La diva invaluable que dejó su mundo en ruinas
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hora mismo!", gritó Rodger Mitchell, clavando una mirada fría en su esposa, Emi
l hablar. Sus ojos enrojecidos brillaban con lágrimas contenidas, mientras un dolor insop
ia de Rodger se agotó. Extendió la mano y
spirar. A pesar de la presión asfixiante, lo miró di
e sus nudillos, quemándolo lo suficiente com
ipo de dolor le apretó el pecho. Durante tres
vuelto en el hazmerreír de todos. Para ellos
casa de la playa y un auto deportivo nuevo. Si alargas esto, no te
diza y sarcástica. "¿Crees q
, pareció dispuesto a volver a estrangularla, pero la cr
reprimió. Quizá fue verla así, indefensa y destrozada, lo
quitas la vida a Violeta, y aún no he empezado a hacerte pagar por el
sa piscina no es culpa mía!", exclamó Emili
ero nadie allí estaba dispuesto a escucharla. Nadie e
tenido un ataque tan repentino! ¡Sabías perfectamente el poco tiempo que le queda
te el accidente automovilístico y quedaste en estado vegetal, ella, que entonces aún era tu novia, te abandon
e ella!", ladró él, levantando
rrando su muñeca antes de que pudiera tocarla. Su mir
esa faceta de ella, y l
ante. ¿Cuándo se había afilado hasta convert
de Emilia chocó contra su rostro con una fuerza sorprendente, dibujando una marca
, no le debo nada a la familia Mitchell", decl
ró con fuerza. Él contestó, y el ceño fruncid
rado? ¿Todavía nada de Asclepio? ¡Paga lo que sea necesar
s médicas milagrosas y que por ello se había ganado ese títu
dose hacia Emilia con una mirada q
el resto de tu vida pagándolo!". Con una mueca de desdé
dolos de un rojo intenso. Mientras observaba su espal
o, Rodger seguiría atrapado en una cama de
icación no valía nada comparada con la admiración ci
: la voz de esta última aún resonaba, mo
do, pero recuperarlo no me c
victoria en los ojos de Violeta ni la sonr
eslizaban por sus mejillas. En voz baja, murmuró: "Violeta, pued
etrás del nombre que todos susurraban con desesperación, Asclepio, se e
ando el bolígrafo, garabateó su firma en los pa
do. El matrimonio que consumió tres añ
retrato de Arturo Mitchell,
vida. Hoy, esa deuda está saldada. Me voy
abeza en alto, Emilia salió de la casa de l