El aroma a matcha de su traición
de Casandra «
a había intentado alejarme, pero yo me quedé allí, observando a Héctor y Anaís. El beso ha
ontraron con los míos a través del bar abarrotado. Por una fracción de segundo, un destello de triunfo, rápidamente enmascarado por una inocenci
eza rancia y traición pegado a mi ropa. Las luc
la, con el rostro como
su voz tensa con una furia apenas con
lso junto
prendentemente firme-. Estaba
se entr
o toda la noche. ¿Simplemente ignoras mis
habitación-. La que se da cuenta de que tiene derecho a respirar,
o suavizándose ligeramen
corriendo, no contestaste mis llamadas
preocupado por tu imagen p
dose una mano
na gran sorpresa para ti. Una fiesta. La próxima semana. -Hizo un gesto vago, como si el event
eo? Qué
ué, Héctor? ¿Para que yo desapareciera y así pudieras presu
stre
me puse rígida-. Te amo. Eres mi esposa. Solo... me dejé ll
e yo fui vulnerable durante diez años, Héctor? ¿Mi
su rostro en
s cosas aquí. Te compré ese libro de arte de ciencia ficción de edición
an, pero me n
rece que he perdido el apetito por tu
o rígido. Su man
l, Cassie. Estoy tratan
estás tratando de comprar mi sile
brillo peligr
a. Pero ni se te ocurra pensar que puedes andar por
desafié, cruzando los brazos sobre mi pecho-. ¿Es un con
isma! ¡Vas a arruinarlo todo! -rugió, g
ú, Héctor. Hace diez años, cuando te casaste con una «profecía» en lugar de
sorpresa, luego una
que antes-. Fue... un error. Un momento de debi
siempre parece ser increíblemente conveniente para tu estrategia de negocios. -Tomé una respiración
n par, su fachada cuidadosame
-Se abalanzó sobre mí, per
z fría-. Y voy a cerrar con ll
ntino silencio. Se quedó afuera por un momento, luego escuché una maldición ahogada y el repugnante golpe de algo sien
[número de teléfono]. Dile que Juls te mandó. Está ocupado las próxim
mis labios. La primera
amar hacer, ofrecer mi tiempo como voluntaria, antes de que Héctor lo considerara «i
bueno verte! Te
calor familiar extend
o estar
tor. La risita tintineante de Anaís. Mi corazón se hundió, no con dolor, sino con una agotadora sensación de inevitabilida
rro de golden retriever esponjoso. Héctor sostenía al cachorro, luciendo como el C
ta Nichols? -preguntó una niñita
lanzando una mirad
el señor Leal e
ó otro niño, su curiosidad inocent
jos se encontraron con los de Héctor, una
a quién no le gustaría alguien ta
do lo no dicho, co
¡Beso!
o la habitación. Sus ojos se encontraron brevemente con los
presionando un suave beso en su mejilla. Los niños estallaron en vítores. El rostro
un profundo vacío donde antes había dolor. Era como ver
Sara, la niñita, señalándo
damente apartó a Anaís, dando un paso a
nté, mi voz clara y cortando el repentino silenci
ron inmediatamente hacia mí. Les sonreí, una sonrisa genu
o de los niños, uno perc
el ceño fruncido-, sus ojos...
ora intentaba desesperadamente dar excusa
z suave pero firme-. No
a nuestro lado, su rostro contorsionad
ora. -Su voz era un gruñido baj
a, mis ojos despr
n mis labios-. ¿De lo maravillosos que se ven tú y Anaís juntos? Felic
rió la boca, pero no salieron palabras. Sus ojos, sin em