Otra Familia De Mi Marido

Otra Familia De Mi Marido

Gavin

5.0
calificaciones
956
Vistas
11
Capítulo

Mi carrera como diseñadora de moda iba en ascenso, y la consulta con una clienta importante prometía ser una más de mis rutinas glamorosas. Mientras esperaba en su lujosa residencia, un vaso de agua en mano, mi clienta me pidió un momento para atender a su hijo. Fue entonces, a través de un ventanal, que vi una escena que me paralizó y me quitó el aire. Mi esposo, Mateo, el chef exitoso y dueño de restaurantes, ese con quien compartí ocho años de mi vida, estaba jugando como padre con un niño de unos cinco años. La clienta salió, tendió ropa, y entre ella, la camisa de lino azul que le regalé a Mateo en nuestro aniversario. "Mateo, cariño, ten cuidado con Leo" , le dijo ella, y esa palabra, "cariño" , me perforó el alma. El niño me señaló, preguntó quién era, y la respuesta de ella fue "la diseñadora que te conté" . En ese instante, me di cuenta de que para Mateo, en su vida secreta, yo no era su esposa, sino una completa extraña. Mi matrimonio... ¿era todo una farsa monumental? Las noches de "problemas en el restaurante" , los viajes de "negocios" , sus promesas de un futuro juntos. El dolor era tan agudo que apenas podía sostenerme, pero no iba a desmoronarme frente a la otra familia de mi esposo. Salí de esa casa, de esa escena robada, y manejé sin rumbo, las lágrimas nublándome la vista. En nuestro "hogar" , encontré una caja con fotos de Mateo y Ana, ella embarazada, él sosteniendo al pequeño Leo con un amor que nunca me había dado. Un certificado de nacimiento confirmaba: Leo García, hijo de Ana García y Mateo Rivas, nacido hace cinco años. No era un desliz, era una vida entera construida sobre mis espaldas. La rabia y el dolor me hicieron gritar hasta que no pude más. "Hoy estuve en la casa de Ana" , le dije a Mateo cuando llegó, "vi a tu hijo" . Su falso arrepentimiento y sus mentiras absurdas, como decir que Leo no era suyo, hicieron que mi corazón se endureciera. Viéndolo de rodillas, suplicando perdón con lágrimas falsas, supe que el hombre al que amaba nunca había existido. Entonces, en medio de su patético intento de manipulación, me propuso el colmo de la locura: "Podemos traer a Leo a vivir con nosotros, Sofía. Tú siempre quisiste ser madre" . ¿Qué? ¿Criar al hijo de su amante como si fuera mío? ¿Sería tan cínico? Cuando me gritó que todo era mi culpa, que yo no era "suficiente" por mi carrera, me di cuenta de que mi amor por él había muerto. "Quiero el divorcio, Mateo. No quiero volver a verte en mi vida" . Esa noche, salí de casa, con el corazón roto, pero con una nueva determinación. Llegué a casa de mi hermana Laura, y entre sollozos, le conté el infierno. Su apoyo incondicional me dio la fuerza para levantarme. "Ese desgraciado me las va a pagar", dijo Laura con rabia. Mateo no se dio por vencido, intentó registrar a Leo como nuestro hijo para proteger "su legado" . Laura le dio una bofetada y lo echó. "¡Lárgate de mi casa!" . Pero la guerra apenas comenzaba, y yo le prometí una cosa: "Y yo soy Sofía, la mujer que te va a quitar hasta el último centavo que te ayudé a ganar" . Cuando Mateo y Ana aparecieron de nuevo, ella teatralmente arrodillada, usando a Leo como escudo, mi hermana los despachó sin piedad. Pero un detalle me heló la sangre: el gesto de Ana, tocándose el vientre, el mismo gesto de una mujer embarazada. No podía ser. Cuando los vi al día siguiente, la verdad, "embarazo en camino" , fue una bomba. No solo un hijo, sino otro en camino. Y entonces, Mateo soltó la verdad más cruel: "¿O quieres que le cuente a Sofía dónde estuvo tu maridito Ricardo anoche? ¿Quieres que le cuente sobre la 'amiga en apuros' a la que él también está 'ayudando' ?" Mi hermana, mi pilar, había sido traicionada por su propio esposo de la misma manera vergonzosa. En ese momento, supimos que estábamos juntas en esto, listas para luchar. No éramos víctimas, sino guerreras.

Introducción

Mi carrera como diseñadora de moda iba en ascenso, y la consulta con una clienta importante prometía ser una más de mis rutinas glamorosas.

Mientras esperaba en su lujosa residencia, un vaso de agua en mano, mi clienta me pidió un momento para atender a su hijo.

Fue entonces, a través de un ventanal, que vi una escena que me paralizó y me quitó el aire.

