SEÑORAS - cuentos eróticos para mujeres activas
a y estaba algo falto de cariño, pues quería alguien con quien hablar, pero en su mundo se dio cuenta de que la gente sólo se acercaba a él por interés. Para que os hagáis una idea de cómo
los padrinos de boda de su boda con Lindsay. , su actual ex esposa. : una joven de veinticinco años que heredó una parte considerable del patrimonio de Morris, principalmente porqu
las conversaciones entre ambos siempre son muy completas. Tras aterrizar en Alemania y llegar a su mansión, fue recibido por Cristine, una direct
a de Jason, amiga de los padres de Morris y aunque vive en una hermosa mansión con todo lo que el lujo puede brindar, le gustaba el baile, los bares, la músi
ar de tener sesenta años, tenía los muslos bien definidos por los pantalones que llevaba. También vestía una blusa blanca de Gucci, sin sujetador, donde dejaba a la vista su escote de
siempre, para cuatro personas: una mesa en un rincón donde se podía ver literalmente todo el lugar. Apenas sonó la música, Cristine se levantó de la mesa para bailar, porque la gente de clase alta, de lo más alto de la cadena social, sabe que no
t Morris siempre le gustó beber su Macallan con hielo, siempre dentro de los límites normales. Pero en ese momento empezó a mirar a Cristine con otros ojos. Estaba aún más sexy desde su boda. Su cuerpo bailando, apoyado en otro cuerpo estaba despertando deseos e
cuparse si su marido estaba a su lado. "
habló avergonzado. "Esta parte de mi c
a mano sobre su polla, la cual estaba erecta, palpitando por aquella mujer multimillonaria, que durante toda la noche había hecho des
chas ganas, pues pasó mucho tiempo después de la separación que no volvió a sentirse tan vivo. Decidió llevarla y confirmó con el marido de Cristine que le haría este favor. Así que se quedaron un poco más con Cristine acariciando discret
esario empezaron a besarse sin cesar. Eran besos calientes y ardientes, de esos que te quitan el aliento. Las manos de Morris recorrieron todo el cuerpo de Cristine. Los deliciosos pechos y silicona en la boca de aquel hombre
carle la polla y luego sintió un placer que nunca había sentido en su vida: la boca experimentada de Cristine agarró su polla en un frenético arriba y abajo. Ella le lamió la cabeza y
camisón blanco transparente. Los muslos bien trabajados tras horas de gimnasio y los pechos potenciados hacían que cualquier pene se pusiera erecto. En sus manos, Cristine tenía una taza de chocolate amargo, con el que untó todo el cuerpo de Morris. Frotó el chocolate por todo el pecho de Morris y le estaba quitando la ropa. Cuando estuvo comple
ama, apartando sus bragas. Después de eso untó el coño de Cristine con chocolate y empezó a lamerlo todo. El treintañero sintió en su lengua el duro crujido de aquella mujer de mediana edad, directora ejecutiva de una multinacional. Morris masajeó el c
mpo que iba penetrando sus dedos dentro de ese fragante y fragante coño. Luego montó a Cristine y fue, con mucho cuidado, entrelazando su cola, hasta que puso la cabeza en la
Morris, dio una larga chupada, luego se acomodó y se sentó. Cristine saltaba, se movía y trepaba como una auténtica amazona. No se cansaba nunca de r
, pues desde que su esposo perdió el interés sexual por ella ella solo puede disfrutar con otros hombres y agradeció a Morris por ser uno, quien le dio mucho. de seguridad.
e le brindaron Cristine y su esposo, tomó un avión de regreso a Estados Unidos y se fue, para nunca regresar. Pero incluso