El Precio de Hacer Trampas

El Precio de Hacer Trampas

Gavin

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En mi vida pasada, el día que gané el Concurso Nacional de Arte Flamenco fue también el día de mi muerte. Obtuve mi contrato soñado con el Ballet Nacional, un honor que pocas bailaoras lograban a mi edad. Mis compañeros, gracias a las "predicciones" que yo les di, también aseguraron puestos envidiables. Me llamaron su "salvadora", brindamos con champaña y celebramos juntos. Pero al día siguiente, Scarlett Castillo, la misma a quien había ayudado, convocó a la prensa. Con lágrimas falsas, me acusó de fraude: "Su madre, la jueza principal, le filtró las pruebas". Uno a uno, mis supuestos amigos, incluido Roy Lawrence, el hombre que yo amaba, testificaron en mi contra. Mi premio fue revocado, mi madre, una leyenda del flamenco, fue vetada y su reputación, destrozada. La vergüenza y la traición me aplastaron, convertida en la "tramposa" que había manchado un arte sagrado. No pude soportarlo, así que puse fin a mi vida. Pero luego, desperté. El ruido ensordecedor de la academia, el olor a madera, el taconeo furioso. Estaba de vuelta. "¡Lina Salazar!" La voz chillona de Scarlett. La misma escena, el mismo momento crucial. Esta vez, no solo recordaba las pruebas con un 100% de certeza, sino que también recordaba cada rostro de quienes me traicionaron. Una sonrisa fría se dibujó en mis labios. Querían las pruebas. "¿Quieren saber las pruebas?", pregunté. "Sí, Lina", respondió Scarlett, victoriosa. "Por supuesto", dije. "Pero no de la manera que esperan". Mi venganza acababa de empezar.

Introducción

En mi vida pasada, el día que gané el Concurso Nacional de Arte Flamenco fue también el día de mi muerte.

Obtuve mi contrato soñado con el Ballet Nacional, un honor que pocas bailaoras lograban a mi edad.

Mis compañeros, gracias a las "predicciones" que yo les di, también aseguraron puestos envidiables.

Me llamaron su "salvadora", brindamos con champaña y celebramos juntos.

Pero al día siguiente, Scarlett Castillo, la misma a quien había ayudado, convocó a la prensa.

Con lágrimas falsas, me acusó de fraude: "Su madre, la jueza principal, le filtró las pruebas".

Uno a uno, mis supuestos amigos, incluido Roy Lawrence, el hombre que yo amaba, testificaron en mi contra.

Mi premio fue revocado, mi madre, una leyenda del flamenco, fue vetada y su reputación, destrozada.

La vergüenza y la traición me aplastaron, convertida en la "tramposa" que había manchado un arte sagrado.

No pude soportarlo, así que puse fin a mi vida.

Pero luego, desperté.

El ruido ensordecedor de la academia, el olor a madera, el taconeo furioso.

Estaba de vuelta.

"¡Lina Salazar!" La voz chillona de Scarlett. La misma escena, el mismo momento crucial.

Esta vez, no solo recordaba las pruebas con un 100% de certeza, sino que también recordaba cada rostro de quienes me traicionaron.

Una sonrisa fría se dibujó en mis labios. Querían las pruebas.

"¿Quieren saber las pruebas?", pregunté.

"Sí, Lina", respondió Scarlett, victoriosa.

"Por supuesto", dije. "Pero no de la manera que esperan".

Mi venganza acababa de empezar.

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Tentu, saya akan menambahkan POV (Point of View) ke setiap bab sesuai dengan permintaan Anda, tanpa mengubah format atau konten lainnya. Gabriela POV: Durante cinco años crié al hijo de mi esposo como si fuera mío, pero cuando su ex regresó, el niño me gritó que me odiaba y que prefería a su "tía Estrella". Leandro me dejó tirada y sangrando en un estacionamiento tras un accidente, solo para correr a consolar a su amante por un fingido dolor de cabeza. Entendí que mi tiempo había acabado, así que firmé la renuncia total a la custodia y desaparecí de sus vidas para siempre. Para salvar la imprenta de mi padre, acepté ser la esposa por contrato del magnate Leandro Angulo. Fui su sombra, la madre sustituta perfecta para Yeray y la esposa invisible que mantenía su mansión en orden. Pero bastó que Estrella, la actriz que lo abandonó años atrás, chasqueara los dedos para que ellos me borraran del mapa. Me humillaron en público, me despreciaron en mi propia casa y me hicieron sentir que mis cinco años de amor no valían nada. Incluso cuando Estrella me empujó por las escaleras, Leandro solo tuvo ojos para ella. Harta de ser el sacrificio, les dejé los papeles firmados y me marché sin mirar atrás. Años después, cuando me convertí en una autora famosa y feliz, Leandro vino a suplicar perdón de rodillas. Fue entonces cuando descubrió la verdad que lo destrozaría: nuestro matrimonio nunca fue legal y yo ya no le pertenecía.

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