Infierno
estar allí y cumplir los pedidos de un hombre que quizá fuese malo, pero no podía hacer nada al respecto, solo aceptar en lo que se había convertido
a no tener fuerzas para continuar, sin embargo, él de alguna manera quería demostrarle que estaba bien, que no sentía mayor dolencia para no preocuparla de más. Ver como la
r nada para evitarle el sufrimiento. Le dolía la vida que el destino
escuchó que la puerta del reservado se abría y se apresuró a ponerse de pie con
vor -la voz del hombre
sabía que al club asistían hombres y mujeres de todas las edades, mas no imaginó
r sí solos, siguiendo los pasos del hombre de mediana edad que caminaba por delante
ue no podía darle con un trabajo normal. Aun no sabía cuánto ganaría, pero había escuchado de algunas de las chicas que los beneficios eran muy bue
como una prostituta y eso la entristeció. Esa no f
tener una buena cantidad de dinero, le era suficiente. Nunca fue una chica ambiciosa, pero debía ad
el contrato en sus manos y con el corazón latiéndole má
tacionamiento, donde solo había tres autos parqueados. La chica pensó que
negro y de vidrios oscuros que esperaba
aci
a y que provenía del interior del auto que la hizo
en la había elegido. Pero si no era él, ¿quién era el
ó su hombre de confianza
encontraba, con el corazón latiendo de manera estrepitosa y las manos temblorosas, s
to la puerta del auto fue cerrada a su lado. Miró al hombre por el rabillo de su ojo y tragó en seco. El traje se veía muy costoso, y aunque quiso ver su rostro
sto lo que le gustaba y encendía sus más bajos instintos. No le gustaban las chicas ruidosas, que querían s
ban aquellas que mostraban sus atributos de más, lo consideraba desagradable y aburrido. En cambio, una
pocos seres humanos poseían en el mundo. Verla con el cabello largo y suelto alimentó sus fantasías, así
conteniendo desde que subió al auto y sonrió divertido,
ndo su respiración agitarse más. Su erección le incomodó, pero se dijo a sí mismo que no ha
acento extranjero que lo hacía sonar sensual-. Tú y yo nos vamos a diver
ue sentía era tanto, que su mente su nubló y todo su cuerpo se paralizó. Solo podía sentir la suavidad y humedad de la
nderezó en su lugar. Una tranquilidad que no duró mucho tiempo, pues él posó la mano en su pierna derecha,
ba su pierna entre su mano, hacía trazos invisibles con la yema de sus dedos sobre su
a su lado sí obedecería a todo lo que él dictaminara, no como Dixie, que se negaba a
a la razón. Ante él no estaba una de las elegidas, sino su secretaria, aquella mujer que tanto desea
erándose de sus labios con hambre y pasión mientras guiaba su mano por
Su boca era demandante y le exigía corresponderle de vuelta, por lo que movió sus
Debía dejarse hacer y eso la hizo sentir miserable y que no valía nada. Lágrimas se arremolinaron
ontempló la expresión de la chica y adentró su mano por completo bajo su vestido, tocando su
na risita más, trazando los labios menores con precisión y suavidad, provocando temblores en la chica entre sus brazos-, ¿Sabes, mon amour? Hoy conocerás todo lo que soy capaz de ofrecerte y tanto te has negado
los oídos del hombre. La besó con mayor fiereza, pero la voz de su hombre de con
onrió complacido, sacando su mano de debajo del vestido de ella. Llevó sus dedos a los
ojos llenos de lágrimas-. Pero no tienes que temer de mí, te aseguro que soy más benévolo que ella -dejó un corto beso en sus labios antes de acomodarse su prominente erección y bajar del a
*
a, a
ya que he tenido bastante trabajo y no he podido escribir en forma, pero har
á pareciendo
os, me motivan a continuar, ademá
ana, ya saben,
s a