La nómada
explic
s: equivalen
eja destinada. / Tambié
olares: equiv
res: equival
ól
ació, un sabio vió e
lará bajo el pod
las estrellas gira
temblarán a
cubrirá
coronarán s
. /*.
ar
s pesados grilletes . Las plantas de mis pies están en carne viva y arden como si un fuego que no se apagase nunca se alimentara contantemente de ellas. Mi boca e
or mera intervención divina. Mis ojos se nublan. Mi mente pa
el Imperio Kurani una comida de pan y agua es un lujo; pero lo que se nos da de pan es ape
o de mil prisioneros. Pero a la capital Imperial, con
a sí doncellas hermosas, hijas de ganaderos pudientes, para que sean esclavas del Palacio real en T
ra el concilio anual. Esta vez, los ancianos de las tribus discutían el firmar o no una alianza más permanente que nos protegiera del poderío militar del Emperador y ejércitos Kuraní. Al parecer, la indecisión de los líderes despertó la ira y la sed de
en mi alma. Otras diez mujeres de mi tribu sobrevivieron la matanza, porque habían sido intercambiadas por sus padres . Las intensas sequías y la escasez de alimentos habían llevado a muchos de los mayores de la tribu al extremo de intercambiar a sus hijas mayores y
sobre mi polvoriento rostro. Una mirada rápida al reducido grupo me hac
el trayecto y las pocas mujeres jóvenes que quedamos no somos lo suficientement
ricio la esperanza de que hayan logrado escapar y elevo una plegaria a nuestro Dios, porqu
tan que si un prisionero de guerra no tiene valor o utilidad para sus captores, los esclavistas pueden deshacerse de él como mejor les parezca ya q
r con mi dura lengua, haciendo una mueca de dolor. Una vida de esclavitud en las minas es el peor destino para un esclavo. Te hacen trabajar
ndo mis piernas con los brazos, y considerando que la muerte sería un final más misericordioso
terminan sirviendo de entretenimiento a
*
rtes temblores me estremecen de pies a cabeza. Tengo frío, luego calor y luego frío nuevamente. Mi visión se nublan. A mi ment
que nos encontramos y siguen de largo, abiertamente decepcionados de la falta de calidad de
a del hambre y la sed, y han sido castigados por su debilidad , con a
rá mi destino. Seré enviada al más allá por la misma mano que me compró con oro al
sta sensación de vacío y de frío incontrolables son la advertencia de que mi fin
o sagrado y el recuerdo de la dulce y fresca agua hace que trague en seco. Intento sonreír pero mi rostro está paralizado. No puedo más, lo sé, he llegado al fin d
*
enas mi cabeza en alto , elevando mi rostro y observo que a mi rededor reina un caos extraño. Por aquí y allá corren despavoridos los finamente vestidos y enjoyados nobles Ku
o y sudoroso esclavista mientras éste es sujetado contra el suelo por dos soldados de la guardia real .No soy capaz de mirar las facciones del guerrero porque
e. Sus cabellos negros y largos le confieren un aspecto salvaje, pero sus vestiduras de li
pe kuraní. Suspiro. Debo estar s
o que estos se miran unos a otros atónitos. Luego, uno de los soldados se acerca a mí y con la pesada llave libera mis muñecas y tobillos de los cortantes hierros que me aprisionaban. Miro las h
un grupo de soldados y comienzan a alejan en tropel por la calle principal. Doy unos pasos para seguirlos, pero el guerrero ya se ha montado en un negro y poderoso semental y antes de que logre dar tres pasos, el aire abandonada mis pulmones al ser arrancada del suelo por u
s fuerzas me abandonan y mis ojos se cierran otra vez. Lo último que h