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Señales del destino

Capítulo 3 Episodio 3

Palabras:1697    |    Actualizado en: 11/10/2024

er serio y centrado, su fortaleza física, su atractivo cuerpo y, particularmente, sus profundos ojos verdes. De

go? - pregu

en mis intranquilas manos.

o – a mí también m

cia que poseía en los temas de seducción, me exponía ante él, sin embargo, más que avergonzada me sentía conten

e imponente me generaba una paz que, ni co

n una sonrisa en el ro

ba, desconcierto porque todo era tan nuevo, tan confuso y, a la vez tan gratificante. La puerta principal fue abierta de un tirón para darle

deándole el cuello, con sus br

é helada. ¿Quién era ella? ¿Qué relación tenía con el atractivo rubio? Se separó un

estaba convencida, desde el primer contacto físico que habíamos cruzado los límites

tensa en sus demostraciones de cariño, pero yo me aterré y abrí los ojos horrorizad

a - me comentó con dulz

io se presentó, sin preámbulos, en mi sistema. ¡Su hermana

tramos a la vivienda - vino Tito -

la perfecta línea de la decoración. Comparé aquella casa, donde se respiraba la alegría de sus habitantes con la m

amé - se nota que ustedes son p

dijo en un

dad arrolladora y una sonrisa que cautivaba. Provocó, en mí, tan solo verla, numerosas emociones. Corrió a abrazar a Jerry. Estaba claro que, por cuidarme, el joven no pasaba m

razos abiertos y, con verdadera devoción. Dejó pequeños besos en su rostro. Sonreí con a

uplicó - ¿Qué dirá mi jefa? - y dirigiéndos

do. Me agradaban, pero quería establecer los lím

encontré sobrecogida, porque respetaron, desde el primer momento, mi espacio personal y la poca tolerancia que tenía ante el contacto físico. Me asumieron como familia y me sentí querida. Descubrí seres maravillosos que tienen bien

oven y hermosa – se

jo con una mezcla de ne

a, pero experimenté, ante esas declaraciones

– susurré a

hacia la sanación? Lo dudaba, porque, en la tarde, cuando Ransés apareció, temblé como el primer día y solo pude pensar en aquellas terapias que me enseñaban a lidiar con mis miedos. Era Jerry mi única esperanza

ncada, en las irresponsabilidades, tampoco en el abuso pero, ya en el auto y ante la proximidad de mi casa, la re

– preguntó J

dolor y al desengaño. ¿Sería esta una señal del destino que a

ó más seguro y desabrochó su cinturón de seguridad para acercarse a mí cautelosamente y dejar suaves caricias en mi espalda. Lloré por la muert

l, provocaban sensaciones placenteras, nunca antes experimentadas. Me dejaba llevar y hacer con plena conciencia

zo y mis brazos rodeaban su cuello. Durante algunos segundos pensé en apartarme, pero después cambié de opinión porque, aún desconcertada, decidí seguir dis

o comenzará de nuevo,

ba, con una mano, los mechones rebeldes de mi c

tema era difícil - el diablo me arrancó mi virginidad, acabó con mi inocencia, me golpeó salvajemente y me quitó las ganas de vivir. Después, ya

ocesarlo - ¿Dónde estaba tu madre cuando el maln

iaba, porque supe, casi desde el primer momento, que mi secreto estaba a salvo con él. Ran

, según mi psiquiatra, es donde termina de desarrollarse tu personalidad. Es una etapa de carencias, fundamentalmente afectivas. Puedes imaginar el da

esto a defenderme. Era afortunada por tenerlo, pero, exponerlo al peligro, me atormentaba, sin embargo,

me sorprendí con su declaración. ¿Cómo lo sabía? ¿Habrá leído mis novelas? Sentí la emoción a flor de piel

darme paz, pero el futuro era incierto e impredecible y, la presencia del diablo, me perturbaba hasta el punto

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