Un amor que atraviesa fronteras. ¿Te sumas a esta aventura?
El atardecer llegaba a su fin, la última muerte del dÃa, pero la noche seguÃa y los gemidos de dolor también. El ambiente era lúgubre, tenso, mis compañeras me miraban con tristeza, estaban cansadas de tener perdidas, yo seguÃa gritando pidiendo utensilios, estábamos perdiendo a muchos y no debÃa ser asÃ, Ãbamos a perder contra aquellos y eso no serÃa bueno para nosotras, no podÃamos quedarnos paradas en aquel lugar.
Estaba al mando y todas seguÃan mis instrucciones, alargue mi mano y grite para que se acercaran a ayudarme, pero las observé todas estaban con sus propias pérdidas sobre las camillas.
Toque su muñeca, sus latidos frenaron, comencé con los movimientos para tratar de salvarlo, una gota cae encima de la persona que estaba debajo de mis manos, sigo empujando para que su corazón libere un latido, pero era inútil, la herida en su pierna lo estaba matando, la pérdida de sangre fue mucha y yo ya le habÃa dado mi sangre, ya me encontraba débil.
Me dejé caer encima de él, sus ojos ya se encontraban apagados, le cerré los párpados para observar esa boca, su boca; con los ojos llenos de lágrimas y grité, fuerte. Pero ya estaba muerto, nada tenÃa sentido.
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