El Amor Equivocado
que tenía que escapar, siempre habí
s escaparé de
instrucciones precisas para que la vigilaran. Si intentaba huir sin un plan bien estruct
el grifo. Se quitó el maquillaje y eso la hizo sentirse más alivia
iñado goteaba por su frente, dándole a su reflej
e inclinó sobre el lavabo y en vo
ía evitado hacerle daño a la gente. Entonces, se pregunta
n miedo permanente a pesar de
er sus faltas a su antojo? ¿Por qué
s preguntas. El destino nunca había sido lo suficientemente justo
puños del coraje. Por un momento consideró romper el espejo. Al menos el estallido provocaría que
ro antes de que sus puños golpearan el espejo,
ieza que estaba estaci
n a brillarle ante las posi
s del baño, por eso había dejado el carrito allí. Wanda se ace
la cesta del carro sin ningún problema. Sabía que era más fácil decirlo que hacerlo, pero tenía que in
to posible. Estaba a punto de entrar en la cesta cuando una suave voz la sorprendió por det
a nada menos que la señora qu
. Entonces, dio un paso atrás y sacó más de mil dólares de su b
dinero en efectivo en la mano a la señora sin dudarlo un solo segundo. Luego la mir
entender lo que estaba pasando pero no podía meterse en problemas. Así que frunció el ceño y agitó la mano con desdén. "No, señorita, por favor, no me dé este dinero. Yo sol
inero, se l
asiado, así que la obligó a tomar el dinero y le dijo: "No se preocupe. No se trata de algo grave. No le estoy pidiendo que haga a
rabajando allí durante ya algún tiempo. Al escuchar la solicitud de Wanda, se puso pál
denes de vigilarla muy de cerca, la señora de la limpieza lo desconocía. Wanda trató de calmarse. "¿Qué es
adie sabrá que usted estuvo involucrada en mi escape ya que yo no diré nada. ¡Ande, confíe en mí!", le aseguró Wanda con firmeza y la volteó a ver directa
mandaría a buscarla de inmediato. Además, el baño no era un escondite muy seguro. Cualquiera podía entrar en cualquier m
o aun desconocie
rla abiertamente de lo que estaba a punto de hacer. De modo que suspiró y escondió el dinero que Wanda le estaba ofreciendo debajo de su ropa a toda prisa. Sin otra opción, le
a la señora, asintió con fuerza y en voz baja le dijo: "Así es. Tan pronto como salga de aquí, ya tengo una idea de qué har
ntar a la nerviosa afanadora, sino t
ximos veinte minutos, sabría el resultado. Ahora
a ejercía sobre ella y esbozó una cara de amargura. "Está bien. Veo que más o menos tiene la edad de mi hija. Tiene una cara muy bonita y parece venir de una