Golpe de suerte: El heredero perdido vuelve a casa

Golpe de suerte: El heredero perdido vuelve a casa

Joshua Damiani

Moderno | 2  Cap./Día
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Capítulo

La pobreza es una maldición terrible. Casi todos anhelan la riqueza. ¿Formas parte de ellos? Pues yo era de esos pocos que no le rendían culto al dinero. Estaba convencido de que la vida ofrecía más que simples monedas. El dinero no compra la alegría. Al menos, eso creía hasta que la vida me dio de lleno. Mi madre cayó gravemente enferma y la vida se me hizo un infierno. Era el momento más oscuro de mi vida. Para colmo, mi supuesta novia me cambió por un adinerado. Me despreció diciendo que nunca llegaría a nada. Me hundí en un abismo de desesperanza y ansiaba tener dinero para tratar a mi madre y demostrarle su error a mi exnovia. Fue entonces cuando mi madre me ordenó quebrar la pulsera de jade que llevaba en la muñeca desde mi nacimiento. Como por arte de magia, se activó una alarma y mi padre biológico dio conmigo. Resultó que yo era el heredero desaparecido de una acaudalada familia. En un abrir y cerrar de ojos, de pobre me convertí en heredero de un imperio de billones. Me convertí en alguien famoso e influyente. Mis lágrimas se secaron de la noche a la mañana. ¡Me sentí en la cúspide! Todos los que me despreciaron ahora querían rozarse conmigo. Hasta la chica que me partió el alma intentó acercarse de nuevo. ¿Creen que la habría recibido? ¿O encontraría el amor verdadero? ¿Quieren saber cómo desaparecí y regresé? ¿Perdonaría a mis enemigos? ¿Y si esta nueva vida me sonreiría?

Capítulo 1 Dolorosa ruptura

"Hola, Amaia. Este es el celular que te compré. Míralo a ver si te gusta".

La plaza de Rinas estaba abarrotada de gente.

Y las luces de neón de las farolas iluminaban las calles al caer la noche. Muchos jóvenes a la moda se habían reunido allí para disfrutar del fin de semana.

La aparición de Horacio Warren atrajo la atención de los transeúntes, que lo miraron con curiosidad mientras caminaba hacia una chica.

Abrió la delicada caja de regalo que tenía en la mano. Dentro había un celular nuevo.

Desde el comienzo del nuevo ciclo escolar, Horacio había trabajado medio tiempo después de clase. Había ahorrado la mayor parte de su sueldo y se las arregló con muy poco. Finalmente logró comprar un celular nuevo para su amada el día de su graduación.

Con una sonrisa amorosa, le extendió la caja abierta hacia ella, esperando ver su rostro iluminado por la sorpresa y la felicidad.

Para su gran sorpresa, Amaia Todd solo miró el celular, soltó un bufido y apartó la cara sin decir nada.

"¿Amaia?", preguntó Horacio, confundido.

Amaia se echó el cabello hacia atrás y lo miró con una mirada helada. "Horacio, por favor, no me contactes más. ¡Ya no quiero tener nada que ver contigo!"."

¡Guau!". Todos los curiosos se sorprendieron. Algunos abrieron los ojos de par en par, otros abrieron la boca e incluso susurraron a la gente que tenían al lado.

Por lo que dijo Amaia, supusieron que el joven estaba intentando conquistar a la chica, pero ella lo rechazó de forma contundente. A la gente le gustaba ver una escena tan dramática.

"¿Por qué? ¿Hice algo malo, Amaia? Por favor, dime qué hice mal para poder disculparme y no volver a cometerlo".

Horacio sintió una punzada de angustia en el corazón al oír sus palabras. Estaba confundido. Había estado planeando este día durante todo el semestre, y esa respuesta estaba muy lejos de lo que esperaba.

Todos en su clase sabían que llevaba mucho tiempo intentando conquistar a Amaia.

Estaba perdidamente enamorado de ella, así que la cuidaba con esmero. Todos los días le compraba el desayuno y la ayudaba a tomar apuntes en clase.

Se aseguraba de que no se estresara en la escuela, y le proporcionaba todo lo que ella le pedía solo para hacerla feliz.

Amaia se dejaba consentir y aceptaba todos sus regalos, e incluso coqueteaba con él de vez en cuando.

