¿Y si Digo que No?
t Bia
ad. En la primera esquina que cruzo, el único farol alumbra la entrada de la panadería favorita de mi madre. Una sonrisa tira de mis comisur
a cómplice con Linda, una mujer de cincuenta años, dueña d
-. ¿Cómo has estado, Minnie? No es sano que madrugues los fines de semana -me recrimina,
biendo la bolsa de papel que me extiende-. Gracias, la semana qu
o de vida tranquilo que llevamos mi madre y yo. La salud deteriorada de la abuela Pennyna prácticamente la enfermó, dejándonos una pila
a un bufido para evitar cualquier posible disputa. Hundo una mano en mi bolsillo trasero y consigo un cigarrillo junto al encendedor.
. Me planto justo en la puerta, mi pecho sube y baja intentando estabilizar los latidos de mi corazón. Ya más calmada introduzco l
uéter. Emprendo viaje a mi habitación, quiero descansar y no despertar jamás. Detengo mis pasos a la mitad de la sala, el silencio que circula estremece mis extremidades. En contadas ocasiones
en busca de un poco de calor, el frío nocturno las ha entumecido. Saco el dinero de la seman
evantando los bra
talla ofusca mis ojos. Escucho las notas de voz en el grupo que comparto con mis amigos.
tiene el título de siempre, que consiste en: Minett Bian
ados los del c
es...-soy interrumpida por el grito p
no sea Led de nu
ocar la manija. Gruño y golpeo la puerta desinteresadamente en si sorprendo o no a alguien en paños menores. Abro los ojos ha
en mí no la había visto jam
agujero en mi pecho desbloquea las
-suplico. Durante un instante el re
advertencia acercándome lo suficiente para entender la situación. Oculto mi pretensión de tomarla de
más rápido que me permiten los nervios. Ellos no pr
e cargan no dicen nada bueno. Con una camilla y su respectivo bolso que hace ver a la chica como una to
a, hay que ir
alcohol. Ellie sigue gritando, gritándome majaderías. Lo frenética que está nos obliga a atarla. Reconte quitó el peligro de encima, pero -tose sangre sobre mí, en mi cara se lee un mohín-Ella ya no está
bajo la cabeza y noto un alambre sobresalir
rebro me ayuda haciéndome tomar el celular y t
debida atención. Mamá no me puede hacer esto de nuevo, no qu
diez veces. Reacciono saltando de ahí y flexionando las piernas en la caída. Acelero el paso. J
la escucho, el pit
e, ella aún suspira, au
-así, sin más, me escupe y el aparat
heri no acaba de morir, la mujer que modificó mi apellido con la i
, no estás sola -susu
niente y el resto de ellos n
on los trámites
as -Hungría se muerde
bras de Aleka dejan de consolarme. Salgo de
que no? ¿¡
ón por la muerte de mi madre, a ellos por huir d