Señales del destino
er serio y centrado, su fortaleza física, su atractivo cuerpo y, particularmente, sus profundos ojos verdes. De
go? - pregu
en mis intranquilas manos.
o – a mí también m
cia que poseía en los temas de seducción, me exponía ante él, sin embargo, más que avergonzada me sentía conten
e imponente me generaba una paz que, ni co
n una sonrisa en el ro
ba, desconcierto porque todo era tan nuevo, tan confuso y, a la vez tan gratificante. La puerta principal fue abierta de un tirón para darle
deándole el cuello, con sus br
é helada. ¿Quién era ella? ¿Qué relación tenía con el atractivo rubio? Se separó un
estaba convencida, desde el primer contacto físico que habíamos cruzado los límites
tensa en sus demostraciones de cariño, pero yo me aterré y abrí los ojos horrorizad
a - me comentó con dulz
io se presentó, sin preámbulos, en mi sistema. ¡Su hermana
tramos a la vivienda - vino Tito -
la perfecta línea de la decoración. Comparé aquella casa, donde se respiraba la alegría de sus habitantes con la m
amé - se nota que ustedes son p
dijo en un
dad arrolladora y una sonrisa que cautivaba. Provocó, en mí, tan solo verla, numerosas emociones. Corrió a abrazar a Jerry. Estaba claro que, por cuidarme, el joven no pasaba m
razos abiertos y, con verdadera devoción. Dejó pequeños besos en su rostro. Sonreí con a
uplicó - ¿Qué dirá mi jefa? - y dirigiéndos
do. Me agradaban, pero quería establecer los lím
encontré sobrecogida, porque respetaron, desde el primer momento, mi espacio personal y la poca tolerancia que tenía ante el contacto físico. Me asumieron como familia y me sentí querida. Descubrí seres maravillosos que tienen bien
oven y hermosa – se
jo con una mezcla de ne
a, pero experimenté, ante esas declaraciones
– susurré a
hacia la sanación? Lo dudaba, porque, en la tarde, cuando Ransés apareció, temblé como el primer día y solo pude pensar en aquellas terapias que me enseñaban a lidiar con mis miedos. Era Jerry mi única esperanza
ncada, en las irresponsabilidades, tampoco en el abuso pero, ya en el auto y ante la proximidad de mi casa, la re
– preguntó J
dolor y al desengaño. ¿Sería esta una señal del destino que a
ó más seguro y desabrochó su cinturón de seguridad para acercarse a mí cautelosamente y dejar suaves caricias en mi espalda. Lloré por la muert
l, provocaban sensaciones placenteras, nunca antes experimentadas. Me dejaba llevar y hacer con plena conciencia
zo y mis brazos rodeaban su cuello. Durante algunos segundos pensé en apartarme, pero después cambié de opinión porque, aún desconcertada, decidí seguir dis
o comenzará de nuevo,
ba, con una mano, los mechones rebeldes de mi c
tema era difícil - el diablo me arrancó mi virginidad, acabó con mi inocencia, me golpeó salvajemente y me quitó las ganas de vivir. Después, ya
ocesarlo - ¿Dónde estaba tu madre cuando el maln
iaba, porque supe, casi desde el primer momento, que mi secreto estaba a salvo con él. Ran
, según mi psiquiatra, es donde termina de desarrollarse tu personalidad. Es una etapa de carencias, fundamentalmente afectivas. Puedes imaginar el da
esto a defenderme. Era afortunada por tenerlo, pero, exponerlo al peligro, me atormentaba, sin embargo,
me sorprendí con su declaración. ¿Cómo lo sabía? ¿Habrá leído mis novelas? Sentí la emoción a flor de piel
darme paz, pero el futuro era incierto e impredecible y, la presencia del diablo, me perturbaba hasta el punto