Carga Congelada, Una Esposa Traicionada
chispa juguetona, ahora solo tenían un desprecio frío cuando se posaban en mí. Era una mirada que cono
to se trata de amor, Elisa? Esto se trata de una deuda. Una obligación. Tu madre se encargó de eso. -Sus palabras eran como trozos afilados de hi
tlas había destrozado esa creencia, pedazo a doloroso pedazo. Mi inocencia, mi corazón confiado, no eran riv
volantazo para esquivar un venado. Chocamos. Recordaba el impacto, la sacudida repentina y violenta. Luego, luces brillantes, destellantes y cegadoras. Atlas, sangrando, atrapado bajo el tablero. Yo erdoctores usaban palabras grandes como "Lesión Cerebral Traumática". Decían que mi cerebro no funcionaba igual. Que era como un
s cuidados. Pero Mamá, Doña Ida, vio más que solo gratitud. Vio una oportunidad, una forma de asegurar mi fu
re de Atlas, el
a y desesperada-. Ella dio su mente por él. ¿Qué será de e
empre tuviera un hogar, un protector. El Señor Fuentes, cargado de culpa y un sentido del deber
a. Me od
el brazo, sus dedos c
diendo de furia-. ¡Mira lo que hizo tu mad
pequeño y simple inca
s -sollozaba, mi visión borrosa por las lá
ia atrás y se reía, un
arcelero, Elisa. Y t
otro de sus estallidos
e a su mano, ya frágil y fría-. No qui
por el dolor y una luz fe
en. Cuando yo no esté, él será todo lo que tengas. Te lo debe. Él te pr
aba su estudio, aunque a menudo rompía cosas. Le cocinaba comidas quemadas, aunque él nunca las comía. Dejab
arle. Me hacía sentarme en la sala, callada como un ratón, mi
sus ojos brillando con malicia-. Atlas me ama
constante. Pero aún me aferraba a la
rón mientras intentaba sacudirlo, Atlas me arrastró
sa -había gruñido, cerrando la pesada puer
onces, una parte pequeña y tonta de mí todavía tenía esperanza. Tal vez volvería. Tal
mbarazo. Presumía su vientre creciente, su s
acareó-. Una familia re
Me dijo que me iba a llevar a una clínica, un "lugar especial"
capitalizó su decisión. Una ta
beza. Te compró estas vitaminas especiales. Tómatelas. Te harán sentir mejor para el viaje. -Presionó
eerle. Quería esta
ban. Me dolía la panza.
cionando, dulzura. Te es
dramática por las escaleras. Gritó, agarrándose el estóma
on ojos grandes y llenos de lágrima
an sido una tormenta f
-había rugido-.
los últimos vestigios de mi esperanza. Había decidido, justo en ese momento, que yo
descansó su cabeza en el hombro de At
estro bebé -murmuró, con voz temblorosa-. ¿
ja en la carretera, pero su agarre en el volan
prometo. Ella nunca se interpondrá entre nosotros de nuevo. -Miró por el espejo retrovi
vidada, la carga, el monstruo, fui dejada para morir en la fría y os