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El Jardín de los Lamentos

Capítulo 3 Que vida tan bella.

Palabras:2750    |    Actualizado en: 22/03/2022

por la ventana de la patru

, no t

o que a los oídos de la niña era un idioma extranjero, de un tipo extr

ida que vivía, día a día... Condujo por las calles sucias, cubiertas de vagabundos y niños harapientos... Todos tuvieron su oportunidad, aquí, los rechazados se mantenían unidos como el pegamento.

z viejo y plátano sancochado, pero comería-..

to... Sobreviviendo de a poco todos los días, buscando, juntando y aprendiendo para comer y pagar el alquiler. Quizás una botella de ron de forma casual, para olvidar su miseria... La monotonía

l acelerador esperando que el motor explotará-... Y ella se casó con alguien mejor que yo, y se fue de este chiquero». Tristes almas qu

mas en pena, encerradas en la simulación del purgatorio. Un país deprimente, como la vida misma... Sufrir hasta recibir tu dosis de anestesia, luego caer otra vez hasta que despie

explotó y ningún carro embistió al suyo. La

e las calles desaparecían sin dejar rastro. Nadie parecía notarlo, a nadie le importaban... Ni siquiera a

aló la forense alisánd

uncias raras veces llegaban a algún lado. Un niño de

las sienes hasta que el semáforo dañado le indicó que

ento... Personas desaparecen y la policía mira para otro lado. ¿Y qué si existían indicios de brujería en la escena del crimen? Un asesinato es

staba llegando a su punto crítico. El sueldo era una increíble mota de polvo en su billetera, debía matraquear o morir de hambre. Por eso, cuando vio a un personaje mal e

ara el

hasta que el día se acababa o ocurría algo interesante... En una de esas situaciones se cruzó con el viejo carro del sacerdote. Era un tipo viejo, con un espléndido traje negro y un

ta ayuda

adio... El padre tenía las mangas negras recogidas hasta los codos,

l cabello blanco y se manchó de grasa negra-...

ierta se veían los complicados circuitos eléctricos y dispositivos ennegreci

tiempo aquí, accidentado.

sted de

recía el corazón expuesto de un animal extraño. Con sangre negra y espesa, y venas de acero.

rto de sudor salado y una mancha de humedad cubría traje negro, adornan

Ellos no pueden escuchar que agarramos algo de dinero porque les da hambre..

Que Dios lo b

puesto-

con ropas sucias corrieron al carro del sacerdote y lo recibieron con risas y las manos extendidas. Fernando sacó de su maletín una bols

mblante sonriente se endureció.

pueblo p

ncogió de

tant

contrado má

s niños ni tienen salvación, sus padres los dejan a sus an

n salvación,

sten a la iglesia los domingos despilfarran su dinero en santería y tabacos. Mi abuela era de esas, le llamaba magia espiritual, invocaba a la Virgen María y el Espíritu Santo. Le

e en las creencia

s cosas, y e

La gente basa sus creencias en lo que creen que es cierto... Pero debe

dula asomó por la

tes de este pueblo ado

ra el viento del atardecer. Juan se quedó solo, con sus pensamientos. Santos y demonios. Cada familia creía en un santo distinto, que concedía diferentes milagros... Había visto sus altares cubiertos de vel

toria detrás de aquel asesinato.

u agresor antes de que le hubiera cortado el cuello con un fragmento de hueso. Pero... En su espalda hay test

una carga y lo dejaron salir de casa. A jugar y vagar a su antojo por las peligrosas calles... Q

el pueblo era arduo y complicado. No solo debía encontrar a los asesinos de niños, también debía lidiar con denunci

ecuerdo del antiguo oficial que conducía aquella patrulla. Un fanático de la manga de coleo y la beb

os religiosos y de la manga de coleo. Todos apilados en un pueblo de un poco más de cuatrocientos kilómetros, junto a una montaña mística. Durante las fiestas de mayo era común ver a los peregrinos viajar

coloniales y una inscripción en letras doradas sobre la puerta del jardín de rosas: «Susana». De niño, Juan la llamaba la Casa de Susana, y quería vivir allí junto a su espos

omo una obsesión. No era una persona normal y lo sabía... Y lo asustaba. Dejar ir e

las rosas del jardín se exhibían bien cuidadas del implacable verano. Medit

raños, Manuel Flores vestía de blanco de pies a cabeza y casi no salía de la Casa de Susana; aunque habían quitado la inscripción, Juan la seguía llamando así. Era una familia normal, aunque los

ayudarlo

te a su patrulla, tenía el cabello marrón

bien p

ordeta de cintura y algunas arrugas en el cuello. Sí, rasgo a rasgo se fue desvelando la ve

Por s

ueblo, debe tener cuidado con sus hijos

r preocuparse... También estamo

ba... Cosa rara, tuvo un extraño presentimiento. Aunque quizá fuese parte de la envidia filtrada que contenía en su

ueteo espontáneo que le puso los pelos de punta. No tenía un teléfono inteligente, tenía lo que l

ra la f

A

n el cuerp

e pintura desconchada y apagó el

lguien entró

oy

zambullía en los arbustos. La patrulla imparable no podía detenerse por la fuerza de la gravedad, apareció ante el parabrisas el animalejo, pálido y esquelético... Sacó la pistola Glock del estuche en su cintura, pero el animal desapareció... Aceleró por la carretera destartalada, acompañado de pensamientos de duda. Aquella horrible monstruosidad no era un animal perteneci

corrió el techo del carro y fue a parar a las ruedas traseras... Estuvo largo rato esperando que su corazón dejará de latir tan fuerte... T

rastros de sangre en el vehículo... el aroma a descomposición y formol no lo dejaba respir

idad y el rem

un

stabas

esión, con fuerza,

recorría m

y aquel sueño

us bellos párpados y

ra así tod

probar tus lab

sa de gata

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