Aunque nunca le dio una respuesta afirmativa, ya eran considerados una pareja a los ojos de sus compañeros.

Ese día era el día de su graduación, y como terminarían la preparatoria, Horacio pensó que lo mejor era finalmente profesarle su amor.

La confesión oficializaría su relación.

Tenía la noche perfectamente planeada en su mente, pero no esperaba que Amaia reaccionara de esa manera.

"¡No me contactes más porque tengo novio!". Con una expresión despectiva, añadió con frialdad:"No quiero que mi novio piense que hay algo entre nosotros. ¡Más te vale no volver a contactarme!".

"¿Tu novio? ¡Pensé que yo era tu novio!". Horacio la miró con una expresión de confusión en el rostro.

"¡Ja! No te halagues, Horacio. ¡Solo eras mi amigo!".

Mirándolo de pies a cabeza, continuó:" Solo fui amable contigo. Mírate bien. ¿Crees que eres digno de salir conmigo? ¡Pff!".

" Pero...Pero te amo y compré esto como prueba de mi amor".

La mente de Horacio estaba hecha un caos. Volvió a extenderle el celular con manos temblorosas.

Se había dejado la piel y ahorrado durante todo un semestre solo para poder comprar ese celular.

Quería que fuera una prueba de su amor por ella.

Amaia le dio un manotazo en la mano con disgusto, y el celular recién comprado cayó al suelo. El sonido que hizo al estrellarse hirió a Horacio en lo más profundo; sintió como si su propio corazón se hubiera hecho añicos.

"¿Cómo te atreves a darme esto ahora?", preguntó Amaia, y luego añadió:" Sí, dije que quería un celular nuevo, pero fue al principio del semestre. Y tú no lo compraste hasta el día de nuestra graduación. ¿Lo dices en serio, maldita sea?".

Amaia volvió a echarse el cabello hacia atrás y, apretando los labios con arrogancia, sacó de su bolsillo un iPhone de oro rosa y se lo mostró a Horacio.

"¿Lo ves? Este es el iPhone más reciente. Me lo compró mi novio. Cuesta más de mil dólares. Esa cantidad no es nada para él. ¿Puedes compararte con él?".

Horacio se quedó sin habla, y su corazón se partió en mil pedazos. Se agachó para recoger el celular destrozado.

En ese momento, un joven que parecía tener la misma edad que Horacio se acercó a ellos.

"Hola, amor. Llegaste pronto. Vamos. ¡Ya reservé una habitación para nosotros!".

Cuando Amaia lo vio, se le iluminó la cara. Dio un pequeño salto como una niña y luego le dijo a Horacio:"¡Mira, este es mi novio!".

En cuanto Horacio vio al hombre, lo reconoció. Era su compañero de preparatoria, Addy Moran. Era uno de los chicos populares de la escuela porque provenía de una familia rica.

Amaia corrió emocionada y lo agarró del brazo. Se puso de puntillas y le susurró algo.

Addy miró a Horacio con interés y se acercó a él. Con una sonrisa siniestra, preguntó:"¿Te has dado cuenta de lo estúpido que eres, Horacio? Una vez te dije que me ayudaras a conquistar a Amaia. Te ofrecí 10.000 dólares, pero te negaste rotundamente. Ahora ella es mi novia. No tienes ni chica ni dinero. ¿Te arrepientes?".

Eso era una gran mentira. Addy no le había pedido que lo ayudara a conquistar a Amaia. En realidad, quería que la drogara para poder acostarse con ella. Addy pensó que Horacio aceptaría la oferta porque era de una familia pobre, pero para su sorpresa recibió un gran no que fue acompañado de una acalorada reprimenda.

Addy disfrutó al ver la expresión de traicionado en el rostro de Horacio."

De todos modos, escucha mi advertencia. ¡Aléjate de mi novia o te daré una paliza que no olvidarás!", dijo con seriedad mientras lo señalaba.

Luego palmeó el trasero de Amaia en tono juguetón y la tomó de la mano, con la intención de marcharse.

"¡Deténganse!", gritó Horacio antes de que pudieran alejarse.

Addy y Amaia se dieron la vuelta y lo miraron con complacencia, queriendo ver qué planeaba hacer.

