EL PRIVILEGIADO
Car
ablasa, 30 de
rgo y ancho, que no permite apreciar con exactitud mi figura, me encontraba frente al
jero, observé fijamente cada pasajero que bajaba del mismo. Hasta que, por fin, pude visualizar a la musa de
» Pensé, añorando sus tert
á. Trae un look a la altura de los hombros, que la brisa en la pista de aterrizaje,
ce veinte años!» Recordé, especial
su mismo estilo al caminar, sonreír y hablar. Todo en ella, hace que eman
egante!» Anali
a, me dolería tanto», reflexioné ansioso
como si mi corazón y mi alma lloraban al unísono, al ver nuevamente a la inspiración, a la mujer de
en cada nota musical o en cada letra de canción que compongo y canto, ella está presente. ¡No debí traici
ado que se fuera a un destino desconocido, poniendo kilómetros de tierra y agua, entre nosotr
tenido una permanente comunicación: Roberto Vélez. Él, fue el único que entendió mi pos
do alcanzar. Se me hizo cuesta arriba, hacer que me perdone y que me permita acercarme, aunque s
l rostro, porque el grupo familiar de Victoria, se ace
uevo en casa -comentó Roberto, derrochando al
una emoción inmensa, retornar al nido, después de tanto
go? Interrogó él, mirando todo a su alreded
ra y cuyas palabras, me hicieron voltear bruscamente. Esta noticia, fue una verdad
él, mirando hacia un lado y hacia otro.
isfracé y así evitaba que alguien me identificara e hiciera de esto un boom publici
a que mantuviera una relación de pareja con alguien. En el supuesto caso, de haberse casado, en
desde aquel fatídico día, cuando le tuve que confesar que había embaraza
an lejos! En ningún momento, ella volteó a mirar hacia otro lado. Su mira
quello que dejó aquí
lita, quienes se conservaban igual que ella. Las tres, llamaron la atención t
a paso rápido hacia el área de la salida. Salí, del aeropuerto cabizbajo, triste y con
. Aquí, estaban juntos mi pasado y presente, trayendo el mismo dolor
e podido superar! ¡Victoria, sigue en mi corazón como el primer d
iel bronceada. Imaginé, la suavidad de sus manos, sobre las mías», analic
ste lugar que me brindó una fuerte sacudida, al ver
or! -Resp
ca -expresé lamentando, sin dar explicación alguna. Creo que ellos no la necesitan. Mi chófer y mi g
ad que al salir, al coche que debimos dar pasó, era el de mi amigo Roberto. A su la
que apretar fuertemente mis puños, para controlar mis emociones. Estuve tentado a gri
s canciones que he compuesto para ella, como las que le he dedicado de otros compositores. Finalmen
lorando de nuevo por ti!», recapacité,
Dame una segunda oportunidad. Te prometo solo ver por sus ojos, ded
ano llorara, al ritmo de mi sufrimiento. Fue así como empe