¿Un hijo para el señor Harris? ¡Ni soñarlo!
é has tar
raba en la habitación de Cloe, levan
ajo es alg
un
do. Toda la alta socied
a metido en el papel de madre de la novia como si hubiera nacido para ello. Cualquier conexión entre la repentina boda de su hija y el hecho de que volvieran a tener criados, había sido convenientemente borrada de su memoria. Su madre estaba completamente dispuesta a creerse el cuento de hadas. «Romance de cuento de hadas», pensó Cloe en los titulares mientras cerraba la polvera del colorete. Ni s
nerte un poco
erla guardar la po
e debería haberte maquillado un
ealida
ncluso comparada con la seda blanca de su sencillo vestido, parecía
imp
consciente de que su hi
de champán pone algo d
arse. Champán era lo último que le hacía falta. Es
Va
su m
las escaleras. Espera a verlo,
ale
r al son que él marcara. Lo había pensado mucho las últimas dos semanas y ya tenía su propia partitura para esa boda. Marco quería respetabilidad y una puerta de entrada para la buena sociedad de Sidney. Ella no le importaba, seguramente ni siquiera le gustaba. El sentimiento era mutuo, así que no sería m
ho un maravilloso t
u madre,
odavía no entiendo por qué has querido pone
o de su madre. Al fin y al cabo, alguien tenía que entusiasmarse con su boda, y quién mejor que su madre. Caroline tenía mucho mejor aspecto que dos sem
iero de
pasión que no sentía m
a reunirnos con
rechazado. Mientras esperaba junto a Andrew Jones a que bajaran las mujeres, ya había podido empezar a sentir el cambio en la forma en que era percibido por el aluvión de felicitaciones que había recibido por parte de gente que antes se cambiaba de acera para evitarlo. Una vez casado con Cloe, ya no habría forma de que pudieran ignorar a uno de los mayores propietarios industriales de Sidney. Tendría el sello de los Jones; ya nada lo detendría. ¡Qué suerte había tenido un hombre tan poco afortunado en los negocios, de haber tenido una hija tan apropiada! Ella era la mejor forma de entrar en la alta sociedad. Sería una esposa perfecta. Además, tendría el extra de ser una placentera compañera de cama. Tener hijos con ella no sería ningún sacrificio. Hubo un murmullo procedente de la multitud antes de que todo el mund
ás pr
jo
a punto de ser arr
nsó ella, pero no qui
tam
pon
del refrán, el que
de ella a los l