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Carga Congelada, Una Esposa Traicionada

Capítulo 3 

Palabras:1210    |    Actualizado en: 09/12/2025

o del motor se sentía extrañamente fuerte. Atlas se estiró, luego abrió su p

e fue eterno. ¿Sigue ella allá atrás? -Ni siquiera mi

Soy Elisa. Tu esposa. La que murió en tu cajuela. La que mataste. Pero

o, temblando dramáticamente, aunqu

arrollarse a escasos metros detrás de ella-. Es aún más mágica de lo que recuerdo,

ostro sombrío, se ac

la recojan a ella? -preguntó, sus ojos moviéndose hacia la

ó una mano

ero que ande vagando y causando una escena. Se supone que debe descansar, ¿recuerdas?

ostro. Miró a Katia, quien solo se encogió de hom

ndido

el equipaje. El equipo de esquí, las maletas, las cajas. Y a mí. Mi cuerpo pe

Eran la imagen de la riqueza y la felicidad, completamente inconscientes del contraste

Atlas-. Y un poco triste, todavía, por... ya sabes. -Hiz

amente la rode

lgo para ti. -Sacó una pequeña caja de terciopelo de su bolsillo. Adentro, un colgante de d

lágrimas olvida

jor. -Le echó los brazos al cuel

s. Una piedra pintada. Un botón brillante. Decía que eran muestras de su amor. El amor de Mamá era cálido y sua

aía de vuelta las peores cosas. No solo la soledad, sino a él. El hombre que Toro a veces traía a la casa. El de l

silencio, porque Atlas me había dicho que estuviera callada. "Las niñas buenas

, era justo como la oscuridad de la cajuela. Excepto que no había nadie para escuchar

que mis palabras a veces salían enredadas y mal? Yo lo amaba. Mamá dijo que tenía que

de la cabaña, Atlas y Katia se

onrisa maliciosa jugando en sus labios-. Tal vez se perd

tomando un tr

Ya no es mi problema. Ahora es problema de un cuidador. O problema de un m

hotel, un joven con ojos n

car la camioneta. Pero... parece que no en

ño, la irritación n

que está en su cuarto. Y todo el equipaje debería es

vehículo a fondo. Faltan algunas de las maletas más pequeñas. Y... no había nadie e

un sonido fr

. Escondiéndose en algún lado. Tratando de llamar la atención. -Rodó los ojos-. Si

panza. ¡Ustedes hicieron que me doliera! Pero las palabras nacieron mu

la de Atla

obablemente está vagando por los pasillos, haciendo un espectáculo. -Marcó un número, sus dedos golpeando los bot

do. Solo el tono de llamada distante,

ose. Miró alrededor de la lujosa suite, como si esperara ver mi car

ntrante. No de mí. Era Toro. Atlas fulminó la panta

ersonal no la encuentra.

legó a través del teléfono, lo suficientemente fuer

lema. El valet... acaba de encontrar a

irando el teléfono, con los ojos muy abi

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