Casada con el monstruo
a poder reunirme con Benjamin luego de su conversación con el señor Richard. No puedo evitar sentirme
pero hasta ahora la respuesta está muy lejos de mi alcance. Todo era perfecto entre no
cio, y mi corazón es el único sonido estruendoso dentro de mis oídos. Tengo temor, aunque no
lguna respuesta. Tomo una bocanada de aire, temblando,
otro lado, y mi corazón ca
rvienta, Adeline, está arrodillada en el suelo con la cabeza hacia abajo en el pis
ue tiene un aroma terroso y ahumado con un matiz dulce, hasta puedo decir que es agradable al olfat
y de la nada un hombre se apar
i lado, mirándolo como un perr
su cara, ojos del mismo color dorado, sus facciones firmes y endurecidas, y un cue
sintiendo hacia Adeline, quien si
mientras ella grita, poniéndome los vellos de punta ante su desgarradora agonía. Antes de que la puerta se cierre, ella me mira por última vez co
mí, mirándome fijamente, sus orbes dorados tomando un matiz oscuro. Casi suelto un g
lbuceo sin saber qu
ceja y se lleva el tabaco a l
ó con Adeline? -gesticulo tratando de sona
ecamente, alejándose de mí algunos pasos-.
atisbo de miedo-. Sobre lo que acaba de pasar justo ah
en muchas ocasiones -dice
cia mí- ¿Por qué me haces esto? Acabamos de casarnos, pensé que tendríamos nuestra primera noche, ya que no
rimas y mi corazón se quiebra-. De ahora en adelante, solo sé mi esposa y vive como si estuvieras muerta. No me busques a menos que no sea para nada importante,
endo mis labios- ¿Qué estás diciendo? Tú... te casaste conmi
verdad-. Te engañé, Nevaeh, nada fue real, y olvídalo. Solo sé una esposa
ué demonios eres así!? ¿¡Por qué te casaste conmigo en primer lugar!? ¡Dímelo! ¡Dímelo ahora mismo! -sigo golpean
és puedas arrepentirte -ladra mordazme
en la que estoy llorando por su culpa, por sus mentiras, por su desprecio, por el dolor que me hizo sentir con sus duras palabras. No titubeó
rdena sin siquiera mirarme-. Y quít
l me deslizo cuando estoy dentro. Lloro sonoramente, y quisiera dejar de hacerlo, pero simplemente no puedo, no cuando yo le entregué todo de mí excepto
suelo. Busco respuestas en cada rincón de mi cabeza, pero
o Benjamin aparentemente lo odia. Me ordenó que me lo quitara, y en su tono de voz percibí un atisbo de amargura como si le recordara a alguie
llas húmedas por tanto llorar. No solo me siento usada, patética y miserable, sino
pito, despertando dentr