Me dieron ganas de llorar.

- Como puede ser tan guapo, inteligente y encantador. Definitivamente dios tiene sus favoritos.

- Solo nuestro jefe sabe cómo hacernos sentir tan importantes. – los trabajadores llenaron a Henry de halagos y lo bendecían por su generosidad.

- Si al final no va a seguir con todo lo programado y decir los discursos no se para que me esfuerzo en realizarlos. – dijo Robert cuando Henry pasó a su lado.

- Porque ese es tu trabajo. Además, míralos, están satisfechos.

- Pues qué bueno que al fin me voy a retirar.

- Si, se ve que mueres de ganas de hacerlo ni siquiera te tomaste el tiempo de contratar un reemplazo aceptable.

- Le dije que no me pienso marchar hasta que el chico este preparado.

- Entonces no te jubilaras nunca, tal vez no tienes tanta prisa por abandonarme.

Robert no cayó en la provocación, sabía que no tenía sentido volver a caer en la misma discusión. Solo quedaba esperar a que el chico que había elegido pudiera ganarse su lugar al lado de Henry. El joven Ceo necesitaba a alguien de confianza a su lado, alguien capaz de tolerar su carácter, y sabía que, gracias a la devoción del chico era una buena opción además era inteligente y aplicado, solo necesitaba tiempo.

Henry dio una vuelta por la sala, solo necesitaba dejarse ver un rato y luego podría escapar a la tranquilidad de su hogar. Se encontraba extremadamente aburrido, en aquellos eventos no sucede nada interesante, observaba la copa de vino traída por el joven asistente y bebió un sorbo, era bueno, justo de su agrado observó al chico que se retorcía las manos a su lado nervioso; tenía potencial, tal vez después de todo no fuera un total fracaso.

Mientras disfrutaba de su vino una figura paso justo por enfrente suyo y un aroma a jazmín se quedó flotando en el aire, alzó los ojos de la copa y vio una silueta femenina y una larga melena rubia, la chica estaba de espaldas así que era incapaz de ver su rostro, pero había algo en ella, algo que lo atraía.

La chica se acercó a sutilmente a un grupo de personas, poco a poco, sin llamar la atención se fue deslizando hasta quedar al lado de un hombre. Henry no lo reconoció, pero su cara le resultaba conocida. Se giro hacia su nuevo asistente y pregunto.

- ¿Quiénes son esos? – el chico observo hacia donde indicaba su jefe y como si fuera una computadora o algún programa de reconocimiento comenzó a recitar de memoria.

- El hombre del traje azul, David de recursos humanos a su derecha se encuentra su 2da esposa y secretaria Amanda, se casaron hace 6 meses luego de una aventura cuando fueron descubiertos por la primera esposa.

- No te pedí detalles de su vida privada y en todo caso, ¿cómo sabes todas esas cosas,

- Investigue a cada uno de la lista de invitados de hoy señor. – Henry lo observo asombrado. ¿Cómo era posible que se aprendiera todos detalles de cada una de las personas en la sala?

- ¿Quién es moreno de traje blanco?

- Ese es Alan director de marketing.

- ¿Y la mujer con la que conversa? – el chico observo un momento y luego respondió.

- No estaba en la lista de invitados, ni que acompañantes, así que supongo que ha debido de colarse, ahora mismo llamo a seguridad. – Justo cuando Elías se disponía a pedir a la sacaran su jefe lo detuvo.

- Espera. – Henry no le había quitados los ojos de encima a la rubia la vio hacerle un gesto a una mesera y esta última paso a su lado y le dio un ligero choque en el hombro. La rubio derramó su copa de vino sobre el hombre con el cual conversaba y procedió a pedir múltiples disculpas y ofrecerse a limpiar la chaqueta mientras le hacía ojitos al hombre. – déjala un poco más, por fin esto se pone un poco interesante.

Seguir leyendo

Otros libros de Morgan Mikaelson

Ver más

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro