Señor Griego
imiento. Yo pasaba mis manos por mi cuerpo y creo que bajo su mirada, ambos sentíamos que eran las suyas las
certeza de que mis ojos le volverían a enco
jamás había experimentado y eso que era mi costumbre sentirme deseada por los h
a " que se repetían en mi mente mientras aquel hombre fumaba su puro adorando mi piel semidesnuda con sus ojos hambrientos de mí. Era la certeza intrínse
n y tomaron todo de mí. Me dejé ir en sus ganas y ofrecí todo lo que podía dar sin imaginar que me e
jándome de todo lo que me perseguía en el mío. Intenté empezar de nuevo ilusa de q
rezco y del que huyo, refugiándome dentro de un crucero de lujo, suplantando a una chica desaparecida y fing
ofundo de un extraño que acabó apretando mi vida en el puño de su mano, provocando que é
omo no imaginé y hoy sé que pase lo que pase, lo seguiré siendo...aunque tenga que afrontar mi