Si jugamos con fuego
an
o un gran esfuerzo por no ver de nuevo esos detalles que ya había aprendido de memoria. Llenó de aire sus pulmones y miró al techo antes
odía negar que en ese momento solo podía pensar en sí mismo. Recordar los ojos cafés de Andrea García no le hacía ningún bien, mucho menos si volvía a ver ese maldito ar
proponérselo. Uno que retardó tanto como pudo para no arruinar la amistad con su mejor amigo, pero que al final no sirvió de nada. Estuvo tan cerca de hacerla suya -y
trajo del pasado. Fueron los de la mujer que posaba en la imagen que tenía enfrente. La poseedora de una sonrisa maliciosa y una m
e se deleitaría para hacerlo tan lento y doloroso como pudiese. Se lo debía a su padre y a sí mismo. Era a ella a quien esperaba con ansias. Era capa
la voz de su secretaria lo hizo dar un salto
nadie nos interrumpa
har el sonido de la puerta, lo pensó mejor y caminó hasta la credenza a sus espaldas y apoyó el trasero en la orilla, antes de cruzar los brazos sobre su pecho. Su secretaria le mencionó más
os frente al escritorio con sus labios
a que lo miró con los ojos entrecerrados al notar dónd
mos de la misma edad. -Ella le extendió l
mbio radical en su estado, para que se desmayara del susto por volver a tenerlo frente a ella. No obstante, el únic
su primera pequeña victoria-. Creí que nos conocíamos. -Quería hac
al segundo de formarse, lo ofendió con una eficacia inimaginable. Livia se acomodó uno de sus mechones
dió a su petición, pero suponía haberlo hecho ya qu
tó con un ademán para que dict
os. La forma en que acomodó sus botas estilo militar al cruzar la pierna sobre su rodilla, enfundada e
tando mucho eso. Sobre todo, el reparar por tanto tiempo en cada una de sus delicadas facciones. Se dio cuenta de que sus ojos parecían arrastrarse mediante una fuerza
su defensa debía decir que cuando planeó ese encuentro, jamás se imaginó que ella lo i
e en el Sag
ó la carpeta que descansaba sobre el escrit
frase. La verdad era que quería
provocando que ella entrecerrara los ojos y viera la puerta de la oficina. Parecía como si co
tú. -Exhaló con cansancio. Nad
orio con su puño para hacerla reaccionar-. Con razón. Espera... ese año se graduó Efraín
retender que no sabía quién era él, era cruzar la línea. Él era... era... Su respiración se aceleró con p
os que había besado bajo las escaleras del gimnasio la mañana en que fue «seleccio
omo un estúpido. D
ntrevista. -Su sonrisa semi curvada empezó a convertirs
si de manera imperceptible y se recompuso
agua fría y la sirvió en un vaso largo. Se acercó demasiado a su lado y se la entregó. Pero no fue eso lo que lo
re su pecho como si se hubiese quemado-. Estás muy pálid
violento el que lo arrasó al sentir sus dedos sobre él. Esas simple
padre al que
ó. Ahora ella era
sado de escenario, pero el simple hecho de habe