Casada con el monstruo
aro marid
creción de nuestra unión. Me ruboricé como un tomate cuando Benjamín levantó m
ojos, sus orbes dorados parecían ensombrecidos y su mandíbula tensa. Aunque
ácilmente distinguibles por el peculiar color de sus ojos y su cabello negro. Habían sido amables conmigo
o comentarios sobre mí. Benjamín resultó ser un hombre importante en el mundo empresarial, poderosamente rico y constantemente en los medios de comunicación. No
ando la atención de Benjamín -¿
mi corazón saltando por la felicidad que sentía, hasta
o estuviera haciendo forzadamente. Aún así seguí sonriendo y lo pasé por alto. Tal vez se sentía abrumado por tantas personas a su alr
uego de la ceremonia. Había escuchado en la ciudad que cuando una mujer se casaba, hacían una celebración apar
poco incómodo porque no dijo ni una sola palabra, no expresó lo feliz que estaba de habernos casado recientemente, no m
gunté mientras bajaba del auto, Benjamín abriendo la puerta del mismo. Solo había sido una ceremonia, firmar el documento, colo
o detuve antes de que entrara -¿Q
deshaciéndose de mi ag
-escupió con un tono de voz que me dejó
me sentí patética y humillada. Sus palabras me hicieron sentir como una tonta il
ara su primera noche -me dijo Adeline, mi si
eso estaba actuando así. Era verdad, no era necesario una luna de miel, una celebración extra cuando ya hemos hecho la ceremonia. Traté de ponerme en su lugar, de com
n, Nevaeh», me r
rtinas blancas que conferían una sensación de elegancia y luminosidad. La cama, monumental y majestuosa, era exclusivamente para mí, ya que Benjamín nunca había pasado una sola noch
opios de una mujer de alta sociedad. A su lado, un armario imponente se extendía de pared a pared, rebosante de precioso
es amplios, cinco fuentes y un bosque de pinos circundante, aún quedaban rincones por explorar. Este lugar parecía no tener límites ni fin. Era como vivir en un sueño; no solo tenía al hombre que amaba a m
ez y calidez de mi cabaña, aquí encontraba todo lo que necesitaba. Desde mi ventana, disfrutaba de una vista ma
ecio, ya que él se encargaría de conseguirlo para mí. Y así lo hizo. El vestido blanco estilo princesa era aparentemente sencillo, pero elegantemente adornado con pequeños detalles de diamantes que realzaban la tela. El escote en forma de corazón, el largo velo y el ram
nunció Adeline, dando por
suave y brillante al tacto. Adeline me cubrió con un albornoz corto del mismo tejido y color blanco. Mi cabello, de un tono chocolate, caía suavemente sobre mis hombros, mientras mis intensos
ni velas, ni ningún aroma embriagador para adornar nuestra primera noche juntos, sentía una emoción intensa
o incluso en las primeras horas de la madrugada, Benjamin nunca apareció. Me dejó sola en nuestra primera noche, humillándome una vez más aunque no dijera una palabra. Tenía un don perfecto para hacerme sentir patética y s