Ódiame hasta que me ames
En
en Nueva York, es capaz de paralizar de miedo a cualquiera. En especial, porque él suele ser un hombre en extremo metódico e impenetrable; puedo
emasiado control
intercambiado. Las venas de su frente y de su cuello parecen es
sino que administra nuestra familia, y él acaba de recibir una llamada de su consiglieri, su mano derecha en todo tipo de asuntos. Esp
fuerza sobre el escritorio que hace rechinar la madera-. ¡Se atrevieron a mudarse
e mucho antes de que mi abuelo emigrara de Italia. Esos bastardos llegaron al país hace poco más de un mes y, aunque llevábamos años
ias que me dé una respuesta negativa. Ahí nos estamos jugando cientos de mil
y ahorcarlos a todos con sus propias manos. Por mi parte, siento que mi sangre hierve al escucharlo. ¿Cómo se a
to, Enzo. Lo hicieron ellos y es una provocación. Nadie puede vincularnos con los paquetes que
ién? -pregunto
s proveedores -me responde-. Debemos estar inactivos un tiempo para no tener probl
para apretarme el puente de la nariz.
as correr. Les mostraré cuán escasa es la paciencia de los Lombardi
iega con l
nuestra familia, Enzo -me responde-. Si lo hacemos ni si
argo, sé que él tiene razón: esa no es una jugada sensata. Debemos mantener un perfil bajo para evitar que la policía se meta en nuestros asuntos, ese es
por mis ansias de
otras agresiones y ofensas futuras que pueden manchar la perfecta reputación de nuestra familia de ser la más poderosa de
sobre su regazo y la vista al frente. Su expresión seria e inescrutable
ira profundo y m
a masacre pública sin llamar la atención. Es
mos su mereci
ariscos cerca del puerto. Es su tapadera. Después de las seis de la tarde comienzan a vaciarse los puestos de venta y no habrá casi nadie. La policía frecuenta muy poco esa área.
ra torcida al escucharlo. Tengo el camino libre para h
y luego me encamino hacia la puerta para ir a buscar a algunos de nu
hacia Italia, tengo cuestiones que tratar allá con tu tío y necesito saber qu