Un libro para las damas
aquel rayo que ilumina la
sas formas, y vive entre nosotros sin
r que brota en el corazon: cuando el huracan del dolor ha agostado todas las d
nacion es el sol benéfico que la ca
onoce, y desgraciado tambien el hombre que busca, para compa?era suya, una mujer prosaica y materialista! Si busca un alma fria,
er su casa y de hacer dichosa á
nto á un balcon entoldado de flores, está rodeada,
n suave y dulce voz, para distraerle en las largas noches
leado de pocos a?os y de ménos haberes: yo la conocí despues de casada y madre de un ni?o de algunos mese
na de sus opulentas y ociosas amigas: mi corazon, tan jóven que áun no s
rando en todos la vanidad; aquellas pesadas colgaduras de seda, que velaban el resplandor del sol; aquellos divanes,
adre me concediera permiso par
a con la mayor ternura. Ella contaba apénas veintidos primaveras, y su carácter, lleno de una apacible al
n de su cuarto, que era un verdadero jardin, y á dos tórtolas que, prisioneras en una jaula de ca?as, co
s de muselina blanca: junto á aquella cuna bordaba Margarita todo el tiempo que la dejaban libre sus deberes domésticos; el sueldo de su esposo era muy corto, y ella hacía el sacrificio de sus horas de reposo, entregándose á aquella ocupacion que producia algun dinero, con que co
ta calma, y esa alegría igual y dulce que nace de la quietud del ánimo; el ocio es su más cruel enemigo, po