Mi esposo, Mateo, el chef exitoso y dueño de restaurantes, ese con quien compartí ocho años de mi vida, estaba jugando como padre con un niño de unos cinco años.

La clienta salió, tendió ropa, y entre ella, la camisa de lino azul que le regalé a Mateo en nuestro aniversario.

"Mateo, cariño, ten cuidado con Leo" , le dijo ella, y esa palabra, "cariño" , me perforó el alma.

El niño me señaló, preguntó quién era, y la respuesta de ella fue "la diseñadora que te conté" .

En ese instante, me di cuenta de que para Mateo, en su vida secreta, yo no era su esposa, sino una completa extraña.

Mi matrimonio... ¿era todo una farsa monumental? Las noches de "problemas en el restaurante" , los viajes de "negocios" , sus promesas de un futuro juntos.

El dolor era tan agudo que apenas podía sostenerme, pero no iba a desmoronarme frente a la otra familia de mi esposo.

Salí de esa casa, de esa escena robada, y manejé sin rumbo, las lágrimas nublándome la vista.

En nuestro "hogar" , encontré una caja con fotos de Mateo y Ana, ella embarazada, él sosteniendo al pequeño Leo con un amor que nunca me había dado.

Un certificado de nacimiento confirmaba: Leo García, hijo de Ana García y Mateo Rivas, nacido hace cinco años.

No era un desliz, era una vida entera construida sobre mis espaldas.

La rabia y el dolor me hicieron gritar hasta que no pude más.

"Hoy estuve en la casa de Ana" , le dije a Mateo cuando llegó, "vi a tu hijo" .

Su falso arrepentimiento y sus mentiras absurdas, como decir que Leo no era suyo, hicieron que mi corazón se endureciera.

Viéndolo de rodillas, suplicando perdón con lágrimas falsas, supe que el hombre al que amaba nunca había existido.

Entonces, en medio de su patético intento de manipulación, me propuso el colmo de la locura: "Podemos traer a Leo a vivir con nosotros, Sofía. Tú siempre quisiste ser madre" .

¿Qué? ¿Criar al hijo de su amante como si fuera mío? ¿Sería tan cínico?

Cuando me gritó que todo era mi culpa, que yo no era "suficiente" por mi carrera, me di cuenta de que mi amor por él había muerto.

"Quiero el divorcio, Mateo. No quiero volver a verte en mi vida" .

Esa noche, salí de casa, con el corazón roto, pero con una nueva determinación.

Llegué a casa de mi hermana Laura, y entre sollozos, le conté el infierno.

Su apoyo incondicional me dio la fuerza para levantarme. "Ese desgraciado me las va a pagar", dijo Laura con rabia.

Mateo no se dio por vencido, intentó registrar a Leo como nuestro hijo para proteger "su legado" .

Laura le dio una bofetada y lo echó. "¡Lárgate de mi casa!" .

Pero la guerra apenas comenzaba, y yo le prometí una cosa: "Y yo soy Sofía, la mujer que te va a quitar hasta el último centavo que te ayudé a ganar" .

Cuando Mateo y Ana aparecieron de nuevo, ella teatralmente arrodillada, usando a Leo como escudo, mi hermana los despachó sin piedad.

Pero un detalle me heló la sangre: el gesto de Ana, tocándose el vientre, el mismo gesto de una mujer embarazada.

No podía ser.

Cuando los vi al día siguiente, la verdad, "embarazo en camino" , fue una bomba. No solo un hijo, sino otro en camino.

Y entonces, Mateo soltó la verdad más cruel: "¿O quieres que le cuente a Sofía dónde estuvo tu maridito Ricardo anoche? ¿Quieres que le cuente sobre la 'amiga en apuros' a la que él también está 'ayudando' ?"

Mi hermana, mi pilar, había sido traicionada por su propio esposo de la misma manera vergonzosa.

En ese momento, supimos que estábamos juntas en esto, listas para luchar. No éramos víctimas, sino guerreras.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Cinco años de amor perdido

Cinco años de amor perdido

Romance

5.0

Tentu, saya akan menambahkan POV (Point of View) ke setiap bab sesuai dengan permintaan Anda, tanpa mengubah format atau konten lainnya. Gabriela POV: Durante cinco años crié al hijo de mi esposo como si fuera mío, pero cuando su ex regresó, el niño me gritó que me odiaba y que prefería a su "tía Estrella". Leandro me dejó tirada y sangrando en un estacionamiento tras un accidente, solo para correr a consolar a su amante por un fingido dolor de cabeza. Entendí que mi tiempo había acabado, así que firmé la renuncia total a la custodia y desaparecí de sus vidas para siempre. Para salvar la imprenta de mi padre, acepté ser la esposa por contrato del magnate Leandro Angulo. Fui su sombra, la madre sustituta perfecta para Yeray y la esposa invisible que mantenía su mansión en orden. Pero bastó que Estrella, la actriz que lo abandonó años atrás, chasqueara los dedos para que ellos me borraran del mapa. Me humillaron en público, me despreciaron en mi propia casa y me hicieron sentir que mis cinco años de amor no valían nada. Incluso cuando Estrella me empujó por las escaleras, Leandro solo tuvo ojos para ella. Harta de ser el sacrificio, les dejé los papeles firmados y me marché sin mirar atrás. Años después, cuando me convertí en una autora famosa y feliz, Leandro vino a suplicar perdón de rodillas. Fue entonces cuando descubrió la verdad que lo destrozaría: nuestro matrimonio nunca fue legal y yo ya no le pertenecía.

