La suerte de ilein
e cada movimiento era calculado y cada encuentro, una provocación. No eran simples coincidencias; eran escara
mentario mordaz lanzado en el taller. Una interrupción inesperada en el lobby. Cada interacción era una sutil demostración d
iguado de los pasos sobre el mármol pulido. El aire olía a café recién hecho y al perfume floral de Joana -una fragancia que siempre le recordaba a su madre. La luz dora
iluminado por una luz tenue que acentuaba la dureza de su mandíbula y la frialdad de sus ojos. Ilein dudó, sopesando sus opciones. ¿Fi
azules, fríos e incisivos, parecían desnudarle el alma, buscando miedos ocultos y deseos inconfesables. ¿Qué la atraía real
nte que curvó sus labios, revelando unos dientes blancos y afilados.
s, señorita
zando la compostura. Sus manos temblaban ligerame
ías, seño
El aire se cargó de una tensión eléctrica que le robaba la respiración. El perfume de
silencio asfi
bellissima
ellísima po
a vista de ella, con una voz cargada de doble intención. Sus o
on quién s
ible que los atraía y los repelía. Sus miradas se cruzaron, y por un instante, el tiempo se detu
mente, necesitando aire fresco. Camila la esperaba con una sonrisa amable, pero Ilein notó una s
nturas y las formas abstractas de las esculturas. El ambiente era tranquilo, roto solo por el suave murmullo de las conversaciones y el eco de los pasos sobre la madera pulida. Ile
a obra, cuando una voz a su
ijo la voz, con un tono
sante,
etrás de ella, vestido con un traje elegante, hecho a medida, que realzaba s
Ilein, anclándose al s
, m
el rostro y un escalofrío le recorrió la espalda. El aroma a cuero y especias la ma
o, con una voz suave que apenas superaba el murmu
. ¿Qué pretendía? ¿Estaba interesado en ella, o solo era una pieza en su juego de poder? Las preguntas la atormentaban, alimentando su creciente inquietud y
Máximo qué pretendía con ella. O tal vez debería hablar con Joana, preguntarle si sabía algo sobre el comportamien