Mi renacer: Mi sinfonía
aferraba al lujoso cuero del coche de Javier, una presenci
en el asiento trasero, acumulando una capa fr
lo que había sido descuidado, todo
mas manos que realizaban cirugías complejas, ahora agarraban
traño ocupando un
úplica-, cuando tu padre me dijo que tenía mano
volví la vist
do. -Mi vo
estaba destinado a la grandeza. -Hizo una pausa, con un tono
más. Me sabía la h
a, había tomado bajo su ala a un joven
alento puro y un hambre
ue habrían permanecido cerradas con
ieja canción de rock indie, una banda que amábamos en l
rró la g
s en el espejo retrovisor-. Se siente como si hubiera pasado
a cuidadosamente construida-. Y ese futuro te incluía a ti y a Cristina, ¿ve
us nudillos, ya blancos, presionaro
la, un mar de seises y sietes, sus ojos usual
ás interesada en dibujar criatur
había dicho, sosteniendo el papel
un gesto despec
por fases. Se pon
ins
z. Necesita ayu
tado, casi de
lante. Cristina Lee. Trabajó en la recepción del hospital un tiem
antes, prácticamente una santa
ón de inocencia juvenil en suéte
a, siempre agradeciéndome profusam
-había susurrado cuando le compré un abrigo n
ángel, más bien. Una serpiente que
ongadas, los toques "accidentales", los me
aciones de la cám
ón de pedazos, no solo por mí, sino
tutoría a Javier sobre cómo traicionar a su esposa, cómo desman
ntrando en el camino arbolad
nte e imponente, enmarca
do, las decoraciones navideñas de b
a era solo un cascarón herm
ntes de que Javier pudiera siq
envuelta en un chal tejido a mano, con los ojos
da! -gritó, con
Javier por completo, y me envolvi
ortante de lavanda y encaje
xtraña... ha estado tratando de llevarse mis cosas. Dijo que ya no
ier sobre su hombro. Su rostro era una
la señora Orozco,
sti
que Javier me había comprado para
e su figura menuda, una p
húmedo, como si ac
ante, jugaba en sus labios mient
eocupación-, no debería estar afuera en el frío. Entre. Y Carmela -