En un abrir y cerrar de ojos, Horacio lanzó el celular destrozado y golpeó con fuerza a Addy en la frente.

"¡Llévate tu celular!", gritó Horacio enfadado.

"¡Maldición! ¡Maldito! ¡¿Cómo te atreves a hacer eso?!", maldijo Addy en voz alta mientras se agarraba la frente. El dolor era tan intenso que se tambaleó hacia atrás y cayó al suelo.

Amaia también se sorprendió y, señalándolo, gritó:" ¡¿Qué carajos?! Horacio, ¡¿qué te pasa?! ¡¿Estás loco?!".

Addy se levantó y le dio un puñetazo en la cara.

"¡Hijo de perra!".

El fuerte puñetazo aturdió a Horacio, pero se recuperó rápidamente.

Sin quedarse atrás, le dio una patada en el abdomen. Su zapato sucio dejó una clara huella en el costoso traje.

"¡Dios mío! ¡Están peleando! ¡Están peleando!".

Los curiosos pensaron que la pelea terminaría pronto, y se sorprendieron al ver que Horacio comenzaba la pelea.

La escena se estaba volviendo cada vez más violenta, pero ellos la disfrutaban al máximo. Todos animaron a los combatientes con aplausos y vítores. Nadie intentó separar a los peleadores.

Amaia también se sorprendió al ver cómo las cosas se salían de control. Estaba en shock, pero pronto recuperó la compostura y gritó:" ¡Basta, Horacio!".

Se lanzó hacia él y le dio una patada con sus tacones de aguja.

Los dos jóvenes estaban muy parejos. Horacio no le prestó atención a la última orden de Amaia hasta que sintió un dolor agudo en el costado, como si lo hubieran apuñalado.

Antes de que pudiera recuperarse de ese dolor, Addy lo empujó con fuerza.

"¡Cerdo! ¡Hoy te daré una lección inolvidable!".

Aprovechó la oportunidad para hacer llover golpes y patadas sobre su oponente, que estaba en el suelo.

Amaia también le daba patadas de vez en cuando.

Horacio no era rival para los dos. Los golpes se volvían cada vez más intensos, así que se acurrucó en posición fetal y se cubrió la cabeza.

La emoción en la plaza disminuyó en ese momento. Los curiosos temían que Horacio muriera si la golpiza continuaba, así que algunos hombres se adelantaron rápidamente y apartaron a la pareja, persuadiéndolos para que lo dejaran en paz.

Addy no estaba dispuesto a detenerse. Se liberó de su agarre y pateó con fuerza al chico, pero volvieron a sujetarlo. "¡Perdedor, no dejes que te vuelva a ver! ¡Si lo hago, te mataré a golpes!", gritó, sin aliento.

Luego le escupió encima y se marchó con Amaia.

Horacio quedó tendido en el suelo, jadeando por aire. Todo su cuerpo le ardía por los golpes que acababa de recibir. Miró al cielo sin expresión.

'¡La pobreza es una enfermedad terrible!'. Sabía que Amaia había rechazado su amor porque él no tenía dinero. Los ricos gobernaban el mundo, y finalmente lo entendió.

En ese momento, tenía el rostro pálido y sentía como si un cuchillo le atravesara el corazón.

Había amado a Amaia durante tres años enteros.

En la preparatoria, prácticamente la adoraba. Le daba todo lo que necesitaba.

Todos sus esfuerzos y recursos se fueron por el caño esta noche, junto con su dignidad.

Como joven moralmente íntegro, creía que debía tratar bien a las mujeres. Pensó que podría conquistar el corazón de Amaia siendo sincero y tratándola como a una reina, pero no esperaba que ella ayudara a darle una paliza después de todo lo que había hecho por ella.

'Amaia, ¿el dinero es más importante para ti que mi amor sincero? ', se preguntó en su corazón. '¿Por qué tuve que nacer pobre? Si fuera rico, Amaia me habría tratado mejor'.

Al pensar en esto, sonrió con lágrimas en los ojos." Oh, soy un verdadero perdedor. Acaban de darme una paliza, ¡pero aun así logro fantasear con ser rico!", se burló de sí mismo con autocompasión.

Al ver que Horacio estaba perdido en sus pensamientos, los curiosos suspiraron con lástima y comenzaron a irse.

Ya no tenía sentido esperar, ya que el espectáculo había terminado.

