TORCIDOS: enamorada del primo de mi novio
ERA
2020, Braga. Qui
aba contando era una vil mentira. Ella conocía a los personajes de mi cuento, pero la so
decir alg
ante Quinta da Mafalaia, observé su rostro ovalado de piel morena clara y extr
no le contaría esto a nadie. Aunque ya existen personas que lo
lgo que en algunos rincones del mundo solía suceder, pero no a mí. Estas cosas no debí
zó a decir-.
asegurar que al verme llegar a su casa, jamá
tin
sponder siquiera. Se inclinó hacia delante y susurró con energía contenida-. Me est
taba exagerando en su pensar. Pude haber cometido mil errores, demasiados para el gusto de
e a su posición or
años. Escu
no demasiado para saberlo pero es fácil entender que en ocasi
que ella no confundiera las mías, emití una pequeña risa con tintes de triste
menos so
ual llegué a la Quinta para contarle todo a mi vieja amiga, era otra cosa
tiendo. ¿O no es así? Pero créeme, todo lo que hasta ahora has cre
Má
dra miró mi pitillo, ese que por fin me pude fumar después de horas de anhelarlo
deseaba hacerlo ahora. Precisamente de esto le hablaba, del efecto que algunos tienen en
stia-. Me dejas verdaderamente pasmada. Esto que m
a... -Suspiré de nuevo, el peso en mis hombros pulsa
as por unos segundos, para luego mirarme fijamente colocando una
e las razones que te obligaron a callar pero aun así, puedo comprender que no quisieras decirlo a los cuatr
a en potencia, pero eso fue mucho tiempo antes de toda esta debacle. ¿Cómo hace alguien que sufre de verborrea cuan
o? Que lind
ó el corto silencio que se
é las
or
ndose en el espa
necesitabas ayuda, Delu. Por lo menos para de
tomé su mano par
ornaba compasiva. Se suponía que la misma debería ser dirigida hacia a mí. Pero se
ese gesto. Bien podía sentir cariño por mí, pero el no haberle contado nada en todo este tiemp
andra. Solo deseo que lo sep
ento. Pero luego me di cuenta que era por mi rostro suplic
actamente? -preguntó-. ¿
abe. En el mundo, Sandra, nunca e
oder evitar el brillo en sus ojos, ll
ntes? ¿Por qué no me incluiste? ¿Quiéne
recer calculadora. Cerré los ojos por unos instantes mientras sentía cómo en mi cabeza se formaban varias notas musicales, entre tonadas electrónicas que mezclaban suavidad con fortaleza. Ahora po
mejor guardados en mi vida, a pesar de que un número reducido de personas lo sabían. Pero
u? -fue su maldita pregun
árselo, no sabía qué diablos hacer. ¿Cómo saberlo? Si más
agué en uno de los ceniceros que el padre de Sandra había dispuesto en cada una de las mesas de su
Aún no termino
*
años
Norte de
servada por "él". Lo supe varios años después, pero jamás p