La esposa indeseada, su corazón vengativo
a Herr
ndro resonaban en mis oídos, una cruel nana de traición. Me había ofrecido menos de un cen
evoción, que se rumoreaba valía millones de pesos. La foto la mostraba a ella, con una mano delicada apoyada en el capó pulido, una sonrisa coqueta en sus labios. "Ay, Alejandro,
e mi padre. Alejandro, en su perversa y retorcida lógica, lo había declarado abiertamente: un coche,
s gestos superficiales y el metal reluciente tenían un valor incalculable. El certificado de defunción de mi padre se sentía pes
o antes de lo que yo sabía. Había elegido dejarse ir, sabiendo la enorme deuda que pesaba sobre mis hombros, con la esperanza de ahorra
l aplazada, todo para mantener a flote la galería, para mantener vivo su legado. Había sacrificado mis sueño
Se endureció hasta convertirse en una resolución fría y centrada. Ya no era solo una víctima. Era una sobrev
uación forzada. Les pagaría, hasta el último centavo. Luego me iría, una mujer libre, sin ataduras
ente escenificadas llenaban mi feed: cenas a la luz de las velas, paseos por playas privadas, manos entrelazadas.
or la reacción alérgica, comenzó a fallar. Tosía constantemente, un sonido profundo y r
la iluminación filosófica". Compartía fotos de sí misma, con un libro en la mano, una mirada pe
tado sistema inmunológico. Yacía en otra cama de hospital, el familiar pitido de las máqu
danos es el camino hacia la paz interior", escribió, debajo de una foto de sí
e. Entré en la impecable oficina de Clara Villarreal,
del temblor en mi alma. "Cada centavo q
cheque. Me miró, un destello de algo
ntó, su voz sorprendentemente
simple y brutal. "Terminé con sus juegos. T
ó lent
amos de entornos similares. La galería Herrera, alguna ve
cólica, cruzó su rostro, una grie
guraría una alianza poderosa. Pensé que bene
miga de la infancia? ¿Una alianza poderosa? ¿De qué
un clic, sellando mi pasado. El aire fresco llenó mis pulmones, fresco y limpio. Era libre. Salí a
tapó la boca, otra me torció el brazo detrás de la