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La suerte de ilein

Capítulo 2 El espejo de Bronce

Palabras:2183    |    Actualizado en: 05/12/2025

unos 27 años quien era gemela de Marcelo; la llevaron a recorrer las instalaciones -un laberinto de pasillos donde el arte y la moda se entrelazaban en una sinfonía de colores y textura

tan palpable como el aroma a café recién hecho que inundaba el lugar. Salvatore, el tercer hijo de Joana, era el

ciente. Madre non si fissa con chiunque, deve aver visto qualcosa di sp

cualquiera, debe haber v

aba con él, pensó en por qué había aceptado este trabajo: no solo por el talento que Joana había visto en ella, sino por escapar de la rutina de su barrio en el sur de Caracas, por hacer realidad el sueño de su abuela -que

alculadora en cada movimiento. Marcelo, gemelo de camila primogenitos de Joana, era el encargado de toda

s ojos analizando cada gesto suyo, cada palabra que iba a decir-. Yo me encargo de la adminis

su disp

ra, contenida y profesional. Pensó en lo diferente que era esto de su casa: en Caracas, todos hablaban a gritos, se abrazaban sin previo aviso, y

Pero Ilein sabía que la vida real rara vez se ajusta a las expectativas, y qu

buscar la luz, otras se hundían en sombras profundas que nunca llegaba a iluminar. La superficie estaba pulida hasta reflejar lo que la rodeaba, pero con rasgaduras finas que parecían cicatrices antiguas. Las luces tenues se filtraban a través de los ventanales, creando sombras danzantes que hacían parecer que la escultura

a fuerza que se estremeció todo el cuerpo. Se giró lentamente, y su mirada se encontró con la de un hombre imponente como un monolito, con cabello negro como la noche y una frialdad glacial que helaba el aire a su alrededor. Él era el CEO del grupo -y en el instante en que lo vio, Ile

es -como si un velo negro le cubriera el resto del mundo, y solo él existiera. Sus manos se cerraron en puños tan fuertes que le sangraron los nudillos, el sudor frío le empapó la piel y le hizo cosquillas en la nuca, y sus piernas empezaron a te

e en los oídos, como un tambor de guerra que anunciaba el fin. La tensión en el aire era tan int

recorrieron su figura de arriba abajo, deteniéndose en su jersey gris sencillo, su cabello recogido en una coleta desaliñada

e que parecía vibrar en los muros, con un tono que no era solo una preg

én eres y qu

e se quedó en blanco, pero en el fondo, sintió un dest

signora Joana Moretti -respondió, pero su voz salió rota,

rando la escultura... Esper

os dientes blancos y afilados que le rec

a este lugar que debe estar en silencio -murmuró, enfatizando "ruidos" con

a su mejilla. Ilein sintió que se le quedaba sin aire, que su corazón se paraba -y aú

el tenso encuentro con una sonrisa enigmática. La luz que se filtraba a través de los

un appartamento nell'edificio -anunció con una mirada desaf

a becaria. Le asignaremos un

se tensó tanto que se le veían los músculos en la cara. Ilein sintió que la temperatura de la hab

venenoso que hacía temblar el aire, enfatizando "mi" como si fuera una advertencia d

nos aún que sería

lidad de Máximo, continuó

io propiedad de Máximo. Spero che sia di suo gradimento -

que le

estar de acuerdo con la decisión, pero se limitó a asentir con la cabeza con una frialdad absolu

las ventanas con tonos naranjas y rosados -el mediodía había pasado sin darse cuenta, absorbida por el recorrido y el encuentro con Máximo. Mientras miraba la pieza retorcida frente a ella, procesaba lo sucedido: había visto al hombre que controlaba todo aquello, y el rumor del aeropu

ente, parecía un escenario de sueños y peligros. El sol brillaba aún, pero con menos fuerza, y las sombras del encuentro co

l ruido de los vecinos que compartían comida. Mientras desempacaba sus pertenencias -incluyendo el tejedor que le había dado su abuela y un rollo de tela de manta criolla que trajo de Venezuela-, sus pensamientos volvieron a sus esperanzas: quería presentar una colección en la próxima Semana de la Moda de Milán, una que llevará el aroma de la playa de Chichiriviche y la elegancia de la calle Via Montenapoleone. Quería que su abuela, don

hervidero de actividad, con telas de todos los colores y texturas apiladas en estantes, maniquíes adornados con diseños vanguardistas y el zumbido constante de las máquinas de

vos venezolanos, recibió una llamada de Joana. La voz de Joana, cálida y reconfo

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