El Remordimiento del Alfa: Asesinada por su Compañero
de Z
metálico de la sangre que cubría constantemente mi lengua. Arrastraba los pies hacia la sala de preparación,
mó
án las nota
, tambal
é no
-espetó-. Laila las necesita. Dijo que te dejó los cálculos finales para
y estertórea. Me dol
ice? ¿La investigación que ella ha estado
por los hombro
ociones más joven en la historia de la Manada Luna de P
eñalando la desgastada bolsa
n ella hasta encontrar el cuaderno encuadernado en cu
sus tacones resonando bruscame
tie
o como una reliquia sagrada-. Trat
e miró con
ace en su lecho de muerte. La manada es primero, Zora. Laila es
aba allí, sentada en una silla de ruedas, empujada por una en
l cuaderno y ofreció una
staba tan preocupada de
su mirada recorriera mi cuerpo, burlándose de mi incapacidad para transformarme
de electricidad estática. No era el vínculo de compañeros, era magia robada. Estaba sifona
hueca-. Tomen el libro. To
a de preparación, ignorando al guardi
les que me quedaban. Una bufanda que había tejido para Simón para el próx
nerador de riesgo bi
ha de la lana gris más fina. Había vertido mi amor en cada pun
aer en la
s -su
y negro salpicó el inmaculado piso blanco. Mi loba interior aulló, un sonido
món y Laila estaban allí de nue
ó los números! ¡La dosis está mal! ¡Si hubiera u
o de mi sangre tóxica sin siquiera notarlo. Me aga
etros de la mía-. ¿Trataste de sabotear su trabajo? ¿
ando más allá de mis labios-. Esas
su silla de ruedas-. ¡Quieres que
de rodillas, sangrando negro, Simón sosteniéndom
, Zora. Discúlpate con tu hermana
al hombre que se supon
-d
un sonido pro
desafí
dije, una extraña calma invadiénd
atrás. Golpeé la par
ndaban nerviosas en el pasillo-. Córtenle l