Mi pequeño y gran secreto
ra en la madrugada del sábado, se había dedicado a dormir, bañarse y llorar. El señor L
llorando dentro de la bañera. Temblando, se levantó y se preparó un café bien ca
hados, pero había logrado cubrir las ojeras con maquillaje. Peinó su cabello en un moño
l llegar, se encerró en su despacho y se concentró en su trabajo. Respondió diligentemente los emails y las llamada
apartada, comiendo en silencio, atenta a que nadie se le acercara. De regreso en su escritorio, continuó trabaja
ró una cena ligera y después de comer se metió en la cama. Mañana sería otro día i
on el que hablaba cada día varias veces, por video. Él se encargaba de dirigir todo el trabajo, y estaba más que satisfecho con el trab
ue le realizaba-, tienes grandes ojeras. ¿No te estás alimentand
a en el estómago, debe ser el nerviosismo de h
do? Al final podemos hacerlo, descansa y mantente saludable. Esto todavía puede ser para largo, mi padre sigue muy mal
es solo una mala dige
rselo a su jefe. Tenía que ser fuerte y seguir adelante. Aunque por dentro se estaba desmo
Las ojeras eran cada día más notorias, el insomnio y las pesadillas estaban pasándole f
aquel horrible suceso arruinará también su trabajo, lo único seguro que le quedaba. Tenía que ser fuerte
pez, lo que hacía en la oficina, lo podía hacer desde su casa. Al llegar a la entrada
ija, ¿est
señora, solo mal
rla detenidamente y casi le susurró para que nadie más escuchara. - ¿
s escaleras hacia su apartamento. Una vez dentro, se apoyó contra la puerta, respirando agitadamente. ¡No! ¡No podía ser cierto! Debía ser una pesad
aba arruinada. ¿Cómo iba a salir adelante ahora? El pánico se apoderó de ella. Tenía que hacerse una prueba urgente y confirmarlo. Rogaba
ró en el baño haciéndose todas las pruebas. Una tras otra, las pruebas fueron marcando dos rayas inequívocas. Sofía se dejó caer de rodillas, ne
hora? ¿Cómo iba a cuidar a un bebé ella sola? Apenas podía cuidar de sí misma después de
o y hacerlo de forma clandestina era muy peligroso. Darlo en adopción era otra
riando a ese bebé no deseado. Pero eso significaba abandonar su
azo producto de la violación que sufrió era como la condena final a su des
chispa se encendió en sus ojos. ¡No! No importaba cómo fue gestado este bebé, ¡era su
os, especialmente de su jefe, que tenía esa estúpida ley de no permitir madres
anar lo suficiente y darle una vida digna. Buscaría un médico discreto y se haría chequeos a escondidas. Reduciría gastos al máximo para ahorrar para despué
ror que había vivido. Su pequeño rayo de esperanza nacido de la adversidad. Y haría lo imposible por ser la mejor madre y verlo crecer sano y feliz. S
t, aprendiendo todo lo necesario para estar lista cuando llegara el momento. También buscó un ginecólogo discreto al que acudiría con ot
ar el brillo del embarazo y evitaba comer frente a sus compañeros. En su casa, acariciaba y le hablaba cada noche a su pancita, soñando con cómo sería sostener a su bebé e
ada centavo que podía. También buscó información sobre guarder
preparativos en secreto. Sofía sobrellevó las molestias del embarazo con entereza, enfoca
su enorme barriga. Incluso hizo que le redirigieran el correo del trabajo a su apartamento. También, le ofreció un enorme aumento de sueldo por
bre el padre del bebé. Cuando llegó el momento, Sofía tuvo la suerte de tener un parto
lidad en la empresa. Sofía retomó sus labores con la misma dedicación de siempre, solo que ahora tenía a su pequeño gran secreto y tesoro, aguardánd