Hechicero de sirenas.
o que no arriesgara su vida? Era una batalla casi pérdida, como la vez que lo quise convencer de que no corriera esa carrera con el chico
volver. Aunque era un hombre adulto consciente y capaz, dependía de la ayuda monetaria que le daban. Seg
no la quería dejar. Pero en el fondo yo sabía que había otra razón, algo más grande, más fuerte. no creo que fuera yo, sus padres me tenían aprecio y sé que podría visitarlo cuantas veces quisiera. E
os de todo y nos reímos un rato, como siempre. Las cenas con el abuelo e
chica del parque, ¿Cómo es que nunca la había visto? La ciudad era pequeña y poco habitada, nadie quería vivir cerca del mar, y mucho menos en uno donde estuvieran las siren
suelo estaba húmedo y el auto perdió el control. Entonces mi hermano y yo tuvimos que vivir con m
as personas casi no compraban libros, preferían ir a la biblioteca, ver películ
da en las tardes, mi abuelo en la mañana y yo en la noche, excepto los fines de semana en los cuales me q
rmano sentándose bruscamente en la
mo -y ¿cómo va la librería? - pregun
mpresionantemente verdes iguales a los de mamá; mientras que yo e
da se perdió en los pliegues de mi cama, sus dedos juguetearon con la funda de la almohada y se mordió el labio. Me quería decir
n el cabecero de la c
dijo en un hilo de voz y no me
mano, haciendo aseo en los corredores de los baños y unos cuantos mandados. La dueña era u
lar la librería. No era tanto. Pero para un anciano de ochenta y
sa los fines de semana y un porcentaje de lo
e quien - le acosé y
caminé hasta la ventana, necesitaba aire fresco. Miré a mi hermano con cara de terror para enc
gando saliva -sabes que es
e fresco de la noche golpeara mi cara con fuerza, lo necesitaba. Me empezaba a hoga
cándome el cuello -la deuda
mbros - yo solo soy el mandadero. Creo
ía escuchar la resp
ermano, bajó la mirada y respiró prof
Me alejé de la ventan
es para que se cumpla el plazo -p
tando de soltar una sonrisa que se
la palabra creo -desde hace días me ha es
ómo
eguntó si tú serías capaz de morir por un ser querido. Obv
ste? - pregunté in
. sé que
hizo una mueca de d
ecta nada que se camuflara con la conversación -Eso me asustó
nté, aún recuerdo lo ala
a y me pidió que te dijera que quería verte. Yo le
é resignado -te
r se veía desde mi casa, estaba tormentoso, la luz de la luna lo golpeaba con delicadeza y él le devolvía el toque
no. No lo haría, esperaba que Walter no se enojara conmigo, no creía que se enojara por no querer que me comieran a mordiscos unas chicas sexis... aunque no sonaba tan mal diciéndolo así. También tenía que ver a la anciana mal
con la chica de