Pecador.
abe
a carcajada y se
racioso? – le pregunto con algo de rabia,
seas capaz de jug
r qu
nmigo – yo trago saliva y él se acerca ligeramente a mi
abes lo que he hecho en mi vida, n
no deja mucho a la ima
erpo esta temblando de necesidad. Nunca había sentido nada como esto, nunca había sentido tanto ardor
esta necesidad y estas ansias de calor humano, el problema es que
eras una niña mala? – dice con sarcasmo – ¿V
lo digo porque quiero que él confié en mí, per
se la espina dorsal, yo no quiero que él deje de tocarme, porque, aunque su contacto es frio, se siente jodidamente caliente. Como
esos pensamientos pecaminos
ejar de hacer
belle? – susurra
anto a mí. Una cosa es jugar con tus reglas y otra cosa
s – siento una humedad en mi entrepierna y un calor que sube a
e no se de cuenta de lo mucho que sus palabras me han afectado. Estoy muy calient
debes mantenerte al margen de mi
Bastián, estoy mojada por su contacto y por lo bien que se sienten sus manos sobre mi piel. Porque a pesar de que él es guapo y que su cara pare
l rodea mi cuerpo y se pone de frente a mí,
rea, que Bastián Jones es un mentiroso que hará todo lo posible por
lo por
ano, y hasta donde ten
con tu promes
– sonríe y yo r
a un lado de su cuerpo, dispuesta a alejarme para siempre
erio – a los que estamos en la correccional nos rebajan la
salir
y necesito ir a apoyarla – é
iene tu
e su vida, y tiene muchos problemas en casa, n
mpo te queda e
si hago servicio social ese t
e negarle la ayuda, después de todo, tengo la idea perf
e, pero tenemos que hacer
supone que e
madre superiora me dé la autorización de ir contigo al pueblo vec
¿Por qué no nos vam
ceño – ¿Te re
Si
o hacerlo
ué demo
gana por la palabra
es el concepto, pero yo soy parte de una i
media sonrisa – ¿Asi qu
con obviedad – soy un
umisa? – murmur
tas de doble sentido – le pido – nada de tocarme de manera inadecuada, nada de contacto humano, ya te lo dije, si quieres
! – él rued
enserio, ¿Cierto?
prometo q
con un documento firmado que diga que tienes que hacer servicio comunitario p
és? – me
a servir a tu comunid
nte el ceño, pero
ta mañana, Ann
convento – ¡Bastián! – lo llamo deteniéndome – si vamos a h
o no cambia en nad
con miedo – ¿Por qué
n titubear y yo siento que cada fi