/0/17825/coverorgin.jpg?v=6abd6ed2e94008192eec8f6db5e0e29c&imageMogr2/format/webp)
«Quiero volver a esos días donde solo hacía falta una mirada para hacernos sonreír, donde el tiempo pasaba sin que nos diéramos cuenta y todo lo demás no importaba, solo nosotros».
Nicholas Sparks,
El diario de Noah
Prefacio
25 de diciembre de 2026
El guardia, de aspecto exhausto y desaliñado, abandonó la estancia donde se encontraban las cámaras de seguridad, olvidando cerrar la puerta a su paso. Cruzó rápidamente el fantasmagórico pasillo, alumbrado por una bombilla fluorescente, mientras intentaba que su walkietalkie se conectara con el resto de los policías presentes en Sing Sing. La prisión se había edificado en Ossining, Nueva York, y albergaba a numerosas personalidades que cometieron auténticas atrocidades, como un hombre al que le agradaba alimentarse de sus víctimas. El guardia, de apellido Reed, no atravesaba las diversas estancias corriendo porque deseara alcanzar a tiempo el cuarto de baño, sino por la imagen que una cámara había mostrado hace tan solo medio minuto… una que debía ser falsa. Reed consiguió contactar con sus compañeros, indicándoles la celda a la que se dirigía y el motivo por el que creía necesitar ayuda. La prisión había sufrido un motín hace varias décadas; uno en el que los propios guardias quedaron atrapados con los presos durante 53 horas seguidas. Reed tomó una bocanada de aire y ascendió las escaleras de cemento de dos en dos, ignorando todos los intentos de los internos por agarrarle del uniforme y los insultos que vociferaban. Con el pulso tembloroso, pidió que abrieran la puerta metálica que dirigía a los pasillos cuyas celdas existentes eran de máxima seguridad, y se detuvo frente a la número 19.
—Santo Dios —musitó, apresurándose a quitar los cierres y adentrarse en su interior.
El recluso 4578 no se encontraba tumbado en su catre, con un libro entre las manos.
Un charco de sangre se extendía más allá de su cuerpo, el cual yacía a unos pies de los inmaculados zapatos de Reed. Intentando no contaminar las pruebas, el guardia rodeó las piernas extendidas del prisionero y se puso de cuclillas, examinándole. Se había rebanado la garganta con un cuchillo casero —realizado con cinta adhesiva y un azulejo que parecía proceder de los baños— y, a juzgar por la frialdad de su cuerpo, llevaba más de una hora en ese estado. Las pulsaciones de Reed se aceleraron. No lograba comprender cómo había accedido a semejante herramienta, después de las constantes revisiones que realizaban en su celda, así como tampoco entendía cómo el guardia del turno anterior no se había dado cuenta de ese acto. Reed había llegado a la prisión hace tan solo veinte minutos.
—Hemos recibido tu aviso —la voz de otro guardia le sobresaltó, provocando que sus rodillas se tambalearan; obligándole a sostenerse en la pata metálica de la cama—. Joder, ¿qué coño ha pasado? ¡Donson! ¡Ford! Llamad al médico ahora mismo, ¡vamos, moveos!
—No será necesario porque está muerto —musitó Reed.
En los quince años que Reed llevaba desempeñando trabajos en centros penitenciarios, nunca había presenciado un caso de suicidio. Lo más grave era que se veía incapaz de desviar la mirada del cuerpo. Adams (el guardia que daba las órdenes) se apartó de allí solo para exigirle al resto de los presos que guardaran silencio, y regresó a la celda 19 tan pronto como las exclamaciones se transformaron en susurros. Reed consiguió levantarse, se acomodó la corbata azulada hasta en siete ocasiones y miró a Adams con pánico.
/0/9343/coverorgin.jpg?v=5ee3f141caf3a651a8214cdb3bc70ea8&imageMogr2/format/webp)
/0/10294/coverorgin.jpg?v=c884ed916a238eb108ab4ffe78afd1fe&imageMogr2/format/webp)
/0/374/coverorgin.jpg?v=300a22a7d1dc567335d9b82847adf421&imageMogr2/format/webp)
/0/17373/coverorgin.jpg?v=393a89d56cb5b8adb71926e7eaf5e3eb&imageMogr2/format/webp)
/0/5859/coverorgin.jpg?v=e98508578cf1c4ea4fef23e1b1110590&imageMogr2/format/webp)
/0/13582/coverorgin.jpg?v=0786a8ef93fd5ca7e9c1697343550f51&imageMogr2/format/webp)
/0/5737/coverorgin.jpg?v=bab51ba18fae4f515e03b09b987d49e8&imageMogr2/format/webp)
/0/1437/coverorgin.jpg?v=9b3294f7cda8310118b2f7f7b4a4e721&imageMogr2/format/webp)
/0/17073/coverorgin.jpg?v=45edd2e001b92aa9d53bcdaad716d005&imageMogr2/format/webp)
/0/17509/coverorgin.jpg?v=9036116ab1d2eadd34de493cbda62b70&imageMogr2/format/webp)
/0/4793/coverorgin.jpg?v=b0dc9a7c16d61875812e892535575a0b&imageMogr2/format/webp)
/0/20013/coverorgin.jpg?v=da47077cec3900bad381596f73de077b&imageMogr2/format/webp)
/0/19049/coverorgin.jpg?v=8fe37dc4d03f3b2ce355fe57a21ddb14&imageMogr2/format/webp)
/0/9135/coverorgin.jpg?v=2d62651bbfe613d991e3f23e8fc75483&imageMogr2/format/webp)
/0/9573/coverorgin.jpg?v=a52402ec35a00bbfe011f808ad6f4243&imageMogr2/format/webp)
/0/21573/coverorgin.jpg?v=120861b6459e94a2852d3447e53088ee&imageMogr2/format/webp)
/0/17352/coverorgin.jpg?v=2fb45e9ba63c5a8e9844a3c7851f51fb&imageMogr2/format/webp)
/0/17530/coverorgin.jpg?v=cbc10197776cac8e6afffb92a8441889&imageMogr2/format/webp)