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Átame a ti

Átame a ti

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Capítulo 1 Malditos pensamientos

Palabras:2267    |    Actualizado en: 01/12/2022

ítu

s pensa

tás d

que diga que tú h

, cada uno en su respectivo género. Ella pasaba mucho tiempo en casa de él ya que contaba con una media cancha que sus padres le habían construido como apoyo t

dad de saciar su sed. Decidieron recuperar las energías drenadas sentándose a la sombra que ofrecía la pared adornada con lajas de diferentes matices de grises que dividía el patio con el salón principal, sobre el húmedo césped de la pequeña y única sección con vegetación de la parte trasera de la casa.

cho algún jugador famoso la noche anterior o alguna discusión tonta por su discrepancia en gustos musicales. Sin embargo, cuando se trataba de un intento

entrado a la universidad. Su pasado en secundaria había sido un martirio que había quedado en el pasado, pero que no podía olvidar, especialmente porque era la razón de que sus padres la hubiesen mandado a estudiar a otra ciudad, lo más alejada posible de su círculo fami

erma

e ella, de cómo era una de las mujeres más hermosas y de las que más buena estaba de toda la universidad. Aquello no era ningún secreto para Lu, no era ciega y sabía de antemano que So era muy bella. No tenía que verla con otros ojos p

omentarios más explícitos que su mejor amigo agregaba. La incomodidad dio paso al pánic

del estúpi

zopenco ― dijo dándole un golpe en el b

pero no te puedo ver de otra forma. Eres como mi herma

eja de decir

vives con ella, te gustan las chicas, por ende, tuviste que darte cuenta que tú hermana tiene el mejor culo de la u

ue te hagas una paja ― dijo poniéndose de pi

os amigos. Ana cruzó el jardín hasta una motocicleta K-Light doscientos dos, de la marca Keeway. Adoraba ese tipo de motos «antiguas», la línea motera ochentera y su color negro mate eran una delicia a la vista

otección. Bajo ese implemento de seguridad nadie podía reconocerla, pero ella podía apreciarlo todo. El viento, aunque cálido, golpeaba gélido la húmeda ropa y piel de la

us nombres –, era dos años menor y había comenzado a estudiar periodismo en l

ó a su hermana. Desde que se conocieron, se volvieron inseparables. Juntas pasaban horas jugando en su habitación y juntas se acostaban a dormir. Las personas solían recalcarle que compartían algunos rasgos físicos que las hacían, en ocasiones, lucir casi como mellizas. Siendo niñas, intercambiaban sus ropas y ni sus padres solían reconocerlas por lo parecidas que eran. No fue hasta qu

na. La relación familiar se quebrantó a tal punto que decidieron no volver a escabullirse por las noches, no porque su orientación sexual hubiese afectado en algo su relación, sino porque So quería evitarle cualquier tip

ortunidad perfecta para volver recuperar aquellos años perdidos. P

su color era mucho más «zanahoria» que el de su hermana menor. Las dos habían heredado la nariz respingona de su madre y los ojos rasgados de su padre, pero los diferenciaba el color: Lu los tenía color ámbar y So de color verde aceituna con ciertos filamentos dorados que

a; en reposo, su cuerpo ya acusaba muchísimas horas de entrenamiento exigente y bastante profesional, con músculos visibles y una espalda más ancha que el promedio del género. Aun así, no de

zaba perfectamente con los cánones de belleza establecidos por la sociedad. Con unos atributos femeninos firmes y que concordaban de una manera idílica con su tamaño y complexión. Curiosamente,

, predominando el estilo deportivo de leggins, licras, shorts, jeans, sudaderas o franelas, la menor solía tomar

con estilos diferentes, pero todos co

tro de la caseta de seguridad. El hombre alzó su mano en un gesto amigable y Lu hizo sonar la bocina como respuesta, agradecida de que el casco oculta

jos. La urbanización a la que se habían mudado no era exactamente un piso de estudiantes per se, algunos solteros y familias recientes habitaban ciertos de los departamentos, dándole un ambiente pinto

solo físicamente, sino como persona, como hermana y, sobretodo, como mujer. Era un sentimiento que ya había acusado en el pasado, aunque había conseguido controlarlo evitando, específicamente, el tip

stúpidos pensamientos. Se sentía tan culpable como el mismo Jaime Lannister después de desc

exy y hermoso que provo

la cabeza, sonriendo irónicamente

motocicleta le obligaba adquirir, exhibiendo – sin intención –, el nacimiento de las nalgas a un par de adolescentes que habían dejado de jugar al fútbol apenas la vieron cruzar el estacionamiento. Lu reacomodó la prenda, se retiró el casco, tomó s

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