El desprecio por ser embarazada
eses d
así que tenía que levantarme antes de que la gente empezara a hacer footing matutino. Odiaba las miradas que me lanzaba
no era nada nuevo. Me pasaba por estar embarazada y por vivir en el cemento o en los bancos de los parques. Intenté vivir en albergues, pero eran horrible
iga y apoyé las
ntí una pequeña patada com
Nada importaba más que ella. He estado yendo a una clínica gratuita y las enfermeras de allí
rque y entré en el baño. Me miré en el espejo. Tenía el pelo oscuro re
vieja y grande er
gua. Me quité la ropa y me limpié con el tra
no llevara una gran bolsa de lona sucia al hombro, parecería cualquier adolescente embarazada normal. Pero no era el caso, porque la bolsa de lona era la prueba de la dura vida que he vivido. Me fui de Illinois al día siguiente de que mi madre me echara y nunca volví. Desde ento
ólares al día, lo que era suficiente para comprar comida y bebida, y para ahorrar tenía que ahorrar,
es Square, así que empecé a pasear por
llegado h
pensé que estaba enamorada de alguien, así que le entregué mi cuerpo. Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que aunque Will dij
que compartía con mi madre. No era de seda, p
e habría hecho un infierno por mí, y
este mun
sabía que Will me acusaría de engañarle.
fiere la gente cuando di
donde me quedaría cuatro años. Después, habría conseguido un trabajo como director de proyectos de construcción civil. Construiría lugares, casas y oficin
violaron. Cada uno le hizo su intento, y yo no pude hacer otra cosa que sentarme aterrorizada a ver cómo se desarr
vida no debía ser así para mí. Así que lucho física y mentalmente. Hace unos meses encontré una navaja
hogar, pero
mi madre. No quería trabajar en una cafetería con clientes que me gritaban po
echa para u
lía susurra
e pasar por ese infierno. También le di las gracias porque cada día puedo ve
se a la cola. Miro el menú. Los precios del desayuno no estaban mal. Si compraba una tortilla con té a la menta, me quedaría algo de dinero para la c
ué le sirvo esta mañana?-, me preguntó
una peque
lla con un tecito d
mi monedero de la bolsa de viaje. Coloqué
ás de mí se enfadaba un poco,
Toma-. Empujé el
moví y me dirigí a la siguiente
un hombre co
é las
plaza, más probabilidades tenía de conseguir dinero o de ver a gente que se apresuraba a trabajar y no se daba cuenta de que se le caía la cartera del bolsillo. Y
t la
aciad
chica de pueblo que no estaba acostumbrada a ver tantos edificios altos en una misma zona, me asombraba. El
s. Tan hipnotizada por lo que me rodeaba que no
on con unos preciosos y chispeantes ojos azules. -Lo siento-, se disculpó rápidamente
ojos encantadores. Por alguna razón, mi cuerpo se estrem
amino, pero no podía dejar de pensar