Horacio se quedó tirado en el suelo, mirando al vacío.

Estuvo allí mucho tiempo antes de levantarse con esfuerzo.

Sus huesos crujieron y su corazón latía más rápido de lo normal. El dolor en su cuerpo se intensificaba cada vez más. Tomó una respiración profunda.

Amaia y Addy no le habían mostrado ninguna piedad. Sin embargo, las patadas más dolorosas fueron las de Amaia debido a sus tacones de aguja, que le provocaron un dolor punzante en cada punto donde impactaron.

¡Qué cruel!

Con la espalda doblada, Horacio dio un paso vacilante y estaba a punto de regresar a casa, pero se congeló cuando su celular sonó de repente.

Lo sacó y miró la pantalla. La llamada era de un número desconocido.

Su celular era viejo y la pantalla estaba agrietada, pero seguía funcionando bien.

"¿Hola? ¿Hablo con el señor Warren?". Una voz respetuosa de un hombre de mediana edad se escuchó al otro lado de la línea en cuanto contestó.

'¿Eh?¿Acaba de llamarme señor Warren?'.

Nadie lo había llamado así antes, así que supuso que esa persona debía ser un estafador.

Horacio puso los ojos en blanco con disgusto y respondió débilmente:"Soy Horacio Warren. Por favor, no pierda el tiempo. No tengo dinero para darle. Llame a otra persona".

Colgó antes de que la otra persona pudiera responder.

Pero su celular sonó de nuevo en menos de dos segundos.

Horacio vio que era el mismo número.

Ya había tenido un mal día, así que rechazó la llamada con rabia.

Sin embargo, la otra persona no se rindió, y su celular no dejaba de sonar.

Esto aumentó la ira de Horacio, quien decidió bloquear el número de inmediato.

Pero por alguna razón, terminó presionando el ícono de aceptar. Tal vez fue porque necesitaba desesperadamente hablar con alguien sobre su sufrimiento.

"Señor Warren, por favor, escúcheme...".

El hombre al otro lado de la línea le pidió que no colgara apenas contestó. Pero Horacio lo interrumpió." Oye, amigo, no sé quién eres, pero debo decir que admiro tu persistencia. Si me hubieras llamado ayer, podrías haberme estafado mil dólares..."." Señor Warren, yo no soy un estafador...". El hombre de mediana edad sonaba avergonzado al escuchar esa declaración.

Horacio volvió a interrumpirlo. "Hoy pagué los gastos médicos de mi madre y compré un celular con lo que me quedaba. Quería regalárselo a la chica que amo. Por desgracia, lo rechazó y me humilló frente a una multitud en la plaza. Luego me peleé con su novio. ¿Y sabes qué? ¡Perdí!".

La otra persona guardó silencio y escuchó atentamente. Horacio le contó todo su sufrimiento y, con una risa amarga, concluyó:"No soy más que un pobre perdedor. Si tu intención es estafarme o venderme algo, te aconsejo que busques a otra persona".

Horacio respiró profundamente. Sintió como si se hubiera quitado un peso de encima.

Justo cuando estaba a punto de colgar, la otra persona dijo:"Señor Warren, ha sufrido mucho. Quizás le interese saber que no es un perdedor. Es una de las personas más nobles del mundo. Voy a transferirle 100 millones de dólares a su cuenta en cuanto colguemos. Úselos para resolver sus problemas por ahora".

El hombre, llamado Raúl Warren, colgó entonces la llamada. Su sangre hervía de ira y apretó con fuerza el celular para reprimir su ira. Se giró hacia sus hombres y les ordenó:"Preparen la caravana. ¡Tengo que ir a la plaza de la ciudad a rendirle homenaje al señor Warren ahora!".

Mientras tanto, Horacio miraba su celular con confusión, sin entender la última declaración del hombre.

"¿Yo? ¿Una de las personas más nobles del mundo? ¿100 millones de dólares? ¡Eso es absurdo! ¡Ese hombre debe de estar loco!", murmuró con incredulidad.

El celular de Horacio vibró de pronto y la pantalla se iluminó de nuevo.

Un mensaje apareció en medio de la pantalla agrietada que decía:" La cuenta bancaria ××××××1235 acaba de recibir un crédito de 100. 000. 000 de dólares".

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