El Amor Equivocado
o que intentaba, Quincy frunció el ceño, hizo una seña c
a correr por su rostro, después bajó la cabeza,
ad de mí! ¡Se lo suplic
egó con la cabeza. "Ya no te preocupes. A
erta. Aunque ella no sabía lo que iba a decir aquel hombre, presentía que no ser
dinero, pero tu sobrina desde luego que pue
mundo se había detenido. Abrió los ojos, miró a Quincy y
n el rostro de Quincy, sabí
más nerviosa y vol
está tratand
en de alivio en lugar de que se le viera angustiado. Ante tal situac
ntinuaba, "Quiero que trabajes para mí, así podrás pagar la deuda de tu
helada, no sa
nte clara. Si ella se negaba, su tí
hondo y miró al ho
ue hacer para hacerme de cinco millones de dólares?
ra vendiendo su alm
la mueca en el rostro de Wanda, los labios de Quincy se retorcier
guien como yo. Si quieres trabajar para mí y lo haces bien, incluso
o que había dicho era cierto. Aquellos cinco m
uardó s
y exhaló un anillo de humo que llenó la h
con todo lo que hab
atento a toda su conversa
da. Ya no puedo con esta
lla cerró los ojos y se cla
la pared... Detestaba el hecho de ten
abía qué m
consigo misma era para poder pagarle a su tío por haberle dado un hogar
duro para poder ganarse
bía jugado el fruto de sus
ía su adicción, incluso s
preguntado en qué tipo de trabajo la quería emplear, Ryan ya le había pedido
es en desacuerdo y lev
acuerdo en vender mi cuerpo
ablar, Qui
ciedad regida por la ley. No te obligar
inuó, "Lo que estoy a punto de
s palabras, Wanda
o astuto. Nadie podría adivinar si en algún momento le
, él levantó una man
os para que lo piens
retó la mandíbula. Ah
ien, lo
spuesta de su sobrina, de repente se sintió aliviad
os mío! ¡Gra
ismo. De hecho, jamás había pensado en el destin
, apagó el cigarrillo entre sus dedos y asinti
dado cuenta de
Wanda podría haberse desmayado frente a un hombre ta
entos, ella no sentía na
ada hacia Wanda y
, vám
nte, estaba muy sorpren
no hacia la puerta. Ento
mía, te espe
, que ni siquiera se moles
ágrimas y corrió hacia su
sucedido, Wanda ni siqui
cy era para poder pagarle a Ryan por haberla acogido durante
alió de la habitación, miró a su
nada. De hecho, no se atr
ibreta de ahorro y s
rugía o tu estúpido vicio. De cualquier manera, esta es la ú
la casa en la que había vivido dur
dijera que no le do
uerzas de contener las lágr
a. En lugar de ello, sostuvo la libreta con fuerza en