Venganza de La Esposa Pura

Venganza de La Esposa Pura

Gavin

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Capítulo

Mi mano se posó suavemente sobre mi vientre plano, una sonrisa ilusionada curvando mis labios. Quince días de casada y la confirmación, un análisis de sangre positivo: gemelos. Corrí a la oficina de Ricardo, mi distante esposo, con la esperanza de que esta noticia sellara nuestro amor. Pero al acercarme a su sala privada, risas crueles me paralizaron. "¡No puedo creer que esa estúpida de Sofía se lo haya creído todo!", escupió la voz de Javier. Descubrí horrorizada que mi noche de bodas, la que creí el inicio de nuestra felicidad, fue una apuesta, una violación grupal orquestada por Ricardo, grabada en video y compartida entre sus amigos. Mi mundo se hizo pedazos. Ricardo no solo me había usado, sino que al enfrentarlo, me empujó con tal fuerza que perdí a nuestros bebés. Lo peor es que Camila, su amante, planea ahora usar ese video para destruirme públicamente en la gala de la empresa. El terror me consume, estoy atrapada, acorralada, sola. ¿Cómo iba a sobrevivir a esta humillación pública que se avecinaba? ¿Habría alguna forma de escapar de esta pesadilla y vengar el infierno que me habían hecho vivir? Mi hermano Daniel fue mi última esperanza, y su voz al otro lado del teléfono, cargada de ira, prometiendo venganza, me hizo ver que este era solo el comienzo.

Introducción

Mi mano se posó suavemente sobre mi vientre plano, una sonrisa ilusionada curvando mis labios.

Quince días de casada y la confirmación, un análisis de sangre positivo: gemelos.

Corrí a la oficina de Ricardo, mi distante esposo, con la esperanza de que esta noticia sellara nuestro amor.

Pero al acercarme a su sala privada, risas crueles me paralizaron.

"¡No puedo creer que esa estúpida de Sofía se lo haya creído todo!", escupió la voz de Javier.

Descubrí horrorizada que mi noche de bodas, la que creí el inicio de nuestra felicidad, fue una apuesta, una violación grupal orquestada por Ricardo, grabada en video y compartida entre sus amigos.

Mi mundo se hizo pedazos.

Ricardo no solo me había usado, sino que al enfrentarlo, me empujó con tal fuerza que perdí a nuestros bebés.

Lo peor es que Camila, su amante, planea ahora usar ese video para destruirme públicamente en la gala de la empresa.

El terror me consume, estoy atrapada, acorralada, sola.

¿Cómo iba a sobrevivir a esta humillación pública que se avecinaba?

¿Habría alguna forma de escapar de esta pesadilla y vengar el infierno que me habían hecho vivir?

Mi hermano Daniel fue mi última esperanza, y su voz al otro lado del teléfono, cargada de ira, prometiendo venganza, me hizo ver que este era solo el comienzo.

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Mi casa en Triana, que olía a jazmín y a melancolía, estaba a punto de perderse. Con solo dieciocho años y un título de diseño recién empezado, sentí el peso de las deudas de mi padre muerto. La oferta llegó como un salvavidas: acompañar a Ricardo Vargas, un constructor poderoso y enigmático. El "acuerdo" era claro: él salvaría mi hogar, yo sería su compañera discreta. Casi creí que el dinero me había traído un amor inesperado, confundiendo su opulencia con cariño, su posesividad con protección. Pero entonces, apareció Carmen Sandoval, su exnovia. Me citó en un hotel de lujo y, con desprecio, me ofreció tres millones de euros para desaparecer. Ella era su "costumbre favorita", y yo, solo un insecto. Para probarlo, hicimos una cruel prueba con mensajes a Ricardo. El suyo fue respondido con preocupación, el mío, con un frío "Espero no sea grave. Estoy ocupado". Ella sonrió. "¿Ves? No eres nada para él". Me reveló que todos los gestos grandiosos de Ricardo -los jazmines, Noruega- eran réplicas de lo que había hecho por ella. Solo era una sustituta, un eco. La indignidad se volvió insoportable. Un día, Carmen rompió el broche de mi abuela y me acusó de agredirla. Ricardo, sin dudarlo, me encerró en el sótano frío y húmedo, donde casi muero de frío. La humillación final llegó cuando, en una fiesta, él volvió a negarme públicamente. Me trató como un objeto, un insignificante estorbo para el juego de sus celos. ¿Cómo pude ser tan ciega, tan ingenua? El dolor era insoportable, la traición palpable. Me había vendido por una falsa seguridad, por un puñado de billetes. ¿Era mi dignidad el precio? ¿O algo más valioso aún? Pero al despertar del delirio, solo quedó una determinación fría. ¡No más! Era hora de despertar. Con los tres millones de euros de Carmen y una beca para Roma, cortaría todas las ataduras. Mi propio cuento de hadas no necesitaba un príncipe tóxico. Estaba lista para mi verdadera vida.

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