La Dignidad no se Vende

La Dignidad no se Vende

Romance

5.0

Mi casa en Triana, que olía a jazmín y a melancolía, estaba a punto de perderse. Con solo dieciocho años y un título de diseño recién empezado, sentí el peso de las deudas de mi padre muerto. La oferta llegó como un salvavidas: acompañar a Ricardo Vargas, un constructor poderoso y enigmático. El "acuerdo" era claro: él salvaría mi hogar, yo sería su compañera discreta. Casi creí que el dinero me había traído un amor inesperado, confundiendo su opulencia con cariño, su posesividad con protección. Pero entonces, apareció Carmen Sandoval, su exnovia. Me citó en un hotel de lujo y, con desprecio, me ofreció tres millones de euros para desaparecer. Ella era su "costumbre favorita", y yo, solo un insecto. Para probarlo, hicimos una cruel prueba con mensajes a Ricardo. El suyo fue respondido con preocupación, el mío, con un frío "Espero no sea grave. Estoy ocupado". Ella sonrió. "¿Ves? No eres nada para él". Me reveló que todos los gestos grandiosos de Ricardo -los jazmines, Noruega- eran réplicas de lo que había hecho por ella. Solo era una sustituta, un eco. La indignidad se volvió insoportable. Un día, Carmen rompió el broche de mi abuela y me acusó de agredirla. Ricardo, sin dudarlo, me encerró en el sótano frío y húmedo, donde casi muero de frío. La humillación final llegó cuando, en una fiesta, él volvió a negarme públicamente. Me trató como un objeto, un insignificante estorbo para el juego de sus celos. ¿Cómo pude ser tan ciega, tan ingenua? El dolor era insoportable, la traición palpable. Me había vendido por una falsa seguridad, por un puñado de billetes. ¿Era mi dignidad el precio? ¿O algo más valioso aún? Pero al despertar del delirio, solo quedó una determinación fría. ¡No más! Era hora de despertar. Con los tres millones de euros de Carmen y una beca para Roma, cortaría todas las ataduras. Mi propio cuento de hadas no necesitaba un príncipe tóxico. Estaba lista para mi verdadera vida.

El Pacto Roto Por La Envidia

El Pacto Roto Por La Envidia

Romance

4.3

La envidia era una bestia sedienta en nuestra comunidad, siempre hambrienta de lo que otros poseían. Nunca pensé que sus colmillos se clavarían en mi carne, en la de Estela y en la de nuestras vidas. Nos ofrecieron, a mi hermana gemela Estela y a mí, a los hermanos Vázquez, Marcelo y Efraín, como un sacrificio, un pacto. Parecía un cuento de hadas retorcido, una bendición. Pero la envidia, esa misma envidia que nos elevó, nos arrastró en picada hacia la tragedia más oscura, un abismo del que no creí que saldríamos. Estaba embarazada de cinco meses cuando unos hombres armados nos interceptaron a mi hermana gemela y a mí en medio de la noche. Aterrorizada, marqué el número de mi esposo, Marcelo, una y otra vez, suplicando por nuestras vidas. Pero él me colgó, furioso, porque estaba ocupado consolando a su "hermanita" adoptiva, Daniela, por un simple corte en el dedo. "¡Deja de hacer drama y no me molestes! Daniela está asustada y me necesita." Esa fue la última vez que escuché su voz antes de que los golpes me hicieran perder a nuestro bebé. Mi hermana Estela, mi leona, se interpuso para protegerme y le destrozaron la pierna con una barra de hierro, acabando para siempre con su carrera de bailarina. Cuando despertamos en un hospital público, solas y rotas, descubrí que Marcelo y su hermano estaban en una clínica de lujo, cuidando a Daniela como si fuera de cristal. Para colmo, Marcelo me acusó de haber "deshecho" a nuestro hijo a propósito solo para manipularlo por celos. El dolor se convirtió en una frialdad absoluta. Me limpié las lágrimas, firmé los papeles de divorcio y me dirigí a la policía para contar toda la verdad. Lo que Marcelo no sabía era que, al caer los secuestradores, confesarían que la dulce Daniela fue quien ordenó nuestra ejecución.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro